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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Mar
2011

Cuaresma, pequeño catecumenado

3 comentarios

En el siglo IV, tras los decretos de Constantino y Teodosio, el cristianismo se convierte en religión oficial del Imperio. La consecuencia no fue buena: aumenta el número de cristianos, pero la vida cristiana decae; aparecen la tibieza y la mediocridad. Las exigencias para recibir el bautismo se reducen prácticamente a nada. Hasta el punto de que San Agustín aconsejaba: “que se les bautice primero, y luego ya se les enseñará a ser cristianos”. Así pierde sentido el catecumenado como tiempo de iniciación para la entrada en la Iglesia por medio del bautismo.

Catecúmeno es el que está siendo instruido, el que está siendo iniciado en la escucha de la Palabra de Dios. El catecumenado conecta con esta experiencia fundamental: Dios habla hoy. La pérdida de esta experiencia orientó la práctica pastoral de la Iglesia hacia la consideración de la Cuaresma como un tiempo de catecumenado, en el que se ofrecían una serie de catequesis bautismales. En su mensaje para esta cuaresma, Benedicto XVI afirma: “la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana”. Si esto es así, se comprende que las parroquias organicen charlas, conferencias o retiros cuaresmales. Siguen siendo famosas las conferencias cuaresmales de la Catedral de Notre Dame de Paris, en las que han participado los más famosos oradores franceses, uno de ellos el dominico Henri Lacordaire.

Me ha parecido oportuno recordar esta práctica cuaresmal formativa, que convendría recuperar donde se haya perdido y potenciar donde esté, porque los cristianos necesitamos alimentar no sólo nuestra fe, sino también nuestra inteligencia. No hay que olvidar que la fe es un acto de la inteligencia y que una buena formación, lejos de ser un obstáculo para la vivencia de la fe, es una ayuda. La fe busca comprender. Más aún: muchas vivencias infantiles de la fe, necesitan ser purificadas e instruidas para alcanzar la madurez de la vida cristiana. Cierto, el Reino de los cielos se ha prometido a los que son como niños. No confundamos el ser como niños con la vivencia infantil de la fe, que el apóstol Pablo critica en su primera carta a los Corintios. Ya decía François Mauriac: eso de que Dios prefiere a los imbéciles, son los imbéciles quienes lo dicen.

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Juanjo
9 de marzo de 2011 a las 10:39

El comienzo de cada nuevo tiempo litúrgico siempre me suscita la idea de si seremos capaces de entenderlo y en consecuencia vivirlo adecuadamente sin, por supuesto, excluirme de esa posibilidad.
En Cuaresma en concreto veo la tentación que pueda quedar reducido a un espiritualismo intimista en el que el criterio de mi actuación quede basado en el cumplimiento de la ley y mi examen de conciencia sea por tanto “medido” con la ley de los diez mandamientos.
¡Acaso no sabemos ya como somos! Por supuesto que puede ser tiempo adecuado para meditación, oración, ayuno, recogimiento, limosna, pero ¿seremos; (“seré”) capaces de lo principal? Porque hay un intimismo muy “piadoso” que puede resultar totalmente inoperante. ¡Conformismo silencioso!
Haré examen de conciencia. Sí. Pero ¿tal vez a través de las Bienaventuranzas como criterio más apropiado?. ¿Qué haré para que el Reino de Dios quedé un poco más implantado a mi alrededor?.
Me acusaré solo “De haber abandonado la oración... De haber cometido actos impuros... De no haber oído misa el domingo..." o de no haber trabajado a favor de la justicia, ignorando lo que pasa a mi alrededor, acogiendo, y denunciando cuando corresponda.
"Si quieres ser feliz —ama la pobreza, ten dominio de ti mismo, aspira a la perfección, lucha por la justicia, trabaja por la paz...,” sin miedo a que no te comprendan e incluso te persigan

Bernardo
9 de marzo de 2011 a las 17:48

Hoy, miércoles de ceniza, he explicado a los alumnos que la ceniza es el símbolo de la nada que es esta sociedad de consumo donde se nos quiere convencer de que tener, consumir y poseer es lo importante. Hoy salimos del egipto consumista que nos tiene esclavizados y durante cuarenta días peregrinaremos por el desierto de la madurez reflexiva para abandonar este mundo roto que tantas víctimas produce.
La ceniza, puesta en nuestra frente, debe penetrar en el cerebro hasta que la vacuidad de la sociedad actual forme parte de nuestra mente y nos convirtamos y creamos en el Evangelio.

Oscar
10 de marzo de 2011 a las 12:08

A mi me llama la atención la doble fórmula de la imposición de la ceniza: "recuerda que eres polvo" es el recordatorio de la fragilidad humana. Pero el "conviértete y cree en el evangelio" me parece que es la postura adecuada para superar la debilidad de nuestra vida. Gracias por sus comentarios.

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