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En Adviento Isaías determina el Evangelio
7 comentariosEl creyente medianamente culto sabe que una de las figuras del Adviento es el profeta Isaías. Casi podríamos decir que este profeta marca el camino del Adviento. Hasta el punto de que en las lecturas de la Eucaristía de los días feriados o laborables del Adviento ocurre algo sorprendente, único; lo contrario de lo que ocurre en el resto del año litúrgico. Como deben saber los que asisten regularmente a la Eucaristía dominical, la primera lectura, siempre del Antiguo Testamento, se elige en función del Evangelio. Un domingo tras otro leemos fragmentos seguidos de un evangelista, y en función de este evangelio se elige una lectura del Antiguo Testamento, para hacernos caer en la cuenta de que el Nuevo Testamento estaba ya latente en el Antiguo. Pues bien, en los días de Adviento no es el Evangelio del día el que determina la elección de la primera lectura, sino al revés: es el texto del profeta Isaías el que determina la elección del Evangelio. El Evangelio está en función del profeta Isaías. De este modo podemos comprobar como el Antiguo Testamento se hace patente y se cumple en el Nuevo.
Comprobémoslo en las lecturas de la primera semana de Adviento. El lunes leímos que, según Isaías, llegará un día en que los gentiles confluirán hacia el monte del Señor, hacia la casa del Dios de Jacob. El evangelio del primer lunes de adviento muestra a un gentil, a un centurión pagano, acercándose a Jesús. El martes el profeta anuncia que un renuevo brotará del tronco de Jesé y que sobre él se posará el Espíritu del Señor. El evangelio nos presenta a Jesús lleno de la alegría del Espíritu Santo. El miércoles Isaías habla de los manjares suculentos y los vinos de solera que el Señor prepara para todos los pueblos, y el Evangelio muestra a Jesús multiplicando el pan para que la gente pueda saciarse. El jueves Isaías habla de una ciudad fuerte en la que habitará un pueblo justo, y el Evangelio elogia al hombre sensato que edifica su casa sobre roca. El viernes Isaías anuncia que verán los ojos de los ciegos, y en el Evangelio Jesús abre los ojos de dos ciegos.
Parece como si la liturgia quisiera dejar muy claro que los tiempos mesiánicos anunciados por Isaías encuentran en Jesús su pleno cumplimiento. Los profesores de religión, como ya he hecho notar otras veces, tienen ahí un buen ejercicio para sus alumnos, que hasta puede ser entretenido: hacerles buscar de qué modo se cumple en el Evangelio la lectura de Isaías.