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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

23
Feb
2015

Pasemos a la otra orilla

2 comentarios

Si se leen con un poco de atención los capítulos centrales del evangelio de Mateo parece que Jesús está continuamente “pasando a la otra orilla” e invitando a sus discípulos a hacer lo mismo (Mt 8,18; 9,1; 14,22; 16,5). Esta invitación se encuentra también en los otros tres evangelios. Se diría que una vez que Jesús y sus discípulos han cambiado de orilla, necesitan pasar de nuevo a la otra orilla. Algo así como si estuvieran yendo de una orilla a otra. Esto nos invita a pensar que este paso no es geográfico, no se trata de volver al lugar del que se ha salido. Tiene que haber ahí algo más profundo, al menos una invitación a la no instalación. Ninguna orilla puede convertirse en lugar de queda, todas son lugares de paso.

Según los evangelistas, la necesidad de pasar a la otra orilla viene provocada porque la multitud hambrienta ha podido saciarse de pan, gracias a que Jesús les ha dado de comer multiplicando los pocos panes que llevaba un muchacho. En este contexto, según el evangelio de Juan (6,15), las gentes pretender proclamar rey a Jesús. Por su parte, en un momento dado, los apóstoles buscaban ser ministros del rey Jesús. El pan es un buen símbolo de la riqueza y la realeza un buen símbolo del poder. Esas son los orillas en las que quieren instalarse la gente y los discípulos. No nos engañemos: esas son también nuestras metas, el poder y el dinero que, en el fondo, son las dos caras de la misma moneda.

El milagro de la multiplicación de los panes provocó un terrible malentendido. La gente buscaba a Jesús porque se había saciado (Jn 6,26). Pero no era este el alimento que Jesús quería darles (Jn 6,27), porque la riqueza es un alimento perecedero. Y el que lo come vuelve a tener hambre. Peor aún: siempre tiene más hambre. El dinero nos hace entrar en un torbellino en que siempre queremos más y cada vez estamos más insatisfechos. Se comprende así la invitación de Jesús a pasar a la otra orilla, a dejar de lado las solicitaciones del tener, para buscar el camino del dar y compartir. El reparto de pan por parte de Jesús, en vez de entenderse como una llamada a compartir, se interpretó como un acto mágico. La gente pudo pensar que con Jesús se saciarían fácilmente los estómagos y, ya puestos, se llenarían los bolsillos.

Con Jesús estamos continuamente pasando a la otra orilla. Pasar al otro, no quedarse encerrado en uno mismo. Pasar al otro como paso necesario para pasar a Dios. El que se instala, se pierde. Tenemos que buscar siempre nuevos horizontes. Cualquier conquista obtenida gracias a Jesús es solo un preludio, el presagio de una conquista imperecedera, que solo se consigue dejando siempre de lado las conquistas parciales.

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Juanjo
23 de febrero de 2015 a las 21:28

La "otra orilla" del lago resulta que correspondía a regiones paganas de Galilea. (paralelo en Mc 4, 35) La expulsión de los demonios con su palabra (v. 16) preparaba lo que va a suceder en territorio pagano. Jesús se dispone a salir de los límites de Israel. Esto es lo que los discípulos no pueden entender ni aceptar. Escandaliza ir a buscar a los no judíos y dedicarles la más mínima atención; (Dios no los podía querer) (lo mismo que Jonás cuando es enviado a Nínive). Lo "suyo" sería que los demás, los paganos, los "no religiosos" fueran ellos los que acudieran donde estamos nosotros, que somos los que estamos "en la verdad". Ese es el problema. No poder aceptar ir al otro esté donde esté, y en la situación en la que se encuentre. de ahí surgen grandes tempestades y fuertes vientos "en contra"

Jesús
5 de marzo de 2015 a las 08:36

no debemos olvidar ante esto, la dimensión social de la palabra de Jesús. Que parece estar invitando al mismo tiempo a mirar hacia el otro lado, a destrabarse de los lastres de los perjuicios, invitando a los judíos, un pueblo culturalmente cerrado, a abrir los ojos ante la realidad del mundo, que también es de Dios. La otra orilla significa todo lo que los judíos consideran como inferior: lo pagano, la cultura grecolatina. Necesitamos una Iglesia, que aprenda a cruzar la otra orilla, alcanzándola liberándose de la pompa y la solemnidad excesiva, tan lejana de los humildes inicios a las orillas del Jordán.

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