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Dios colérico y amenazante
7 comentariosAlgunos se preguntan cómo se comprenden las amenazas que Dios profiere contra su pueblo en algunos textos del Antiguo Testamento. Antes de responder a la pregunta hay que notar que la buena comprensión de los textos bíblicos exige tener en cuenta el conjunto de la Escritura y el que esos textos están marcados por un ambiente cultural. Si Dios quiere hablar en nuestro lenguaje solo puede hacerlo en el lenguaje de un tiempo determinado y condicionado por los límites de este lenguaje. Más aún, la interpretación cristiana del A.T. debe tener en cuenta la iluminación que ofrece Jesucristo.
Dicho lo cual ofrezco alguna idea que permite entender de forma positiva la cólera de Dios y sus amenazas. Porque estas amenazas son susceptibles de ser leídas como expresión de un amor celoso y apasionado. La amenaza, con todo su cariz terrible, muestra una relación de amor. No amenazamos a un condenado, solo al que puede reaccionar ante la amenaza. Si entendemos el pecado como la ruptura de una relación, entonces las amenazas divinas por el pecado humano presuponen una relación que ha sido empobrecida y que la amenaza intenta recomponer. La buena noticia que hay tras la amenaza divina (o mejor, tras este lenguaje, este modo de expresarse, que posiblemente nos resulte extraño juzgado desde una mentalidad distinta a la del escritor bíblico) es que el mayor pecado no puede suprimir una parte de la relación. Si nosotros podemos apartarnos de Dios (o mejor, si en nuestra ingenuidad pensamos que esto es posible), no podemos hacer que Dios se aparte de nosotros. Dios siempre está ahí, sosteniéndonos en el ser, y nunca rompe la relación, porque no se arrepiente de su creación. Por otra parte, presentar a Yahvé como Dios celoso es sobre entender que su amor está por encima de todo, pues los celos presuponen la relación por encima de la ruptura, muestran el anhelo por la restauración de la relación.