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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Nov
2016

De tal idea de Iglesia, tal vida eclesial

5 comentarios

La idea que nos hacemos de la Iglesia determina nuestra vida eclesial. Si la Iglesia es “el párroco”, seguramente nuestra vida eclesial es muy pobre, aunque los domingos vayamos a la celebración eucarística. Si los laicos piensan que la Iglesia es el párroco, entonces ellos no se sienten responsables de nada. Si el que piensa que la Iglesia es el párroco es el propio párroco, entonces este párroco solo sirve para decir Misa a gente muy sumisa, nada crítica y nada participativa.

Ahora bien, si la Iglesia somos todos los cristianos, entonces cada uno somos responsables de los demás, y también responsables de organizarnos, de participar, de opinar, de ayudar. Claro que hay que organizarse, y en la Iglesia hay distintas funciones, ministerios y tareas. Nada es de uno, todo es de todos. La Eucaristía no es algo propio del sacerdote celebrante. En la Misa participan muchos ministros: monitores, cantores, salmistas, lectores; otros que preparan la asamblea y lo necesario para la celebración. El celebrante tiene que respetar la labor de cada uno de esos servicios y ministerios. El papel del celebrante es estar al servicio de la asamblea. Y si él tiene su lugar fundamental, el de ser “otro Cristo”, este Cristo está en función de su esposa, la Iglesia, representada por la asamblea. En un buen matrimonio deciden los dos.

Ahora que vamos a celebrar el día de la Iglesia diocesana (el 13 de noviembre), es importante recordar que en un buen matrimonio deciden los dos. Porque en esta Iglesia nuestra hay que superar, allí dónde la haya, la mentalidad clerical. Es importante que tengamos buenos pastores, conscientes de que su lugar está en el servicio, sobre todo en el servicio de los más pobres y necesitados de su parroquia. Para poder servir, a unos y otros, es necesario acercarse y hacerse amigo. Solo desde la amistad se sirve bien. Solo desde la amistad se es bien recibido. Lo que importa en un buen pastor no es su relación con los poderosos, sino si es un buen amigo de los pobres.

En esta Iglesia nuestra hay parroquias donde los laicos, y especialmente las mujeres (¿o no son mujeres las que dirigen la catequesis, las que se ocupan del servicio de caridad o las que animan el rezo del Rosario, allí donde lo hay?), tienen un papel importante, acorde con su formación, su capacidad y sus ganas de trabajar. Esta realidad debería extenderse más y más. También es importante una pastoral de encuentro a todos los niveles: encuentro entre los propios pastores y encuentro de los pastores con los fieles laicos. En la Iglesia, la palabra competencia, y no digamos rivalidad, no es que deberían estar prohibidas, es que no deberían estar en ninguna cabeza, porque ninguna cabeza piensa en ello. Debería llegar un momento en el que si alguien oyera la expresión “carrera eclesiástica”, respondiera: “¿y eso qué es?”. Eso sí: el no saber lo que es la carrera eclesiástica debería ser la manifestación de que el carrerismo ha desaparecido.

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vicente
9 de noviembre de 2016 a las 14:48

Iglesia: comunidad de hermanos.

Bibiana
9 de noviembre de 2016 a las 15:11

Ser servidores cada uno desde el lugar que eligió, trabajar en equipo, en familia. Recemos para que así sea. Saludos desde Buenos Aires

feliciano lópez robles
10 de noviembre de 2016 a las 17:43

Muchos fieles, laicos y laicas, han adoptado la postura de "a mi que me lo den hecho", es muy cómodo esperarlo todo del sacerdote.- En la Iglesia nos podemos encontrar un poco de todo.- No es fácil encontrar gente dispuesta a meter el hombro.- A la hora de aparecer en la foto todos queremos ser los primeros.- La Iglesia no la consideramos algo nuestro, la comodidad nos preside, mucho bulto pero poco crecimiento.- La vida eclesial es pobre, no nos comprometemos directamente, nos hemos hecho un modelito a nuestra medida que resulta mucho más sencillo y apropiado.- Es una apreciación personal, creo que por ahí andan las cosas.-

Marieta
10 de noviembre de 2016 a las 21:33

Querido padre Martín, lo primero y lo segundo felicitarte. No se cuál va delante, si tu santo, que es mañana o la estupenda reflexión acerca de la Iglesia. De la iglesia pequeñita, la parroquia, nuestra referencia inmediata. Estoy totalmente de acuerdo en que la Iglesia somos todos, y así muchos y muchas quisiéramos pero... ¿acaso nos dejan? Todo son sugerencias, propuestas, y como si nada. Ya estamos cansados de una Iglesia en la que no podemos hacer más que acudir a la Eucaristía, a veces leer y poco más. La consecuencia es que resulta un cuerpo muerto, o casi, sin vitalidad. ¿Cómo hacer la Eucaristía más participativa, más alegre, una Iglesia más comprometida, mas hermana? Pues el Papa Francisco habla bien clarito también. No debo estar en un buen día porque lo veo todo mal. Y me da pena.
Quizá habría que empezar quitar la rutina en las misas "diarias", en las que todos, mas bien todas, nos conocemos, y pasito a pasito ir ampliando a las celebraciones dominicales. ¿Será un sueño?
Y ¿cuántas otras cosas más podríamos hacer?
Gracias Padre Martín. Feliz día y muchas gracias por decir con sencillez todo lo que pasa y por qué pasa y brindar soluciones.

Antonio López Sernández
14 de noviembre de 2016 a las 15:27

Estoy totalmente de acuerdo. Lo mismo que hay fieles totalmente sumisos a "su párroco", hay párrocos que se creen el centro de todo. Apenas cuentan con los fieles, si no es para que éstos le sirvan en sus labores, desde limpiar la iglesia a dar catequesis... Está bien, pero un buen párroco es el que sabe ofrecer a sus feligreses la vida de compartir, sentirse iglesia, tener autonomía, responsabilidad, catolicidad (universalidad), sentido ecuménico... Tanto el sacerdote como los fieles tienen que huir del servilismo, del parroquialismo excluyente... Algunos fieles son tan serviles a su párroco que, si éste falla, como ser humano, su fe se viene abajo o se cuestiona. Y hay párrocos que si algún feligrés colabora en otras parroquias, muestran cierta displicencia. ¿No saben que Cristo murió por todos? Es importante la estructura eclesial, pero el mensaje evangélico está sobre todo.

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