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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

5
Mar
2017

Conócete a ti mismo

4 comentarios
sol02

En el frontispicio del templo de Delfos se encuentra esta inscripción: “conócete a ti mismo”. Con este adagio “pagano” comienza la encíclica Fides et Ratio de Juan Pablo II. La idea está insinuada en 2 Cor 13,5. Conocerse a sí mismo no es nada fácil. Es la tarea de toda una vida. Nos vamos conociendo, consciente o inconscientemente, a medida que crecemos. Este conocimiento es fuente de sentido y motivo de tristeza o de esperanza: si me conozco como “ser para la muerte”, o como alguien no querido, mi vida estará envuelta en la oscuridad. Si me conozco como alguien destinado a la vida, o como alguien amado, espontáneamente brotará la alegría. Conocerse a sí mismo es conocer la verdad sobre uno mismo. Y la verdad es lo que todos buscamos, lo que más necesitamos, lo que nos pacifica y serena.

Pascal, famoso pensador francés, decía que conocerse es saber que uno es miserable. Solo el ser humano puede saber que es miserable; el árbol no sabe de su miseria. Ahora bien, este conocimiento no nos hunde; al contrario, nos enaltece. No saber de nuestra miseria nos encierra en nosotros mismos. Saber de nuestra limitación y de nuestra miseria nos abre más allá de nosotros mismos, nos descubre que más allá de nuestra limitada realidad puede haber remedios para nuestra miseria. Solo si nos conocemos bien podemos abrirnos a la fe cristiana. La fe presupone una determinada antropología: la del “yo poroso” que se contrapone al “yo impermeabilizado” (Charles Taylor), la de la persona abierta, atenta al más allá de sí mismo.

Según Pascal el ser humano solo se conoce de verdad en Cristo, pues solo con Cristo sabemos lo que es nuestra vida, nuestra muerte, lo que somos nosotros. Posteriormente el Vaticano II dirá que el misterio del hombre solo se esclarece a la luz del misterio de Cristo. Teresa de Jesús dijo en sus Moradas que era una gran “lástima y confusión no entendernos a nosotros mismos”, para añadir: “es cosa importante conocernos… A mi parecer, jamás nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios”. Efectivamente, conocer al Dios de Jesucristo es conocer de dónde venimos, a dónde vamos, cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte; y conocer además que estamos destinados a la felicidad, pues Dios quiere para todos y cada uno un presente y un futuro lleno de vida. Es también saber que somos hijos de Dios y que tal filiación se traduce concretamente en fraternidad humana.

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josep
5 de marzo de 2017 a las 18:29

bravo.

Antonio López Sernández
6 de marzo de 2017 a las 10:46

El conocimiento de sí mismo nos lleva a la verdad, comprensión, sentido de la vida, humildad, sencillez, amor... Todo dirigido por Dios. Desde esta perspectiva podemos irradiar a este Dios, infinito, inagotable, en los demás. Tenemos que vivirlo desde nuestra propia limitación, ansiosa de llenarse de Dios.

felicianolopezrobles
6 de marzo de 2017 a las 12:17

Termina usted de decir, padre Martín, que conocerse a sí mismo es de lo más complicado para el ser humano, tiene toda la razón.- La experiencia nos dice, a los que buscamos a Cristo, que cuanto mas se conoce a Dios y se trata de vivirlo, más claro aparece el fundamento del hombre.- Es tarea ardua, porque el hombre es un complejo de contradicciones.- De todo modos es muy provechoso trabajar por conseguir un mayor conocimiento de sí mismo.- De aquí nace una mejor disposición humana para con nuestros semejantes, sin perder de vista cuanto beneficia a uno mismo.-

Juan
6 de marzo de 2017 a las 14:43

A este aforismo diríamos filosófico-teológico: "conócete a ti mismo", añade Jesús esta mañana en el evangelio de hoy otro socio-teológico: "conoce al otro". Ninguno de los dos grupos mencionados por Mateo vieron a Jesús: ¿ "cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo, de otros países"..? -"Cuando le diste comida al hambriento, bebida al sediento, ropa al desnudo, la bienvenida al extranjero (tan necesario hoy día), a mi me lo hiciste".

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