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La eucaristía, ¿diaria o semanal?
11 comentariosLa Iglesia, desde tiempos antiguos, celebra cada domingo el misterio pascual. El domingo es el día de la Eucaristía, sacramento pascual por excelencia. ¿Por qué entonces se celebra diariamente? Al principio de la Iglesia no era así. Fue a partir del siglo VI cuando la misa, de semanal, se volvió diaria. En cierto modo la eucaristía perdió su carácter primero de conmemoración del día aniversario de la resurrección del Señor para responder a las necesidades de los fieles, que demandaban misas por el deseo de obtener la compensación de las penas debidas a los pecados y a la angustia del más allá. Probablemente la oración por los difuntos, vinculada a la creencia del purgatorio, también debió influir en este cambio de perspectiva. Poco a poco la Iglesia fue regulando estas misas con intenciones particulares, sobre todo por los difuntos, llegando a legislar lo que el sacerdote podía aceptar como limosna por esta intención y cuántas intenciones podía cobrar cada día.
A lo largo del siglo VI se produjo otra evolución referente al sacramento del bautismo, bajo la influencia de ideas similares, esta vez concretadas en la doctrina del pecado original. Se generalizó la práctica de bautizar a los niños recién nacidos, considerada necesaria para la entrada en el Reino de Dios, entrada impedida por el pecado original. Así el bautismo dejó de estar ligado a la profesión voluntaria de la fe y a la conversión al Evangelio y se convirtió en un rito de iniciación, del que eran responsables los padres.
Tenemos ahí dos ejemplos del paso de la fe a la religiosidad. Es muy difícil dar marcha atrás en determinadas costumbres, pero eso no impide que debamos insistir en el sentido original de estas costumbres, precisamente para vivirlas con mayor pureza. La eucaristía es, ante todo, la celebración del Misterio Pascual, no un rito piadoso, ni una ocasión para redimir penas propias o ajenas. El bautismo es también una celebración del misterio pascual, un signo de la fe que cada uno debe confesar personalmente, porque nadie puede sustituirle en esta confesión. Esto es lo que debemos retener. Cuando convertimos el bautismo y la eucaristía en ritos religiosos y olvidamos la fe que suponen, celebran y piden, entramos en un peligroso deslizamiento que no ayuda a vivirlos con toda su seriedad y verdad.