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Agradecimiento responsable
2 comentariosLa mayoría de los seres humanos funcionamos con mentalidad de propietarios. A personas con mentalidad así, les preguntaba provocativamente el apóstol Pablo: ¿qué tienes que no hayas recibido?” (1Co 4,7). Seamos o no creyentes, si lo pensamos bien, tenemos que reconocer que por encima de nuestras conquistas técnicas y culturales, nos ha sido dada previamente la vida y la naturaleza (la luz, el agua, el aire, la superficie terrestre). Estos dones fundamentales, vengan de donde vengan, son el presupuesto indispensable de toda nuestra actividad. El fundamento de todo lo que tenemos no ha sido fabricado por el hombre. Se nos ha entregado de antemano a cada uno de nosotros y al resto de los seres vivientes.
El creyente, además, entiende que Dios es el dador de todos estos bienes. ¿Cuál será, pues, la actitud que mejor se corresponde con la toma de conciencia de que todo lo que tenemos es un don? El agradecimiento responsable. Agradecer es el modo de reconocer el don y de responder al dador. Pero el agradecimiento implica cuidar, valorar y respetar el don. No valorar el don sería un desprecio al dador. La gratitud con el Creador debe agudizar, por tanto, un comportamiento respetuoso con la creación y con todos los seres vivos que la pueblan: las plantas y los animales. Evidentemente, cuanta mayor sea la grandeza y dignidad del poblador, mayor deberá ser nuestro cuidado con él. Estoy pensando en el terreno, tan cargado de graves consecuencias, de la intervención en la herencia genética humana.
Considerar la tierra como un don conduce a la gratitud. Esto significa que no podemos manipularla a nuestro antojo. Pero la gratitud comporta también otra consecuencia, a saber: que la tierra y sus dones son de todos. No pertenecen a un pueblo determinado ni a una generación concreta. De donde se deriva que cada persona, cada pueblo, cada generación solo debe consumir aquello que necesita y procurar que los bienes de este mundo lleguen a las otras personas, pueblos y generaciones futuras. La tierra es un don, pero un don del que no somos propietarios absolutos. En realidad somos administradores. Y debemos administrar en función de la voluntad del amo: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena”. Si el hombre sólo es un administrador, deberá rendir cuentas del modo de administrar. Cuentas ante los otros co-propietarios (el resto de los seres humanos y las generaciones venideras). Los creyentes saben que también deberán rendir cuentas antes el Amo absoluto, que por ser Amor absoluto quiere que los bienes lleguen a todos porque él los ha creado para todos.