May
Los pastores no siempre tienen soluciones
10 comentariosHa sorprendido que el Papa Francisco afirme que no todas las situaciones pueden resolverse aplicando normativas generales. La sorpresa aumenta si añadimos que hay situaciones que requieren de un discernimiento, a veces prolongado, siempre serio y honrado; que, además, en relación con ese discernimiento, es necesario confiar en la conciencia de cada uno. Y finalmente que puede haber momentos y casos en los que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Dicho de otro modo: la fe de la Iglesia es siempre la misma, pero la doctrina que la explica no es monolítica; el pluralismo teológico es tan antiguo como “los evangelios”, las cuatro primeras maneras de entender, aplicar e interpretar la vida y el mensaje de Jesús.
Los anteriores principios tienen aplicaciones que van más allá de las que se hacen en la Amoris Laetitia. El antecedente más inmediato lo encontramos en el Concilio Vaticano II. En el discurso inaugural, Juan XXIII propone a la Iglesia “usar la medicina de la misericordia”; por otra parte, hace una distinción de gran calado (que luego el Concilio hizo suya, en Gaudium et Spes, 62) entre sustancia de la fe y formulación de la fe: “una cosa es la sustancia del depósito de la fe y otra el modo de expresarla”. El Concilio dejo otra afirmación que enlaza con lo que el Francisco ha mantenido en Amoris Laetitia, a saber: de la Palabra de Dios, que la Iglesia custodia, emanan los principios de orden religioso y moral. Pero no siempre la Iglesia tiene a mano la respuesta adecuada a cada cuestión (Gaudium et Spes, 33). Por este motivo, en Gaudium et Spes, 43, se apela a la conciencia bien formada de los seglares, puesto que “los pastores no están siempre en condiciones de poder dar inmediatamente solución a todas las cuestiones, aún graves, que surjan”. “No es esta su misión”, añade el texto conciliar.
Se comprende así una importante advertencia que hace el Concilio Vaticano II: la misma concepción cristiana de la vida puede conducir a soluciones divergentes. La causa de la divergencia no puede estar en la misma concepción cristiana de la vida. Tiene que estar en la experiencia, circunstancias y situaciones en las que cada uno tiene que aplicar su concepción cristiana de la vida. Cuando se dicen estas cosas hay que suponer, primero, que estamos hablando para cristianos adultos y formados; segundo, que estamos hablando para cristianos que buscan honradamente ser fieles al evangelio. De ahí que el Concilio advierte que, en estos casos, “a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia” (Gaudium et Spes, 43). Y después haga una llamada al “diálogo sincero”, que siempre ayuda a profundizar en los problemas, a progresar en la comprensión, a relativizar algunas cosas y siempre a vivir con más seriedad la propia fe.