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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Abr
2016

El amor conyugal, signo imperfecto

4 comentarios

La vida cristiana está marcada por la imperfección. Aquí el término imperfección no está relacionado primeramente con el pecado, sino con la limitación de lo humano. Solo Dios es perfecto. La imperfección indica que los cristianos vivimos la vida divina a nuestro nivel y según nuestras posibilidades, que siempre son finitas. Solo en el cielo alcanzaremos la perfección. Tomás de Aquino, refiriéndose a la caridad, o sea, al amor a Dios, a lo más perfecto y propio de toda vida humana, decía: “en el estado presente, la caridad es imperfecta; se perfeccionará en la patria (celestial)”. Y el Vaticano II dejó dicho: en la tierra, la santidad es imperfecta. Los cristianos llevamos un gran tesoro en vasos de barro, incapaces de guardar el tesoro tal como se merece.

En la Amoris Laetitia, el Papa hace una aplicación de este principio a la vida matrimonial, cuya categoría sacramental le viene del hecho de ser un signo del amor de Cristo a su Iglesia. Pues bien, dice el Papa, “el amor conyugal es un signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia”; “la analogía entre la pareja marido-mujer y Cristo-Iglesia es una analogía imperfecta”. Por una parte, la imperfección indica que el matrimonio es un camino que nunca acaba, que cada día hay que recorrer y en el que siempre es posible crecer. Por otra parte, la imperfección ayuda a comprender las dificultades y complejidades del amor, así como las rupturas no deseadas. Si el matrimonio fuera una situación de perfección las dificultades serían imposibles. Y sería imposible la ruptura. Si se rompe es porque puede romperse. Puede romperse porque es frágil. El matrimonio es imperfecto por naturaleza.

De lo anterior se deducen dos consecuencias, una que se aplica cuando el amor permanece y otra que se aplica cuando el amor se rompe. “El amor convive con la imperfección”, dice el Papa. De ahí la necesidad de asumir las debilidades y defectos del otro e integrarlos en un contexto positivo, pues estos defectos son sólo una parte, no son la totalidad del ser del otro. Hay que aceptar que el otro me ama como es y como puede, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o no sea real. Una dosis de “realismo” siempre contribuye a la salud matrimonial.

La imperfección explica también las rupturas y situaciones complejas de algunos matrimonios. Otra cosa son las valoraciones morales de las rupturas y de las consecuencias que acarrean. A veces no es fácil discernir el grado de culpabilidad. De ahí la necesidad de evitar condenas y juicios precipitados. Dice el Papa: “el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber factores que limitan la capacidad de decisión”; por eso “hay que evitar los juicios que no tienen en cuenta la complejidad de las situaciones, y estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición”.

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Jmv
11 de abril de 2016 a las 10:42

La imperfeccion se da en todo comportamiento humano. Pensemos en la justicia. Pero el que roba debe restituir. Trasladelo al matrimonio. El divorcio por encima de todo es un acto y un estado de injusticia. EL texto pontificio,excesivo,hace agua en muchos puntos,incluidos en los que no tiene autoridad, Como su peculiar explicacion de la relatividad einsteiniana.

Anónimo
11 de abril de 2016 a las 23:46

Lo de "analogía imperfecta" suena un poco raro. Más bien habría que decir que es simplemente una "analogía", pues toda analogía es de por sí una comparación bajo algún aspecto, no una identidad plena. Por otra parte, el amor conyugal es una analogía también del amor de Dios al ser humano, como señala Benedicto XVI en "Deus caritas est".

Jlgj
15 de mayo de 2016 a las 06:41

El decir que es una "analogía imperfecta" fractura las bases mismas del matrimonio. Ya que esa analogía es la esperanza con la cual muchos católicos llegan al matrimonio; e incluso le da sentido a renunciar al ser amado cuando así se dan las cosas. Ya que se tiene la plena confianza de que Dios tomará la propia causa en sus manos si se es capaz de sufrir, incluso dar la vida por la santidad del ser amado.

Jlgj
17 de mayo de 2016 a las 21:25

Con las siguientes palabras, trato de complementar un poco mi participación anterior.
Después de las profundas reflexiones de San Juan Pablo II sobre esta analogía, en las audiencias de los miércoles, en el marco del estudio sobre la “Teología del cuerpo”. Se puede asumir que en ultima instancia, lo de “analogía imperfecta” se refiere a la naturaleza caída del hombre, si se considera que es incapaz de redimir a su mujer; y lo es por sus propios medios, mas no lo es si a semejanza de Cristo se somete en todo al Padre.
El asumir que la analogía citada es imperfecta por las causas mencionadas, trae como consecuencia el negar que estamos hechos a semejanza de Dios, aceptando unicamente en nosotros una naturaleza imperfecta que nos priva de la verdadera grandeza de ser hijos de Dios; y nos abandona aún mas en el “relativismo moral” propio de nuestra época.

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