Ene
Signos de unidad... "rompedores"
7 comentariosLlevamos tantos años hablando de ecumenismo y de diálogo interreligioso, que uno se pregunta si podemos dar pasos nuevos. Esta semana está dedicada a la oración por la unidad de los cristianos. La oración es la traducción de la esperanza: el que espera pide y en función de lo que pide se sabe lo que desea y espera. Pero cuando las peticiones no se logran, uno se cansa de pedir. Cierto, Jesús recomienda que oremos sin desfallecer, pero también es cierto que a uno le gustaría ver algún resultado concreto. Si concebimos la unidad como una “vuelta a Roma” por parte de los que se fueron, me parece que lo tenemos muy difícil. Pero si unidad significa ponernos en camino, sin prejuicios, para ver a dónde llegamos, podemos seguir pidiendo la unidad.
Ayer me regalaron un calendario ecuménico, en el que se ofrece la fecha en cinco modalidades de contar los años. Según el calendario gregoriano este post se va a publicar el 19 de enero del año 2011; según el juliano, el 6 de enero del 2011; según el copto, el 11 de Tubah de 1727; según el musulmán el 15 de Egira de 1432; y según el calendario hebreo el 14 de Shvat de 5771. Sueño con que las otras religiones hagan calendarios parecidos, y desde su propia fecha de referencia, ofrezcan la fecha de los demás, para que todos acompasemos el paso. Sueño también con que los líderes de las otras confesiones convoquen reuniones de oración semejantes a la de Asís, y que a estas reuniones asista el Obispo de Roma. Es lógico que en Asís el Papa sea el “centro” de la reunión. En las otras, el centro lo ocupará el anfitrión que se anime a convocarlas.
Las divisiones son cosa de este mundo. Quizás inevitables, pero de este mundo. ¿Por qué no hacer de los acontecimientos del cielo signos de unidad? Allí eso de la santidad no funciona como aquí. Por eso, sería bueno que nos intercambiásemos los santos, y que los católicos pudiéramos apelar un día a la intercesión de Gandhi. Claro que antes habría que dar algún paso interno previo. Por ejemplo, juntar en una misma canonización a Juan Pablo II y a Monseñor Romero. Signo rompedor, sí, pero tan significativo que estoy convencido de que serían más los aplausos que las críticas. Ponernos en camino es hacer gestos concretos. Hay algunos que, si se hicieran, resultarían tan sorprendentes que uno pensaría que hemos acelerado mucho el paso.