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Razón con intereses
1 comentariosTomás de Aquino escribió la Suma contra los Gentiles teniendo como trasfondo de su exposición de la fe católica las dificultades y problemas que se planteaban a propósito de lo que hoy llamamos encuentro con otras religiones o, de forma más ecuménica, diálogo inter-religioso. Al comienzo de este escrito, el santo doctor expone los campos de diálogo frente a los que se encuentra: los herejes, los judíos, los musulmanes y los paganos; y señala que la base del debate no puede ser la misma con todos ellos. Para dialogar hay que encontrar una base, un punto de partida común. Con los herejes este punto de encuentro es el Nuevo Testamento; con los judíos es el Antiguo Testamento. Pero los musulmanes y los páganos no aceptan la autoridad de estas Escrituras. De ahí que para dialogar con ellos haya que “recurrir a la razón natural, que todos se ven obligados a aceptar”.
Leer este texto con mentalidad de hoy es muy interesante. Porque el santo de Aquino deja bien claro que no hay diálogo posible sin un punto de encuentro previo. Por otra parte, Tomás de Aquino considera que “la razón natural” es el mejor, por no decir el único punto de encuentro con aquellos que no aceptan la revelación cristiana. Cierto: lo natural y el razonar debería ser el buen camino en el que todos podemos encontrarnos y que todos podemos recorrer. Pero no es menos cierto que hoy no todos estamos de acuerdo en qué es “natural” y qué es “razonable”. ¿Es natural la monogamia? Durante un tiempo la poligamia fue lo normal para los creyentes del Antiguo Testamento y lo sigue siendo actualmente para algunos musulmanes. ¿Acaso podemos calificar a algunas separaciones matrimoniales de anti-naturales o anti-racionales? El concepto de “natural” es flexible. Y también el concepto de “derechos humanos”. Lo menos que se puede decir es que no todos entendemos lo mismo bajo estas expresiones.
Esto me lleva a pensar que no hay una razón neutral. Es delicado atribuirse el monopolio de lo que es racional o natural. Esto dificulta el diálogo. Hay muchos tipos de razón. Todas parecen ser interesadas, o sea, condicionadas por presupuestos o prejuicios previos. Antes de empezar el diálogo conviene ser consciente de los propios prejuicios. Sin esta conciencia cualquier diálogo es “de sordos” y no hay modo de entenderse. Eso no significa que haya que renunciar al diálogo. Todo lo contrario: este es el buen camino para que los humanos podamos entendernos. Significa que tenemos que ser humildes, autocríticos, tomar conciencia de nuestros prejuicios, escuchar atentamente al otro para conocer sus presupuestos, a veces no del todo explicitados. Y a partir de ahí tratar de entendernos.
Una buena manera de comenzar el diálogo sería preguntarnos por los “intereses” de nuestra razón: ¿estamos interesados por la justicia, por la solidaridad, por el respeto mutuo? Una razón interesada no es necesariamente mala. Depende de cuáles sean sus intereses.