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¿Ayuda a los pobres o promoción humana?
7 comentariosEn los márgenes del río Paraguay, a su paso por Asunción, hay una serie de barrios populosos, con casas construidas con cartón y madera, con calles de tierra, por las que se pasea algún animal, y por las que niños descalzos juegan con una pelota. Allí se percibe la pobreza de grandes capas del mundo latinoamericano. Estos barrios no son turísticos. Pero son muy reales. En uno de esos barrios de los márgenes del río, un dominico, fray Pedro Velasco, ha conseguido que, poco a poco, sus habitantes tengan asistencia sanitaria, que los niños sean escolarizados, que haya una oficina que concede créditos solidarios a bajo interés, una emisora de radio, una escuela de danza y música, un comedor en el que cada día almuerzan gratuitamente 150 niños, y una pequeña empresa en la que los habitantes del barrio venden basura, sí, basura. Es interesante visitar esta empresa: mujeres del barrio llevan con sus brazos carretillas llenas de desperdicios, que venden a peso; otra gente del barrio separa los distintos tipos de plástico, el vidrio y el cartón; una vez separado lo prensan; luego venden los paquetes a una empresa que recicla este material. La empresa compradora también recibe basura de otros países, con una diferencia sorprendente e injusta: por la basura extranjera pagan el doble.
En este barrio hay la misma pobreza y hasta las mismas miserias que en otros: drogas, violencia, familias desestructuradas. Pero no tanta droga ni tanta violencia como en otros. Más aún: en este barrio los y las jóvenes que antes iban con una botella en la mano, ahora llevan una guitarra o unas zapatillas de danza o de deporte. Porque la escolarización, la sanidad, la promoción a todos los niveles, ha logrado elevar el nivel moral, la autoestima de las personas y la conciencia de su dignidad. Naturalmente, la labor de este dominico ha sido posible gracias a muchos voluntarios del propio barrio. Pero también gracias a la ayuda económica venida de España.
Personas del propio país también colaboran con sus aportaciones. Sin embargo, algunas de estas personas se muestran dispuestas a ofrecer dinero para una ayuda puntual y concreta, pero no están contentas cuando ven que esa ayuda se traduce en promoción social, porque la gente promocionada plantea problemas: al ser conscientes de su dignidad, al tener acceso a la cultura, también saben protestar y ofrecer razones de su protesta; de pronto esa gente promocionada cobra conciencia de que la pobreza no es un asunto natural, sino histórico, político y estructural; y esta toma de conciencia resulta molesta. Dar de comer al pobre tranquiliza conciencias; dignificar a las personas plantea problemas.
Una última reflexión a propósito de las aportaciones españolas: cuando la economía iba bien, las ayudas no faltaban. Ahora que hay crisis, son mucho más parcas. Es fácil ser generoso con lo que a uno le sobra; lo difícil es compartir y ser solidario cuando eso supone un pequeño sacrificio y nos obliga a ser un poco más austeros.