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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Ago
2019
Nacer de Dios: recibir el esperma divino
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ciriosencendidos

Junto con el modelo jurídico de la adopción (del que hemos hablado en el post anterior), encontramos en el Nuevo Testamento textos que hablan de la filiación divina con fórmulas similares a las de una filiación natural. Hasta el punto de que la primera carta de Juan (3,9) llega a decir del que “ha nacido de Dios”, que “su esperma” permanece en él. Y como tiene tal germen “no puede pecar, porque ha nacido de Dios”. Los escritos joánicos, más que de “hijos de Dios”, hablan de los “nacidos de Dios” (Jn 1,12-13; 3,3-8; 1 Jn 2,29-3,1; 3,9-10; 4,7; 5,1.4.18). Pero no se trata de un nacimiento humano o terreno, sino “espiritual”, en virtud del Espíritu Santo. No es un nacimiento por impulso de la carne; es el resultado de una acogida: “a los que lo recibieron, los hizo capaces de ser hijos de Dios” (Jn 1,12-.13); “lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu” (Jn 3,6). Aún con la precisión de que este nacimiento es del Espíritu, la terminología es tan realista que quién la escu­cha no entiende cómo puede ser posible: “¿cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?” (Jn 3,4).

El modelo de la adopción deja clara la iniciativa y libertad de Dios al hacernos sus hijos. El modelo del “nacer de Dios” aclara el otro aspecto de la relación, a saber, somos hijos si acogemos el don de Dios por la fe: “a los que le recibieron”, a los que creen, les hizo hijos (Jn 1,12); “el que obra la justicia” nace de él (1 Jn 2,29); “no co­mete pecado el que ha nacido de Dios” (1 Jn 3,9; 5,18); “el que ama” ha nacido de Dios (1 Jn 4,7); “el que cree que Jesús es el Cristo” ha nacido de Dios (1 Jn 5,1). Tam­bién san Pablo lo deja claro: “sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gal 3,26); “los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rm 8,14).

La iniciativa divina, gratuita e incondicional, pide una acogida libre y agrade­cida por parte del hombre para que el amor pueda alcanzar su perfección. Pues sólo en la reciprocidad alcanza el amor su plenitud. Los dos aspectos de la filiación divina son necesarios, pues así queda claro tanto la gratuidad del amor como la im­portancia de la acogida para lograr la perfección del amor.

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16
Ago
2019
¿Qué significa ser hijo adoptivo de Dios?
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jesusfamilia

La primera cualidad que san Pablo destaca en la persona justificada, en aquel que ha acogido a Cristo y ha recibido el Espíritu de Dios, es la de ser “hijo de Dios”. Según san Pablo se trata de una “filiación adoptiva” (Rm 8,14-17; Gal 4,4-7; Ef 1,3-5). La fórmula no tiene que confundirnos y hacernos pensar que se trata de una filiación de segunda categoría. En el contexto de la cultura antigua, la filiación adoptiva tenía tanta o más importancia que la filiación natural. En esta línea, San Agustín dejó claro que tiene más derechos sobre el hijo el padre adoptante que el padre engendrador: “cuando un hombre se hace hijo de otro de cuya sangre no ha nacido, prevalece la voluntad del adoptante sobre la naturaleza de quien le engendró”. Recuerdo que Nerón era hijo adoptivo de Claudio, que lo prefirió a los hijos tenidos con su mujer.

Cuando san Pablo califica de adoptiva nuestra filiación con Dios, subraya la gratuidad de la elección divina. Dios no nos toma como hijos de forma forzada o necesaria, porque no tiene más remedio que hacerlo, o porque le obliga a hacerlo el hecho de habernos creado. Nos adopta como hijos porque libremente se ha fijado en nosotros, porque nos ama, porque le agradamos. Cierto, en el Nuevo Testamento hay otro modelo de comprensión de la filiación divina (hablaré de este otro modo en un próximo post). Ahora importa aclarar que el modelo de la adopción deja clara la iniciativa y la libertad divina al hacernos sus hijos. Supera con mucho la idea de una adopción puramente jurídica o incluso moral.

La adopción es un modelo que apunta a una realidad mucho más profunda: somos hijos de Dios, porque Dios nos ama como no se puede amar más. La fuerza de la filiación está en el amor. No en la carne o la sangre, sino en el amor, que es más fuerte que todas las sangres. Por eso san Pablo (en los dos primeros textos citados al principio: Rm 8,14-17 y Gal 4,4-7) contrapone el espíritu de adopción al espíritu de esclavitud: los hijos adoptivos son libres; verdaderos hijos y, por eso, herederos de los bienes divinos.

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11
Ago
2019
María, reflejo de nuestro propio misterio
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marprofundo

La piedad cristiana ha visto en María el mejor modelo de seguimiento y de identificación con Cristo. Quizás no se ha destacado tanto otro aspecto muy relacionado con el anterior: María es la mejor representación de nuestro propio misterio, del misterio de toda vida humana y cristiana.

La vida humana es un misterio nunca resuelto del todo. Por mucho que digamos, nunca acabamos de agotarla, siempre nos quedamos cortos. Toda definición de la vida humana es siempre insuficiente, porque en ella hay un “más”, un exceso, una tendencia a más allá de ella misma. “El hombre supera infinitamente al hombre”, dijo un famoso pensador francés. El ser humano sobrepasa sus propias expectativas, ninguna acaba de satisfacerle. La teología tiene una explicación: estamos hechos para Dios, y nuestro corazón está inquieto hasta que no alcanza la medida para la que estamos hechos. Precisamente porque el hombre nunca acaba de alcanzar su medida, podemos calificar a la persona de misterio. Los problemas se resuelven. Los misterios siempre permanecen abiertos.

El mejor modo de aclarar un misterio es confrontarlo con otro misterio. El misterio de María podría ser un buen referente para aclarar mejor el misterio de la persona. Porque en María se encuentra realizado aquello a lo que todos aspiramos. En primer lugar, todos aspiramos a ser santos, o sea, a ser divinos; todos aspiramos a una plenitud que, lo sepamos o no, sólo Dios puede saciar. María, “llena de gracia”, o sea, “llena de Dios”, es un buen referente humano de todas nuestras aspiraciones.

Por otra parte, además de a una vida plena, todos aspiramos a una vida que dure. Vida plena que dure, vida llena de Dios y eterna. En la asunción de María se realiza esta otra gran aspiración humana: vivir para siempre, unidos a Dios, fuente de toda vida. Y vivir con toda nuestra realidad colmada en todas sus dimensiones. María, “en cuerpo y alma” en el cielo, es el referente de lo que todos anhelamos: que nada nos falte, que todos los aspectos y dimensiones de nuestra vida están colmados y saciados. ¿Qué es la salvación? La salvación es un proyecto de vida feliz, estable y completa, en el que todas las dimensiones de la persona están plenamente saciadas. Eso es lo que, con otras palabras, el dogma de la Asunción dice de María. Esa es la esperanza cristiana. Por eso, María es el reflejo de nuestro propio misterio.

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7
Ago
2019
Jesús en Nazaret: la vida de un hombre corriente
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pasillo

Sorprende el amplio vacío que hay en los evangelios sobre los primeros treinta años de la vida de Jesús. Después de narrar con detalle los momentos que precedieron y siguieron a su nacimiento, los evangelios dan un salto de treinta años y lo muestran predicando en Galilea. Sólo uno narra un acontecimiento de Jesús adolescente: en una peregrinación a Jerusalén, acompañado de su familia, Jesús se quedó en el templo, en vez de incorporarse al grupo para regresar a Nazaret. Luego, resume en una frase 18 años de vida (desde los 12 que podría tener el niño perdido hasta los 30 y pocos que tendría el predicador ambulante): el niño crecía en edad (con las dificultades y alegrías que comporta la adolescencia), en sabiduría (seguramente en ocasiones le costaría algún esfuerzo eso de aprender) y en gracia (o sea, en experiencia de Dios, como ocurre con todos nosotros, que vamos progresando paulatinamente en nuestro saber y en nuestra experiencia religiosa). Jesús también creció espiritualmente, dice Francisco citando a Juan Pablo II (Christus vivit, 26). O sea, todo muy normal.

Es fácil deducir que durante este tiempo la vida de Jesús fue similar a la de cualquier otro muchacho en un pueblo pequeño y pobre, como era Nazaret. En aquella familia y sociedad religiosa en la que el muchacho creció, debió aprender una serie de prácticas de la religión judía. Sobre todo, aprendió un trabajo, para ayudar a su familia, sin duda el trabajo de su padre. Los evangelios indican que tanto José como Jesús eran “carpinteros”, expresión que hay que entender en sentido amplio, no solo trabajadores de la madera, sino también de la construcción. Era un trabajo duro y costoso, propio de las clases más bajas de aquella sociedad. Al fin y al cabo, los campesinos tenían algo de tierra en propiedad. El “tekton” (carpintero, artesano, albañil) tenía la fuerza de sus brazos. No era precisamente un empresario.

¿De qué modo esta vida ordinaria de Jesús se cruza con la nuestra? ¿Tiene algo que decirnos, hay algo que aprender? A veces pensamos que nuestras vidas vulgares y corrientes se alejan de una supuesta vida extraordinaria o deslumbrante de Jesús. Y nos preguntamos como podemos ser santos desde la normalidad y el aburrimiento de lo cotidiano. Cuando nos hacemos esas preguntas deberíamos recordar que Jesús fue “un muchacho más de su pueblo” (Christus vivit, 28), un simple carpintero en una aldea cualquiera. Jesús llevó una vida muy ordinaria. Eso explicaría la sorpresa de aquellos que le conocían cuando inició su ministerio público: ¿no es este el carpintero?, ¿no conocemos de sobra a sus padres y a sus hermanos?. La vida de Jesús en Nazaret nos habla del valor y significado de nuestras vidas corrientes. Lo ordinario de la vida puede estar lleno de Dios.

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2
Ago
2019
Cuidar unos de otros
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cociendopan

Cuidar del otro es un dato antropológico, un instinto muy humano, pero, desgraciadamente, coexiste con otro instinto contrario: pensar sobre todo en uno mismo. Bien entendidos, estos dos datos podrían ser compatibles, pues el cuidado de uno mismo no tiene que impedirnos cuidar también del otro. Si cada uno, además de cuidarse a sí mismo, cuida al otro, entonces los dos se cuidan y además son cuidados. De modo que el cuidado mutuo es un cuidado enriquecido, una ganancia para los dos. Mientras la competitividad nos empobrece, porque en el esfuerzo de vencer al otro nosotros perdemos fuerza, el mutuo cuidado multiplica la fuerza propia con la fuerza ajena.

Se diría que el ser humano está embargado por una serie de sentimientos contradictorios. Por una parte, la compasión parece una actitud consustancial a la naturaleza humana. Si nos cuesta ver el sufrimiento de los demás, y tendemos espontáneamente a ayudarles, es porque al contemplar a una persona con necesidades especiales o el rostro desfigurado de una persona por un accidente de tráfico, estamos contemplando nuestra propia posibilidad. Se trata de estados de dependencia que me podrían haber tocado a mí. Por eso, la situación del necesitado nos da pena y suscita nuestra compasión, porque consciente o inconscientemente vemos allí nuestra propia posibilidad.

Si la compasión es constitutiva de lo humano, no es menos cierto que el egoísmo parece estar en el origen de todos los males de la humanidad. Egoísmo significa amor a uno mismo. Ahora bien, hay distintos modos de amarse a sí mismo. Todos deseamos lo bueno, lo mejor, para nosotros. Pero hay un egoísmo que todo lo centra en uno mismo, por encima y a veces contra todo lo demás, reduciendo a los demás a mera posesión e instrumento. Este egoísmo se opone frontalmente al amor y, llevado a su extremo, desemboca en la soledad absoluta. Porque cuando uno sólo piensa en sí mismo, se queda solo consigo mismo.

Si llegase un momento en que, para cada uno, todos los demás estorbasen, eso sería el principio del fin de la humanidad, la guerra total, la búsqueda de la aniquilación de los otros, hasta quedar uno solo consigo mismo. Esta soledad absoluta sería también la propia autodestrucción, porque, de un modo u otro, siempre dependemos de los demás. El depender de los demás debería hacernos pensar en cómo sacar el mejor provecho a esta dependencia. La dependencia mutua puede traducirse en búsqueda de sometimiento. Como dependo de los demás, trato de someterlos para que me sirvan. Pero la dependencia puede traducirse en colaboración. Como dependo de los demás, y los demás dependen de mi, puedo hacer de esta dependencia mutua una ayuda mutua, un mutuo cuidado. Esta reflexión antropológica encuentra en el mensaje cristiano una excelente iluminación.

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29
Jul
2019
Contemplación y predicación
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santamarta

Homilía del lunes, 29 de julio de 2019, fiesta de Santa Marta, en el Capítulo General de la Orden de Predicadores en Vietnam:

Tras experimentar las maravillas de Dios, el pueblo de Israel hizo una promesa de perpetua fidelidad a Dios, según relata el libro del Éxodo. Hoy hemos visto como esta promesa de fidelidad se cambió rápidamente por la realidad de la infidelidad. No es nada fácil ser fiel a un Dios al que no se puede ver, ni oír, ni tocar, un Dios invisible, que siempre se nos escapa, que nunca controlamos. Lo fácil es adorar al oro, al dinero, que es algo concreto, parece maravilloso y siempre deslumbra. Yo suelo decir que el dinero nos vuelve locos a todos. Cuando nuestro criterio de actuación es el dinero, perdemos la perspectiva. Es una advertencia para nosotros, casi al final del Capítulo. Muchas actas, muchos buenos deseos, muchas promesas. Lo importante van a ser las realidades.

Vamos con Marta y María. Los maestros espirituales de no hace mucho tiempo, presentaban a Marta y María como iconos o figuras de dos tipos de vida consagrada: la activa y la contemplativa. Evidentemente los textos evangélicos hablan de otra cosa, pero a ellos les venía bien eso de que “María ha escogido la mejor parte”, para concluir en la mayor perfección de la vida contemplativa.

A mi se me aclararon las cosas sobre la relación entre vida activa y contemplativa leyendo una de las cuestiones disputadas de Caritate de santo Tomás. Allí el santo dice que hay tres grados en el amor a Dios: primer grado, el de aquellos que fácilmente dejan la oración bajo pretexto de trabajos apostólicos; esos manifiestan poco amor a Dios. Otros, en cambio, se deleitan tanto en la oración, que no quieren dejarla ni siquiera para servir al prójimo. Más algunos, dice el santo, suben a tan alta cima de la caridad, que dejan la contemplación divina, aunque tengan en ella el máximo deleite, a fin de servir a Dios para salvación de los prójimos. Esta perfección, dice el santo, es propia de los predicadores. Los predicadores de la fe son los que alcanzan el máximo grado de perfección en el amor.

Dejo de lado algunas otras cosas interesantes que añade Tomás de Aquino, para no cansarles. Concluyo: puestos a usar estas dos figuras, la de Marta y la de María, como iconos de vida consagrada, habría que decir: ni Marta sola, ni María sola. Marta y María siempre juntas e inseparables. Eso sin olvidar que el evangelio pone en boca de Marta una de las más bellas confesiones, la que debe anunciar todo predicador de la fe: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, la resurrección y la vida. Quién cree en él, no morirá para siempre.

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26
Jul
2019
Una esclavitud que suprime toda esclavitud
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cadenas02

Una de las claves de la enseñanza de Jesús es la reciprocidad, que es una consecuencia directa de la fraternidad: “amaos los unos a los otros”. La plenitud del amor evangélico no va en una sola dirección (el amor al enemigo, por ejemplo), siempre es bidireccional: es mutuo. En este amor mutuo, el de los unos a los otros, está el signo de los discípulos de Cristo, el gran signo para que el mundo crea.

Se diría que San Pablo lleva a su extremo la bidireccionalidad al emplear la siguiente formulación: “sed esclavos los unos de los otros por el amor”. La esclavitud, en tiempos de san Pablo, comportaba derechos absolutos del amo sobre el esclavo. San Pablo se enfrentó a un problema social con repercusiones cristianas, pues se encontró con amos y esclavos cristianos. Su contexto social no le permitía cambiar las leyes y costumbres de la época. De ahí que emplea lo que hoy llamaríamos componendas, y recomienda a los amos que traten bien a sus esclavos.

Pero, junto con las componendas, aparecen en san Pablo auténticas “bombas de relojería”, que sólo con el tiempo producirán sus necesarios efectos. Una de estas “bombas” pudiera ser la exhortación a que los cristianos sean “esclavos los unos de los otros”. Si mi hermano tiene derecho a mi servicio incondicional, yo tengo el mismo derecho sobre él. Eso significa la conversión de la esclavitud en amor absoluto e incondicional.

En una comunidad cristiana solo hay hermanos. No hay maestros ni señores. Ya lo dijo Jesús: no llaméis a nadie maestro ni director, porque sólo uno es vuestro maestro, el Padre del cielo. Esta fraternidad debe traducirse siempre en reciprocidad, llegando a lo más concreto. De ahí la exhortación de san Pablo al servicio mutuo, incluso en los detalles que requieren más humildad, esos detalles que estaban reservados a los esclavos de inferior categoría como, por ejemplo, lavar los pies al amo y señor. Si yo soy esclavo de mi hermano y mi hermano es esclavo mío, entonces los dos estamos exactamente al mismo nivel, somos totalmente iguales en dignidad, gobierno y servicio.

La clave de las relaciones entre cristianos es la reciprocidad: lo que yo soy para el otro, el otro lo es para mí. Cuando no hay reciprocidad, no hay amor cristiano. Mejor dicho: puede haber amor cristiano sin reciprocidad, es el caso del amor al enemigo. Pero ya he dicho que ese no es el ideal del amor cristiano. La plenitud del amor cristiano es el amor mutuo: amaos los unos a los otros. El mejor ejemplo de esta reciprocidad es el amor de Jesús al Padre y del Padre a Jesús: “como el Padre me amó, así os he amado yo”; permaneced en un amor como el mío. De ahí esta palabra de Jesús a sus discípulos: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

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22
Jul
2019
La flaqueza en un patíbulo
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cruzmayobancos

San Pablo, en su primera carta a los Corintios, dice que la predicación de la cruz es necedad para unos y sabiduría para otros. Tomás de Aquino escribe a propósito de la necedad de la cruz: “La predicación de la cruz de Cristo contiene tantas cosas que a la luz de la sabiduría humana parecen imposibles. Por ejemplo: el hecho de que un Dios muera y que el omnipotente perezca a manos de los violentos. La misma predicación, además, presenta algunos elementos que parecen contrarios a la sabiduría humana; por ejemplo: que alguien, pudiéndolo, no huya de las humillaciones”.

No cabe duda de que la fe cristiana está llena de paradojas que chocan con la razón, aunque bien pensadas tienen una extraña sabiduría que puede abrir la razón a perspectivas nuevas. Eso que Tomás de Aquino considera un imposible para la razón, a saber, que el omnipotente perezca a manos de los violentos, el Credo lo confiesa cuando dice que el Hijo, de la misma naturaleza del Padre y, por tanto, todopoderoso como él, padeció bajo el poder de Poncio Pilato. ¡El todopoderoso sometido al pobre poder de un dictador! ¿Qué clase de todo poder es ese? Bien pensado, es el verdadero poder, que no es otro que el poder del Amor. El amor no se impone por medio de la violencia. Y el amor absoluto, sin límite ni discriminación, no puede responder con violencia a la violencia. El todo poder es el poder del amor.

Según Tomás de Aquino la cruz parece una necedad a los que piden milagros como prueba de la solidez de una doctrina o de la valía de una persona. Y nota con agudeza: en la cruz, en lugar de milagros, aparecía “la flaqueza en un patíbulo”. Hay muchos que piensan con la lógica del poder. Pero hay otra lógica, la del amor, el perdón y la misericordia. Esa es la sabiduría de Dios que se manifiesta en la cruz. En esta línea va esta reflexión de Juan Pablo II (en Fides et ratio, 23): “El verdadero punto central que desafía toda filosofía, es la muerte de Jesucristo en la cruz”. Contra un acontecimiento así “se estrella todo intento de la mente de construir sobre argumentaciones solamente humanas una justificación suficiente del sentido de la existencia”.

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18
Jul
2019
En Vietnam dicen no sin decir no
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ventana

Cada pueblo tiene sus peculiaridades culturales, todas muy legítimas y dignas. Una de las cosas que cuentan los frailes españoles que trabajan y residen en Asía, es que estas gentes “dicen no sin decir no”. Un “no” directo les parece una grosería, porque siempre hay que dejar una puerta abierta, incluso al adversario. Por eso, si tienen que negar, lo hacen a base de giros que ellos entienden perfectamente, pero que podrían confundir a uno de otra cultura. Giros del tipo: quizás, ya veremos.

Esta anécdota, que me contaban ayer tomando café, contiene una importante lección: siempre hay que dejar una puerta abierta al adversario. En primer lugar, porque así facilitamos la posible reconciliación. Y, en segundo lugar, porque así somos más justos, pues reconocemos la parte de razón que pueda tener la posición del otro.

Cuando en un coloquio o discusión, hay que manifestar el desacuerdo con otro, no es bueno comenzar por decir: “no estoy de acuerdo”, y menos aún: “no tienes razón”. Cuando se quiere ofrecer una opinión distinta o contraria a la que otro ha manifestado, lo mejor es comenzar por encontrar algo positivo en lo que ha dicho, y empezar así: “tienes razón cuando dices…”. Si empiezas así, el otro al que vas a contradecir, probablemente, te sonreirá. Y, a lo mejor, te lo has ganado. Y después de “darle la razón” en lo que la tiene, podrás añadir tu “pero”, expresar tu desacuerdo en un clima de buen entendimiento.

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15
Jul
2019
De nombres y apellidos
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marycosta

Los nombres y los apellidos merecen mucho respeto, porque son signos de identidad. Los apellidos hacen referencia directa a la propia familia. Cierto, hay nombres y apellidos que, en algunos lugares, pueden sonar de forma extraña. Yo llevo cuarenta años “pasando lista” el primer día de clase, entre otras cosas para identificar a mis nuevos alumnos y así, de paso, algunos compañeros identifican a los alumnos que para ellos son nuevos. Nunca he consentido que nadie hiciera el menor comentario “inadecuado” a propósito de algún nombre o apellido.

Hay lugares geográficos en los que algunos apellidos se repiten con relativa frecuencia. Quizás sea un signo de un parentesco entre las familias de ese lugar con el mismo apellido, que se remonta a muchas generaciones. Digo todo esto a propósito del apellido del nuevo Maestro de la Orden de Predicadores, el filipino Gerard Timoner, una persona cercana y de trato agradable. Su apellido me resulta muy familiar. El pasado domingo me acerqué a él y le pregunté si sabía de la existencia de un ciclista llamado Guillermo Timoner. Para los que no lo sepan, se trata de un deportista mallorquín, que competía en ciclismo en la modalidad de pista y fue seis veces campeón del mundo en la prueba de medio fondo. Actualmente tiene 93 años.

Pues bien, el Maestro de la Orden sabía perfectamente de quién le hablaba. Entonces le dije: este deportista nació en Felanitx, un pueblo muy cercano al mío. Y este apellido es relativamente frecuente por aquellos pueblos de Mallorca. Entonces, el Maestro sonriendo me dijo: “pues habrá que ir allí para encontrar mi árbol genealógico”. De ninguna manera estoy diciendo que el Maestro tenga antecedentes mallorquines, aunque nunca sea sabe. Lo que digo es que su apellido es propio de tierras mediterráneas. Nada más. Casualidades de la vida, que seguramente no significan gran cosa.

Por cierto, estoy recibiendo correos y mensajes que manifiestan su alegría y su satisfacción por el nombramiento del P. Timoner. Espero que su magisterio responda a las expectativas.

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