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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Jul
2014

Nada es más molesto que el prójimo

6 comentarios

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. ¡Una conmovedora exhortación poco realista! Porque la historia y la vida nos enseñan que lo realista no es amar al prójimo sino amarse a uno mismo. Peor aún, a veces la historia enseña que lo realista es que el hombre es un lobo para el hombre. El peor enemigo del hombre es el propio hombre. ¿Cómo es esto posible? Precisamente porque somos egoístas. Cada uno busca lo suyo, por encima de los demás y a costa de los demás. Ante tal coincidencia de intereses, necesariamente chocamos los unos con los otros. Cada uno es un estorbo para que el otro pueda sobresalir. Nada hay más molesto que el prójimo. La teología católica habla de un pecado original, resultado del primer acto de libertad del ser humano. En cuanto tuvo capacidad para decidir, lo que primero vino a la mente del humano fue esto: pretender ser dueño absoluto de sí mismo, no deberse a nadie, tener plenos poderes.

El egoísmo está tan arraigado en la naturaleza humana que, incluso cuando parece que somos amables y generosos, somos egoístas. Me muestro amable con aquellos de los que quiero obtener algo para mi propio provecho. Y aparento generosidad pensando en mi propio beneficio. ¿A qué se debe que de vez en cuando los comercios rebajen los precios? No lo hacen para favorecer al comprador, sino para incitar a los compradores a consumir más. De este modo el comerciante obtiene más beneficios. Esa regla es aplicable al conjunto de la sociedad. Si yo no me muestro violento con el prójimo o no le ataco directamente, no es por falta de ganas, sino porque pienso que esta actitud (de no agresión) me beneficia, o porque temo que, de adoptarla, me arriesgo a grandes perjuicios. Los efectos más perversos y destructivos del egoísmo, llevados al extremo, terminarían por ser autodestructivos.

Así se comprende eso que dice el código de Hammurabi: “ojo por ojo, diente por diente y mano por mano”. En este antiguo código se basan los modernos códigos de justicia. Pero ahí el amor y el desinterés están totalmente ausentes. De lo que se trata es de dar una respuesta proporcionada al mal que el otro me hace, y evitar los excesos de la venganza. Porque si devuelvo dos por uno, entonces me arriesgo a que el otro también me devuelva el doble de mal, y a entrar así en un círculo imparable de réplicas y contrarréplicas que podrían destruirme. Continuará.

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Pedro
8 de julio de 2014 a las 19:33

Es dificil en una sociedad como la que vivimos podernos adaptar o adaptarnos sin pecar en egoismo, se trata a veces de por ejemplo generar empleo, pero existe la competencia y la mala competencia y si queremos dar algo, tenemos que ser egoista, es parte nuestra, y eso lo llevaremos, no se por cuanto tiempo como carga hasta que nos demos cuenta de un dicho,,,,,,,,,no hacer, es largo de explicar, pero solo pensar, gracias y que Dios los bendiga

Wilson Rodríguez
9 de julio de 2014 a las 23:34

En su sabiduría San Pablo llama al egoísmo, la cárcel del ser, la condena de vivir para si mismo. Después de elegir (en su libertad), la autonomía moral, el hombre pasó a ser un Dios con muletas.Esto es, sin dicernimiento. Cuando el hombre de la fe vende sus muletas, comienza a experimentar que las puertas de su cárcel,se abren y el horizonte le muestra a su nueva libertad, el árbol de la vida: el árbol de la contradicción del placer egoista.Porque quien lo asume pasa de la muerte a la vida, como lo proclama San Juan:"Hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos".El egoísmo como el principio de conservación, ven al otro como a su enemigo,bajo el prisma del sentimiento y la amenaza de la contrariedad.Este hielo se disuelve en el descendimiento existencial, cuando se descubre el enunciado ontológico:"Dios me amó siendo su enemigo,luego existo".

Anónimo
10 de julio de 2014 a las 01:28

Somos egoistas por naturaleza.Pero si nos ponemos en presencia del Señor es imposible que nuestra conciencia no se remueva. Si somos conscientes de que el Señor nos dio ejemplo, y nos dejo un mandato muy claro." Amaos como yo os he amado". No es facil pensar en el projimo,y tratalo como a nosotros nos gusta que se nos traten, siempre tenemos esa parte de egoismo, pero pienso que no es imposible, si dejamos que Dios actue en nosotros.
Maitechu.

Antonio López Sernández
11 de julio de 2014 a las 12:03

Esta visión realista es la que nos ha ofrecido Hobbes en su tiempo. Si analizamos nuestro mundo, vemos que domina el "homo, homini lupus". Sé que en "continuará" el P. Gelabert ofrecerá un camino hacia el amor auténtico. Tenemos en Cristo no sólo el paradigma del amor ofrecido como holocausto de Sí mismo, sino como vid (Cristo) que da savia, vida sobrenatural a los sarmientos (nosotros). Esa savia es el amor oblativo. Y se puede conseguir con la ayuda del Altísimo. El auténtico cristiano debe amar sin esperar nada a cambio, viendo el rostro de Jesús en los demás, especialmente en los más necesitados. ¡Esto es posible! La muerte en la cruz del Dios-Hombre, Cristo, no ha sido inútil. Tenemos muchos ejemplos a nuestro alrededor, y no hay que recurrir sólo a los "Santos canonizados", como ejemplos únicos. Hay muchos santos anónimos.

Valero
11 de julio de 2014 a las 15:31

Es evidente que tras esta visión pesimista, hablarás a continuación de cómo Jesús vino a liberarnos de nuestra tendencia al egoísmo. No obstante a pesar de haber experimentado que en efecto Jesús es capaz de romper en mí la tendencia al egoísmo,vivo eso que dice San Pablo:"Que buscando hacer el bien, hago el mal que aborrezco". Y ahí está la clave, no en no hacer nunca el mal, pues somos hombres y no ángeles, sino en aborrecerlo. Porque en el mundo se hace el mal y la gente no se siente abrumada ni arrepentida, con lo que no tienen opción a hacer otra cosa. Así que después de todo, un poco de remordimientos tampoco biene mal, aunque sin caer en una autoacusación mortificante que se cierre al perdón de Dios.

mar
12 de julio de 2014 a las 04:24

Desde las profundidades del inconsciente, afloran a la superficie del hombre, el orgullo, vanidad, envidia, rencor, venganza, angustia, agrasividad, odio...ect. Estas son las fuerzas primitivas que lanzan al hemano contra el hermano, separan, destruyen la hunidad. Sin Dios, la fraternidad es utopía.
El grito general de las ciencias
humanas proclama que el hombre actúa bajo el impulso del placer.
Gracias Fray Martín

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