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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Ene
2014

Dios como misterio

4 comentarios

Todas las religiones entienden que Dios supera nuestra capacidad de comprensión y, por eso, dicen que es un misterio. Pero un Dios que fuera incomprensible del todo no sería un misterio, sino una realidad desconocida y, por tanto, no podría hablarse de ella. El cristianismo dice que Dios es un misterio. Pero se trata de un misterio que, al menos en parte, se ha desvelado, se ha dado a conocer. San Pablo se refiere a un misterio escondido para todas las generaciones anteriores que ahora en Cristo se ha manifestado. Esto no significa que, a propósito de Dios, ya lo tengamos todo claro, porque si así fuera, Dios se habría convertido en una realidad limitada, finita, mundana. La total claridad hace desaparecer el misterio. Y Dios, incluso cuando se da a conocer en Jesucristo, no es manipulable, sigue siendo inalcanzable.

El Dios que en Jesucristo se revela resulta paradójico: es un Dios revelado y velado al mismo tiempo. Le conocemos, pero sigue siendo un desconocido. Es luz, pero una luz inaccesible, una luz que ciega. ¿Qué puede significar eso? En la humanidad de Jesús de Nazaret, Dios se nos ha dado a conocer, pero al modo humano. Jesús es la traducción humana del modo de ser, de pensar y de actuar de Dios. Precisamente porque se trata de un conocimiento humano, que está a nuestro nivel, no agota el misterio inaccesible de Dios. Dios es más grande que todas sus manifestaciones, incluida su manifestación en Jesús de Nazaret. Dios siempre es mayor.

Cuando Dios se revela en Jesús resulta sorprendente. Entendemos lo que allí se nos dice, pero esto que entendemos nos maravilla, nos sorprende, nos obliga a pensar, a plantearnos las cosas de otra manera. El encuentro con el misterio de Dios manifestado en Jesús nos obliga a cambiar, nos abre a dimensiones inesperadas, a maravillas siempre nuevas. Allí descubrimos una tierra virgen e inexplorada que nunca hubiéramos imaginado sin este encuentro con Jesús.

Lo que en Jesús se manifiesta es un misterio de misericordia, amor y gratuidad. Que siempre va más allá de nuestra manera de entender y vivir el amor y la misericordia. Por ejemplo, en la parábola del samaritano misericordioso se revela no sólo la bondad y la compasión, sino un extraño modo de amar y de compadecerse. Porque el samaritano hace cosas inesperadas: no sólo atiende al herido, sino que lo monta en su propio coche, lo conduce al hospital, se queda para cuidar de él, paga los gastos de hospitalización y anuncia que pagará todo lo necesario para curarle. El samaritano se pasó de bueno, va más allá no sólo de lo que se puede exigir, sino también de lo que se puede esperar. Allí se revela un misterio de amor que supera todos los criterios humanos, se manifiesta hasta dónde puede llegar el amor.

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ISABEL
28 de enero de 2014 a las 11:20

Gracias, por hacerme presente, el misterio del AMOR, tan presente en jesucristo y en mi historia personal ,con EL.Sus catequesis,me hacen dar gracias.... que el Señor le bendiga.

Fausto LEONARDO
28 de enero de 2014 a las 16:41

Martin, he leído con profusión tu artículo teológico. Aleccionador. Pienso que Dios es más grande y misterioso cuanto más se revela en la humanidad de Jesús. Es es decir, cuando más "anonadado" lo hallamos, más se nos escapa su estatura, más profundo es su misterio. Pero es que si trasladamos su misterio al de la Trinidad inefable, es que ya el intelecto no puede menos que abrirse a la fe para, no entendiendo, creer y contemplar, bajo la acción de la gracia, la inmensidad del misterio de Dios.

Ruth
29 de enero de 2014 a las 23:15

Es impresionante que Dios sea un misterio infinito e inabarcable por nuestra pequeña inteligencia. Hace falta humildad para ver la grandeza de Dios. El ser humano se ve con sus limitaciones ante Él.
Para los que todo lo quieren entender y atrapar resulta escandaloso su proceder y actuar. Es precioso que así sea...que nos quedemos admirados y sobrecogidos sin apenas conocernos bien a nosotros mismos, sin saber cuando sucederá nuestra propia muerte, ni saber a ciencia cierta qué hay después.
En este tiempo de vida que tenemos alabemos, bendigamos a Dios y seamos agradecidos por la vida y todo lo que tenemos sin merecer nada.

mar
31 de enero de 2014 a las 22:55

Jesucristo nos revela el misterio de Dios. Sin embargo, debido a la finitud de la razón humana, no podemos comprender plenamente ese misterio. Ahora conocemos a Dios en forma imperfecta. En la vida eterna lo veremos cara a cara; la fe y la esperanza ya no serán necesarias, pero subsistirá el amor ( 1Co 13,8-13). La Iglesia, mientras anhela la pronta venida del Reino de Dios y continúa en la tierra la misión del Redentor, no cesa de contemplar y estudiar los misterios divinos que conoce por la revelación.
Gracias Fray Martin

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