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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Ene
2015

Uso profano de lo religioso

3 comentarios

Religión es una palabra con muchas vertientes. Puede significar “relación con Dios”. Es religiosa la oración. Pero puede tener también el sentido de “modo de expresión”. Es religiosa una procesión. Entendida como modo de expresión, la religión no puede absolutizarse, porque los modos de expresión son múltiples y dependen de los gustos de cada uno. Pero los modos de expresión, las formas y maneras, pueden utilizarse con intenciones distintas, a veces contrarias: una procesión puede ser expresión de una vivencia religiosa seria que tiene que ver con mi relación con Dios. Pero una procesión puede caricaturizarse, convertirse en burla de quienes la realizan con el propósito de expresar su fe en Dios (la imagen que acompaña al post es una de las más pudorosas de una procesión atea realizada precisamente en Jueves Santo).

En nuestra cultura actual han aparecido modos de utilizar lo religioso de forma profana. Hay expresiones artísticas (o pseudo-artísticas) que utilizan lo religioso con intenciones poco religiosas o anti-religiosas. Se publican viñetas irónicas, que se quieren humorísticas, con tema religioso. Ese uso profano de lo religioso provoca, en algunos que se consideran muy religiosos, reacciones violentas. Pero la misma violencia de la reacción es la expresión más señalada de un mal uso de lo religioso. La religión, defendida violentamente, se degrada y se pervierte hasta el punto de dejar de ser religiosa. O en todo caso, esta defensa violenta hace de la religión una realidad diabólica u odiosa. El uso profano de la religión puede, en ocasiones, provocar un uso criminal de la religión. En cualquiera de los dos casos, la religión ha perdido su esencia. Con una diferencia: el uso criminal no puede, bajo ningún concepto, justificarse por el uso profano.

No es fácil ser un buen creyente. Pero la dificultad que proviene de la debilidad humana, encuentra en Dios comprensión y misericordia. Por eso, el creyente pide a Dios que no le tenga en cuenta sus pecados. Hay otras dificultades para ser un buen creyente que son consecuencia de ideologías fanatizantes, que dan lugar a fundamentalismos e intransigencias. Las intransigencias que terminan en violencia física no son las más frecuentes. También conviene estar atentos a la violencia verbal. Las palabras pueden herir. El que haya que tomar en serio la religión no tiene que conducir a posturas fundamentalistas. Cuando la afirmación de lo fundamental se convierte en fundamentalismo y la vivencia radical en radicalismo, entramos en una pendiente peligrosa que provoca descalificaciones, rechazos y divisiones.

¿Las religiones dividen? En cierto modo sí: no es lo mismo ser cristiano que ser budista. Por otra parte, las religiones unen: un buen cristiano es una persona que no pone límites al amor. Y en la base de toda buena religiosidad está la humanidad común y la fraternidad sin fronteras. Una religión que no llama a la hermandad es, por principio, falsa.

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JMValderas
27 de enero de 2015 a las 10:18

Hay profanaciones, fray Martín, que por su carácter burdo, hostil o ambos quedan inmediatamente desacreditadas ante quien las contempla. Pero hay otras profanaciones más sutiles que se producen en el seno mismo de la religión, de la Iglesia, operada por miembros conspicuos. Pienso, por ejemplo, en las homilías que se convierten en discursos políticos. Citaré tres casos de los que he sido testigo. En vísperas de cierto acto político prohibido por el Tribunal Constitucional, la votación sobre la segregación de una parte del todo, el prior de Montserrat se desmelenó y predicó en misa conventual lo siguiente: "el pueblo de Dios ha sido convocado por el Presidente de la Generalidad para votar..." Fray Martín, el pueblo de Dios, el kahal de Yahvé, era en la mente del clérigo nada menos que convocado por un político con fines políticos (moralmente espurios, además, como demostró la Conferencia Episcopal Italiana a propósito de la Padania, pero esa es otra historia.) Eso no fue sólo un disparate teológico, sino que fue además una profanación de la misión profética. Segundo caso de profanación. El abad de Montserrat disertando desde el altar mayor del templo de la Virgen de Lourdes de Figueras (Gerona) sobre los valores del secesionismo. Fray Martín, desde el altar mayor. Fue una evidente profanación del templo y del ara. Tercer caso. Ocurrió en la iglesia donde suelo acudir para el cumplimiento dominical en un pueblecito de la Costa Brava: el templo se cedió para un concierto en pro de la secesión. Entiendo, y he acudido a veces, que pueda aprovecharse la acústica para un cuarteto, un pianista que den re4citales de música clásica. Y los asistentes se comporten con la compostura del lugar. (De hecho, en la iglesia de san Miguel de los jesuitas de Múnich oyes en plena misa un repertorio musical cuyas piezas acaban aplaudidas por los fieles en la misma celebración). Pero una cesión del templo para una actividad exclusivamente política es una profanación. Por supuesto que se lo hice saber al párroco. Me contestó con una confesión de parte bochornosa: "No es usted el primero que me lo dice. Estoy harto de oírlo. La iglesia es de todos." O no ha entendido todavía lo que es de todos o sencillamente que la profanación era consciente.

Resulta arriesgado comparar entre maldades. Entre las caricaturas y estas otras profanaciones.

Joaquín_S
27 de enero de 2015 a las 11:23

El difícil equilibrio de la entre la defensa de los derechos al respeto a nuestras creencias y el amor que los cristianos debemos al otro en cualquier situación.

Jorge Oscar Baño
27 de enero de 2015 a las 18:39


Estimado hermano Ballester:

Le agradezco la nota que he podido leer. Me pareció particularmente interesante la siguiente reflexión que usted hace:
"¿Las religiones dividen? En cierto modo sí: no es lo mismo ser cristiano que ser budista. Por otra parte, las religiones unen: un buen cristiano es una persona que no pone límites al amor. Y en la base de toda buena religiosidad está la humanidad común y la fraternidad sin fronteras. Una religión que no llama a la hermandad es, por principio, falsa."
Creo que cada vez con mayor énfasis tendremos que colocar, por encima de las religiones, el hecho de que somos hijos de un mismo Padre, que nos ama y perdona, de tal modo que, como usted dice, ésto no sólo nos llame a la hermandad, sinó que nos obligue a ello, bajo riesgo de caer en una seria incongruencia.

Lo saludo respetuosamente

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