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El culpable no fue Adán, sino Caín
7 comentariosPara que la afirmación del título sea del todo exacta habría que añadir: el culpable fue Caín según dice el libro de la Sabiduría. A veces leemos los textos bíblicos aislados del conjunto de la Biblia. Ocurre incluso que privilegiamos unos y olvidamos otros. Eso nos impide tener una perspectiva amplia de los problemas. De ahí la importancia de una buena teología, que procura hacer una reflexión teniendo en cuenta todos los datos, no sólo de la Escritura, sino también de la tradición.
El relato del Génesis que cuenta el pecado de Eva y de Adán es de sobra conocido. Quizás ya no son tan conocidos otros textos del Antiguo Testamento que, al hablar del mismo tema, ofrecen matices nuevos y distintos. Voy a ofrecer dos ejemplos. El libro de Ben Sirá o Eclesiástico, que tiene tendencias misóginas, cuando narra el pecado del origen se olvida del varón y sólo habla de la mujer: “por la mujer empezó el pecado, y por su culpa todos morimos” (25,24). Pero lo más sorprendente es que, cuando habla de la creación del ser humano, se refiere a la muerte como algo natural y no como causada por el pecado (17,1.30). En el capítulo 17,1-10 describe la creación en términos optimistas, sin referirse a ningún pecado. ¡Sorprendente silencio!
El libro de la Sabiduría, cuando habla de la creación del ser humano, sí que habla del pecado primordial, pero de forma sorprendente: “La Sabiduría protegió al primer hombre, padre del mundo; creado solo, lo rescató de su caída y le dio poder para dominar todas las cosas” (10,1-2). Se subraya la bondad de Dios, que levanta al hombre, como si su caída se debiera a su debilidad. Es llamativo que responsabilice a Caín de la perversidad de la humanidad: “De la Sabiduría se apartó el criminal iracundo y pereció con su furor fratricida. Cuando la tierra fue inundada por su culpa, la sabiduría la salvó, conduciendo al justo en una humilde tabla” (10,3-4). Lo que parece decir este libro es: la culpa fue de Caín, no de Adán. Y cuando la tierra se lleno de maldad por su culpa, Dios salvó a la humanidad, representada por el justo Noé.
He ofrecido unos sencillos ejemplos para notar que las perspectivas bíblicas son complejas y no se pueden simplificar. De ahí la importancia de una buena teología que tenga en cuenta las perspectivas bíblicas globales, y sepa ofrecer la doctrina de modo apropiado a nuestros contemporáneos. En el caso de la doctrina del pecado original las dos cosas son muy necesarias.