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Ateos y creyentes imbéciles
9 comentariosEscribe André Comte-Sponville: “Si os encontráis a alguien que os diga: ‘Sé que Dios no existe’, no se trata en principio de un ateo, sino de un imbécil. Y de igual modo ocurre cuando os encontráis a alguien que os dice: ‘Sé que Dios existe’. Es un imbécil que tiene fe, aunque no se lo reprocho en modo alguno, y que, tontamente, toma su fe por un saber, lo que constituye un doble error, tanto teológico (la fe es una gracia pero el saber no) como filosófico (pues se confunden dos conceptos diferentes: la creencia y el saber)”.
La creencia no es incompatible con el saber. Eso no lo discute el filósofo. Pero sí parece decir que la creencia no es un saber. No estoy del todo de acuerdo. A no ser que se restrinja el saber al conocimiento científico. Pues la creencia es un tipo de saber, un modo de conocimiento, que no está basado en la evidencia, pero que tiene sus motivos, sus razones serias y convincentes.
Dicho esto, las palabras citadas sugieren una distinción previa entre creyente y no creyente. Es la distinción entre fanatismo y fe; el fanatismo suele presentarse como dogmatismo, se expresa con afirmaciones absolutas; la fe siempre es razonable. El creyente tiene sus razones, aunque sabe que su fe no se deduce de la razón. Por este motivo el creyente sabe que cree. Puesto que sabe que cree, sabe que su fe no puede imponerse y, menos aún, defenderse con violencia; la fe sólo puede proponerse. El fanático, por el contrario, cree que sabe. Y como cree que sabe no necesita escuchar a los otros, ni reflexionar, ni interpretar, ni confrontar sus saberes (u opiniones) con otros saberes (u opiniones). El fanático confunde la fuerza de la pasión con la claridad de la verdad.
Que Dios exista o no exista, no es un axioma matemático. No es demostrable. Es razonable y justificable. La cuestión es quién ofrece explicaciones más convincentes, y quién manifiesta mejor coherencia entre su vida y su fe (o su no fe).