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Bautizados, pero nada convertidos
5 comentariosCuando hablamos de conversión solemos pensar en los no cristianos, los alejados, los indiferentes. Pero en eso de la conversión estamos todos implicados, desde el primero (si es que se puede hablar así, pero lo digo para que nadie piense que se excluye, por ejemplo, al Obispo de Roma) al último de los creyentes (insisto, si es que se puede hablar así, porque ya se sabe: en el Reino de los cielos los últimos según los criterios humanos serán los primeros). La conversión es una tarea permanente de toda vida cristiana y de la Iglesia en su conjunto, siempre necesitada de purificación.
En esto de la conversión hay grados. Con motivo de la JMJ pienso en la necesidad de anunciar la conversión, o sea, la vuelta al Evangelio, a muchos jóvenes bautizados, pero muy alejados de la fe. He tenido ocasión de escuchar, en una distendida sobremesa, a un grupo de jóvenes entre 17 y 30 años, buena gente, todos bautizados, ninguno practicante, una con un niño de varios meses. De pronto se pusieron a hablar del bautismo del niño: “claro que lo pienso bautizar, decía la madre, será una buena ocasión para reunir a la familia”. Surgió el tema de los padrinos: “ahora resulta que dicen que solo pueden ser padrinos si están confirmados”. “¡Vaya tontería!”. “Si lo importante de los padrinos es que se hagan cargo del niño en caso de que falten los padres”. “Mujer, sí, (esa fue mi pequeña aportación), pero los padrinos están para hacerse cargo sobre todo de la educación en la fe, que el bautismo supone, al menos en los padres”.
Probablemente son más los bautizados indiferentes o alejados, que los bautizados “convertidos”. Algunos de estos convertidos (en diferente grado) estarán en Madrid en torno al Papa. Importa notar que eso de la conversión termina necesariamente en el testimonio. Sin testimonio no hay conversión plena. Pero, mientras el fanático busca “el todo o la nada”, el testigo respeta la caña cascada y el pábulo vacilante. ¿Quién llega a los bautizados no convertidos? La presencia o la palabra del Papa llegará a los ya convencidos. Solo desde la amistad, la cercanía, la escucha y el respeto es posible llegar a los alejados. Ahí está una de la tareas de los cristianos de “a pié”, tanto de los que van a Madrid, como de los que se quedan en sus casas.