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Casa para las personas
1 comentariosLos humanos, al contrario de los animales, nunca se han adaptado del todo a la naturaleza. Siempre han buscado o construido lugares en los que poder vivir con mayor intimidad, espacios separados de otros espacios en los que otros también vivían en intimidad. Casi siempre estos espacios eran habitados por varias personas unidas por lazos de amor. Se trataba de casas en las que se reunía una familia, unida no sólo por el amor, sino también por lazos de sangre. Este es el sentido más primario de la casa. En la casa hay personas interrelacionadas. Alguien que esté fuera de la relación no es bien acogido y debe buscarse otro lugar para vivir.
La casa, por tanto, remite al amor. Como hay amor y relaciones más allá de la familia, a lo largo de la historia los seres humanos han construido casas para estas relaciones más amplias. Así, por ejemplo, hay casas en las que se reúnen los que tienen determinados intereses comunes. La casa está preparada para responder a esos intereses. En algunas ocasiones el común interés de los habitantes de la casa puede conllevar a que, personas no unidas por lazos de sangre, también hagan su morada en un mismo espacio. Ese sería, por ejemplo, el caso de las comunidades religiosas. Los que entran en esas casas religiosas para vivir de forma estable de por vida, forman un tipo de familia, unida por lazos de amor. Sólo que sus intereses no son los propios de una familia unida por lazos de sangre, sino de una familia unida por la fe en el Señor Jesús. En cualquier caso, también aquí se trata de vivir una relación amorosa, de modo que quién está fuera de tal relación no se siente bien acogido en la casa.
Las personas son las que construyen el espacio familiar. Pero no es menos cierto que el espacio familiar está al servicio de las personas. Un espacio que destruye a la persona no es una casa. La casa está al servicio de la persona. Más aún, la persona se hace persona en la casa, en un espacio de amor y de relación. Porque los humanos somos constitutivamente seres relacionales. Cierto, también somos seres “personales”, o sea, únicos e intransferibles. Esta doble marca del ser humano, individual y relacional, o dicho con una terminología más técnica, hipostática y extática, produce en ocasiones tensiones y dificultades.
Las dificultades se resuelven cuando uno comprende que la identidad se construye en la relación amorosa, en la apertura al otro, en el salir de uno mismo para abrazar y acoger al otro. Insisto, las dificultades no se resuelven con cualquier relación, pues las hay perversas y destructoras, sino en la relación amorosa, una relación que construye y potencia lo individual, y lo capacita para existir.