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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Jul
2021
En otro orden: partir, compartir y repartir
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jesusyapostoles

Es posible realizar otra lectura de los mismos verbos que han inspirado el post anterior. En esta segunda lectura el orden de los verbos cambia ligeramente para convertirse en un gesto que debe ser el hilo conductor de toda la vida, gesto que nos define como cristianos. El orden sería: partir, compartir, repartir. El verbo partir tendría ahora el sentido de salir de un lugar o situación para dirigirse a otro lugar. En primer lugar, los cristianos estamos invitados a partir, o sea, a salir de nuestra conciencia de propiedad, de nuestro egoísmo; a dejar nuestras ambiciones y ganas de poseer. Si salimos, estaremos en disposición de compartir, es decir, ofreceremos lo que tenemos, y recibiremos con alegría lo que otros pueden darnos, colaboraremos, serviremos en común. Y finalmente, repartimos, es decir, dejamos que otros crezcan, aún cuando nosotros disminuyamos, seremos fermento que hace crecer a los demás, daremos gratuitamente sin esperar nada a cambio.

También en esta nueva perspectiva, Jesús se presenta como el modelo más acabado: él es el que sale del Padre para venir a nuestro mundo, el que deja la gloria para entrar en la pobreza. Y una vez que ha entrado en nuestra realidad, haciéndose uno de tantos, comparte todo lo que es y todo lo que puede con nosotros: pasó haciendo el bien, curando a todos los oprimidos, dando salud a los enfermos y alegría a los tristes; y también recibiendo, agradeciendo los gestos de cariño que otros tenían con él, cuando por ejemplo una mujer derramó sobre su cuerpo un frasco de perfume carísimo. Jesús daba y recibía, se entregaba y acogía. Y finalmente, Jesús reparte gratuitamente, sin esperar nada a cambio: perdona a sus enemigos, devuelve bien por mal, responde siempre con una bendición.

Partir, compartir y repartir: tres verbos que resumen lo que fue la vida de Jesús y lo que debe ser la vida del cristiano. En nuestro caso no se realiza eso de que “el que parte y reparte se queda con la mejor parte”. Entendido así, el partir y el repartir no es compartir, sino clara manifestación de egoísmo. No se trata de que el cristiano, cuando parte y reparte, se quede sin nada. Todo lo contrario, pues al partir y repartir también comparte; el reparto que hace el cristiano es fuente inagotable de riqueza. Al dar, recibe. Y recibe tanto más cuanto más da. Cuando entrego mi saber, lejos de quedarme sin él, mi saber aumenta, al ver la reacción de mis alumnos y al sentirme obligado a repensar ante sus preguntas. Cuando reparto alegría, lejos de quedarme triste, multiplico la alegría, pues la alegría de los otros revierte sobre mi, y así nos enriquecemos todos cada vez más. Ese es el secreto del evangelio: el que entrega su vida, no la pierde, no se queda sin ella. El que entrega su vida, la gana.

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5
Jul
2021
Partir, repartir y compartir
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partirpan

Partir, repartir y compartir son tres verbos relacionados con la palabra parte. El término “parte” indica que el todo no está concentrado en un solo lugar, en una sola mano. La palabra “parte” orienta hacia la pluralidad.

Los tres verbos suponen una acción que puede realizar un mismo sujeto, pero con matices distintos. Partir es tomar un todo y hacerlo trozos. Es posible que uno parta para quedarse con todos los trozos. Repartir es tomar los trozos y entregarlos a otros. Se pueden entregar por distintos motivos. Normalmente, cuando alguien reparte algo es para obtener un beneficio: reparto para que me compensen por lo repartido. También se puede repartir gratuitamente: reparto sin pedir nada a cambio. En el primer caso, al repartidor no le importan aquellos a quienes entrega el bien partido, solo le importa que se lo paguen. Pero incluso cuando uno reparte gratuitamente, es posible que no quiera saber nada de las personas a las que ha repartido los trozos; quizás los ha entregado por obligación o porque le sobraban y no tenía donde colocarlos. Compartir supone que la persona que parte y reparte, disfruta conjuntamente con las otras personas del bien repartido.

Si la primera acción, partir, puede resultar un gesto egoísta, el momento del repartir puede ser un gesto indiferente o generoso. Lo que está claro que es el tercer momento, el compartir, es un gesto de fraternidad, de respeto hacia los otros, un gesto de amor y cercanía. Compartir es algo más que estar juntos, pues se puede estar juntos sin estar unidos o con sentimientos opuestos. Compartir es tener una sola alma y un solo corazón y, en consecuencia, vivir en la alegría de tenerlo todo en común, de forma que a nadie le falte lo necesario. Pues donde hay mucho pan, y el pan se lo queda uno solo, solo come uno, y los demás pasan hambre. Cuando el pan se reparte, comen todos. Y cuando se comparte, además de comer todos, se vive en la alegría que produce la mesa compartida.

Este triple gesto Jesús lo realizó en la cena de despedida con sus discípulos antes de padecer, cuando tomo el pan y lo partió. Después lo repartió, lo entregó a sus discípulas y discípulos; y finalmente lo compartió con todos. Juntos comieron del mismo pan y luego bebieron de la misma copa. En este gesto de compartir pan y vino, Jesús estaba significando una realidad mucho más profunda y vital, pues en el pan y el vino era Jesús mismo quién se partía, se repartía y finalmente se entregaba a los suyos compartiendo la propia vida y uniendo su vida con la de los discípulos. Jesús no comparte solo lo que tiene, no comparte pan; Jesús se entrega a sí mismo, dando la vida por los hermanos. Es imposible ir más lejos en el compartir. A sus seguidores, Jesús nos llama a entregar la vida por los hermanos: “En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1 Jn 3,16).

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1
Jul
2021
Espiritual viene de Espíritu Santo
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luzespiritual

La palabra espiritual se presta a varias interpreta­ciones, no siempre fáciles de armonizar. Por espiritual, a veces, se entiende lo contrario a lo sensual, como si lo sensual fuera malo y lo espiritual bueno. Pero lo sensual puede ser algo estu­pendo, todo depende de como se use. Por el con­trario, los malos pensamientos, el odio o el deseo de venganza, son senti­mientos que proceden de la altura luci­ferina del espíritu. Otras veces se en­tiende por espiritual lo opuesto a lo mundano. De nuevo subyace aquí un con­cepto negativo de mundo y la idea equivocada de que alejarse de este mundo es, por principio, una buena cosa.

El sustantivo espiritual suele, en algunos ambientes, ir acompañado de distintos adjetivos: espiritualidad de la vida religiosa, sacerdotal, mariana, laical… Parece entonces que lo espiritual tiene distintos caminos y designa compartimentos separados, estilos de vida o talantes particulares, que tienen sus pro­pias características.

Por otra parte, hoy, algunos hablan de un retorno de lo espiritual. ¿Qué se quiere decir con eso? ¿Qué el ser humano está necesitado de espacios de silencio, que contemplar la naturaleza le llena de paz interior, que el escuchar música melodiosa o contemplar la belleza le deja pensativo o le produce una sensación de gozo, que las cosas materiales no llenan nunca el profundo vacío interior que nos embarga, en definitiva, que la persona está necesitada de un sentido para su vida que no acaba de encontrar? Un con­cepto de religión, entendida como asunto estético, sensación cálida o sentirse momentáneamente acompañado, suele rela­cionarse o identificarse con este llamado retorno de lo espiritual.

Frente a todas estas ideas de lo espiritual, me parece urgente recuperar su genuino sentido. Espiritual viene de Espíritu Santo. La espiritualidad es la sinto­nía del espíritu humano con el Espíritu divino. Y si esto es así, lo espiritual abarca todas las dimensiones de la persona, corporales, sensuales, sociales, económi­cas, laborales y políticas. Todo puede y debe ser impregnado del Espíritu de Dios. Pues el Espíritu es el Amor de Dios derramado en lo más central y autén­tico de nuestra vida. Derramado, como el agua que se derrama. O sea, que em­papa toda la existencia.

Allí donde hay una persona que vive en el amor, que ayuda al inmigrante, que comparte su dinero con el pobre, que perdona al que le ofende, que trabaja por la paz, que se compro­mete con las causas justas, allí hay una persona espiritual, movida por el Espí­ritu Santo. Y allí donde uno se aleja del mundo, se olvida de los demás, hace como que no se entera, consiente por omisión la injusticia, aunque tenga los ojos en blanco, vaya vestido con há­bitos monásticos, se pase largas horas sentado ante una imagen religiosa o le­yendo libros llamados piadosos, allí no hay una persona espiritual, sino una per­sona apocada, que pierde lamenta­blemente su tiempo.

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27
Jun
2021
Factores que alimentan la increencia
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increencia

La increencia es un fenómeno complejo. Es posible detectar algunos factores que la alimentan. En la medida en que los creyentes los apoyemos, directa o indirectamente, dificultamos la difusión de la fe.

Una posible causa de la increencia es el predominio de una mentalidad que cree que todo se soluciona con dinero o con ciencia, lo que produce la expectativa de que todo puede tener una solución tecnológica. Esa mentalidad no facilita que surjan las preguntas más fundamentales y existenciales.

Otro motivo podría ser el relativismo, propio de las sociedades democráticas. El pluralismo, al presentar un variado mercado de valores y estilos de vida, de religiones incluso, no sólo ha tenido como resultado el surgimiento de valores auténticos como el respeto y la tolerancia, sino que, mal comprendido, ha producido un relativismo muy hondo: no se concibe que alguien se presente como poseyendo la verdad plena y absoluta. Quién piensa que la religión cristiana tiene esa pretensión, la descalifica. En muchos ambientes, tanto de intelectuales como de gente sencilla, la Iglesia se percibe como un residuo de absolutismo y dogmatismo, como una institución rígida que no ha sabido acomodarse a los tiempos democráticos.

Finalmente, no seguir los caminos que el Concilio Vaticano II (GS, 20) recomendaba para frenar el avance de la increencia sería también un factor que la alimenta. En resumen, serían estos tres: 1º.- una inadecuada exposición de la doctrina: la formación doctrinal del pueblo, e incluso de muchos catequistas y clérigos, es ciertamente “inadecuada”; 2º.- inautenticidad de vida cristiana: hay cristianos que no viven de acuerdo con su fe; 3º.- falta de “diálogo sincero”, tanto al interior de la Iglesia, como con los “de fuera”.

Por otra parte, hoy nos encontramos con una serie de factores que modifican los rasgos típicos o tradicionales de la increencia: La increencia hoy se presenta como una “increencia práctica”. Muchos siguen afirmando que creen en Dios y se confiesan cristianos pero, de hecho, esto tiene escasa o nula repercusión en sus vidas y en sus actuaciones públicas. Hoy se tiene mayor sensibilidad por los asuntos que tienen que ver con los derechos humanos y la ética pública. Pero en el terreno de la ética personal todo parece permitido. La sociedad de consumo, la búsqueda del bienestar, la “autorrealización personal”, el pluralismo de opciones, el deseo de placer, etc., caracterizan los estilos de vida. No se quieren adhesiones firmes a nada, ni convicciones fuertes, ni ideales exigentes, ni el sacrificio de buscar la verdad y comprometerse con ella. Sólo se valora aquello que favorece la propia autorrealización.

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23
Jun
2021
San Pedro: la fuerza en la debilidad
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pedroypablo

El 29 de junio se celebra la festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia de Roma. En otros tiempos, en países de tradición católica, era fiesta de precepto y día no laborable. Hoy sigue siendo no laborable en algunos lugares como Chile o Perú. En España la celebración litúrgica se ha trasladado al domingo más próximo, de modo que este año 2021, en vez celebrar la eucaristía del domingo XIII del tiempo ordinario se celebrará la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo. ¿Por qué este interés en celebrar solemnemente la fiesta de san Pedro? Pues, entre otras cosas, para aprovechar la oportunidad de predicar sobre el “ministerio petrino” como signo visible de unidad de la Iglesia. Y para que se exhorte a los fieles a rezar por el Papa Francisco.

El “ministerio petrino” es tema controvertido en los diálogos ecuménicos, aunque, por parte católica, se han dado pasos importantes para situar este ministerio en el contexto de la sinodalidad de la Iglesia y como un ministerio “diaconal”. No quiero ahora entrar en ese debate, porque de cara a la celebración de la fiesta de san Pedro me parece más importante hacer una reflexión “espiritual” que ayude a vivir mejor nuestra fe. Destaco, a este respecto, dos momentos de la vida de san Pedro, en los que me parece que se hace verdad eso que dice san Pablo de que la fuerza se realiza en la debilidad. Y añado que esta fuerza de la debilidad es la más potente, pues su potencia está fundamentada en el amor.

El primer momento de la vida de Pedro que destaco es lo que sucede cuando Jesús es juzgado por el sumo sacerdote Caifás. Pedro está por los alrededores de la casa, mirando a ver qué pasa. Entonces algunos de los que estaban por allí le preguntan varias veces si él no es uno de los discípulos de Jesús. Pedro lo niega repetidamente, pero la insistencia de la pregunta y lo que le dice uno de los preguntadores: “tu misma habla te descubre”, me mueven a pensar que Pedro negaba muy mal. Se notaba que lo hacía de forma forzada, de mala gana. ¡Ojalá, cuando yo niegue a Jesús, se me note que soy de los suyos, que peco de mala gana, que mi negativa no convence!

Otro momento de fuerza en la debilidad, ocurre cuando Pablo critica a Pedro por disimular sus verdaderos sentimientos, al dar a entender que sólo los judíos convertidos que practicaban la Ley eran verdaderos cristianos (cf. Gal 2,11-13). Hoy casi nadie de los que ocupan puestos de mando acepta críticas a su gestión. Más bien, califican de rebeldes a quienes les critican. Al parecer, Pedro aceptaba la reprensión de Pablo, manifestando su capacidad de autocrítica y su disposición a dialogar. En la Iglesia hay funciones directivas, pero el ministerio eclesial es un ministerio de servicio que no busca dominar, ni imponer. El buen superior siempre piensa en el posible sufrimiento que pueden causar sus decisiones.

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18
Jun
2021
¿Es posible odiar a Dios?
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caos04

Si odio es rechazar lo que genera disgusto, lo que no me gusta, lo que me hace daño, aunque no sepa explicar muy bien porqué, entonces parece imposible odiar la suprema bondad, el supremo bien, la plena verdad, la belleza total y la absoluta felicidad. Todo eso, y mucho más, es Dios. Digo mucho más porque no hay palabras, por muy positivas que sean, que puedan definir lo que es Dios. Como bien decía San Justino “si alguien se atreve a decir que hay un nombre que expresa lo que es Dios es que está rematadamente loco”.

Por tanto, si alguien dice que odia o aborrece a Dios es porque no sabe lo que dice. Y si cree saber lo que dice, en realidad confunde a Dios con lo que no es. Quizás odia la severidad, quizás odia un determinado modo de concebir la moral, quizás odia que le impongan alguna carga, y confunde a Dios con todo eso. No odia a Dios, en realidad odia un dios imaginario, una falsa imagen de Dios. Es posible que esta falsa imagen de Dios la haya oído o encontrado en ambientes creyentes. Ya el Vaticano II hizo notar que en la génesis del ateísmo pueden tener parte de culpa los propios católicos por la mala doctrina que difunden o por el mal ejemplo que dan con su vida. Si alguien se queda con esa mala doctrina o ese mal ejemplo, y los aborrece, no aborrece en realidad a Dios, sino la mala imagen que de Dios hemos dado los creyentes.

El amor se mueve cuando se encuentra con algo que le atrae o le gusta; el odio se mueve cuando encuentra algo o alguien que le disgusta. Dios puede ser encontrado de dos modos: en sí mismo y, en este sentido, sólo será plenamente encontrado en la vida eterna; una vez encontrado, es imposible odiarle. Ahora bien, en este mundo Dios siempre es encontrado a través de mediaciones. Como acabamos de decir, si nos encontramos con una falsa o mala imagen de Dios, es posible odiar esta imagen. Pero también es posible encontrarnos con una buena imagen de Dios, con la mejor mediación posible, aunque no seamos conscientes de la presencia de Dios en esta mediación, a saber, el prójimo. Desde esta perspectiva es posible odiar a Dios. Odiamos a Dios, que está presente en el prójimo, cuando hacemos daño al hermano, cuando por envidia o por venganza deseamos que alguien no sólo desaparezca de nuestra vida, sino que desaparezca de la vida.

En esta línea hay que entender la grave denuncia de Jesús en Jn 15,24: “nos odian a mí y a mi Padre”. En realidad, lo que odia “el mundo” (como muy bien explica Tomás de Aquino comentando este texto) son las palabras y las obras de Cristo, en la medida en que estas obras y palabras denuncian la maldad del mundo. Más aún, la maldad imposibilita el encuentro con Dios, ya que la maldad y la bondad son incompatibles: “es imposible que un malo vea a Dios” (Tomás de Aquino).

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14
Jun
2021
Dios, pobreza eterna
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cruzmoderna02

El lenguaje que Dios ha elegido para darse a conocer es el ser humano, con todo lo que es y comporta. Un lenguaje maravilloso, pero al mismo tiempo limitado. Porque no hay realidad creada que pueda contener y expresar totalmente la grandeza de Dios. La revelación está totalmente afectada por la ley de la analogía, tal como dice el cuarto concilio de Letrán: “la diferencia que existe entre Él y nosotros es todavía mayor que el parecido”. Cuando Dios se revela en el hombre Jesús, esta revelación es limitada y, por tanto, oculta a Dios al mismo tiempo que lo revela.

El ser humano es el alfabeto, el órgano, el mejor instrumento sonoro que Dios puede escoger, si decide darse a conocer a su creatura. Dios debe volcar sus profundidades divinas, el abismo de su plenitud, en un abismo de indigencia. Así se explica que su gloria se revele en la cruz. Cuando Dios se revela, el ser humano sólo le alcanza en lo humano. La Palabra eterna nos llega en la carne de Jesucristo y en la palabra de la Iglesia (de sus sacramentos, de su liturgia, de su jerarquía, de sus doctores y teólogos). De forma similar hay que decir que para amar a Dios debemos encontrarle y amarle en nuestro prójimo, en la humildad de las relaciones fraternas.

Pero si el hombre es el lenguaje de Dios, el humano nunca se identifica con Dios. Dios se revela en lo humano, pero lo humano no es Dios. En lo humano se encuentra lo que Dios dice, pero quién lo dice es Dios. En el hecho mismo de desvelarse, Dios se esconde. Hay que mantener siempre que la sabiduría de este mundo es una locura comparada con la sabiduría de Dios. La Palabra de Dios se adapta a nuestras formas culturales, pero las corrige y las supera. Dios no es la continuación de nuestros deseos, sino su plenitud, pues siempre va más allá de lo que pueda desear e imaginar el corazón humano.

Si Dios se revela en lo humano, nada humano es extraño para Dios. Así se comprende que la palabra de Dios, revelada por los profetas de Israel, está condicionada por el contexto político, religioso y cultural de unos momentos históricos concretos. Dios se sirve del politeísmo religioso y cultural para darse a conocer como el único Dios. En medio de este ambiente cultural politeísta, en el que Abraham se encontraba, Dios no se manifiesta como único, sino como el mejor, el más poderoso de los dioses (cf. Ex 6,2-3). Y así se va abriendo camino la revelación de Dios como único. Por su parte, Von Balthasar se fija en Hechos 7,22 para notar lo mucho que debe la Escritura a la antigua sabiduría egipcia.

Todo esto encuentra su culminación y su más acabado modelo en el misterio de la Encarnación. Allí la grandeza de Dios se expresa como humildad de Dios. Contemplando este misterio divino es posible exclamar, como hace H. Urs von Balthasar: “¡Felices los pobres, pues Dios en todas sus riquezas es pobreza eterna! ¡Felices los humildes, pues Dios en su majestad es humildad eterna, ya que Dios mismo, en sus ascensiones es abajamiento, descendimiento eterno!”

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10
Jun
2021
La semilla crece lentamente pero no magicamente
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arbolcrecido

Los oyentes de Jesús, al escucharle hablar del Reino con fuerza y convicción, sobre todo al escuchar que el reino estaba cerca o incluso que ya había llegado, debieron hacerse algunas preguntas: ¿cómo es posible que si el Reino de Dios ha llegado todo siga igual que antes y por ningún sitio se vean los signos del reino futuro? Preguntas parecidas nos hacemos nosotros cuando oímos hermosos discursos sobre la fraternidad o sobre el evangelio como buena noticia que llena de alegría: ¿cómo es posible que los que anuncian esas cosas vivan como si ese discurso no fuera con ellos?, ¿cómo es posible que, si Dios es todopoderoso, su voluntad no se cumpla?, ¿cómo es posible que haya tanto mal y tanta injusticia?

En el evangelio de este domingo escucharemos dos parábolas de tipo vegetal que son una respuesta a este problema: el Reino es como una semilla que crece lentamente; o es como un grano de mostaza, que parece muy poca cosa, pero que termina siendo la más alta de las hortalizas. La semilla crece sin que el sembrador sepa cómo. Pero no crece automáticamente, el crecimiento no es mágico; para que crezca la semilla es necesario, al menos, que el sembrador siembre. El fruto parece que viene por sí solo, pero en realidad requiere una siembra.

Esa es la historia de los santos, sobre todo de los fundadores. Vieron una necesidad, y se preguntaron cómo hacer presente el evangelio para transformar aquella necesidad en un fruto bueno. Empezaron con pocos medios. Pero perseveraron. Y apareció el fruto. A veces los frutos llegaron con más abundancia cuando el fundador o la fundadora había desaparecido. Fueron sus hijas o hijos, que continuaron el carisma, los que recogieron los frutos. Los hijos o hijas no habían sembrado, pero participaron en el crecimiento. Porque para que la semilla dé fruto, no basta con plantarla, necesita ser cuidada, regada, protegida.

Estamos en una sociedad inmediatista. Todo parece muy rápido. Lo queremos todo aquí y ahora. No tenemos paciencia. Y las cosas buenas requieren tiempo y paciencia. Lo que parece que se logra con apretar un botón, es resultado de mucho trabajo, dedicación, tiempo y esfuerzo. Lo que pasa es que muchos solo ven los resultados y no se preguntan qué ha hecho posible esos resultados.

Tanto la educación humana como la religiosa requieren procesos, y requieren que el beneficiario participe de esos procesos. Quizás hoy el acceso a algunos datos sea una cuestión inmediata, basta encender el móvil o el ordenador y buscar en el buscador. La educación humana y la religiosa no es resultado de un buscador, es resultado de un proceso. La semilla crece lentamente. La acogida del evangelio requiere tiempo, porque implica un proceso de conversión. Encontrarse con Dios no es algo inmediato. Cierto, Dios siempre está presente, siempre nos espera, siempre nos observa con cariño y atención. Pero encontrarlo y reconocerlo requiere unas disposiciones acordes a lo que él es.

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7
Jun
2021
Estafador de curas
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estafa

Leo en un periódico de tirada nacional del cuatro de junio de 2021: “se busca a un estafador de curas que esgrime la muerte de su madre”. En resumen, se trata de un caballero que se presenta en la sacristía en un momento inoportuno, llorando desconsoladamente, contando que su madre acaba de fallecer sola en Barcelona y pidiendo 200 euros para ir a enterrarla dignamente. Evidentemente, no quiere que le acompañen a comprar el billete, porque tiene mucha prisa y el tren está a punto de salir. A mi me ha pasado que me han pedido dinero para comer, y cuando doy comida, la comida acaba en la basura.

Los intentos de estafa tienen muchas variantes. Les cuento una muy divertida: hace unos años, algunos superiores Provinciales europeos, recibieron un sobre de otro supuesto Provincial, con un cheque de 225.000 libras esterlinas, acompañado de una carta que decía más o menos: ingrese por favor este cheque en su cuenta y transfiera el equivalente a 200.000 euros a esta cuenta de un país africano, porque desde mi país no puedo transferir euros. Los necesitan con mucha urgencia. El resto (atención: la libra esterlina es más alta que el euro) es para sus “obras”. Imagino que el truco está en los días de intervalo que hay entre el ingreso del cheque y su validación. En el entretanto se he enviado un dinero no recuperable y nunca se hace efectivo el cheque en libras esterlinas.

Podría contar muchas más historias de las que he sido protagonista o testigo. Seguro que a muchos de mis lectores les han llegado solicitudes de amistad por el Facebook de personas con amigos comunes, con un perfil muy “religioso”, y después de “aceptar” llega un mensaje en el que la persona en cuestión ofrece préstamos inmediatos de hasta cinco millones de euros, a devolver en un larguísimo plazo y a bajo interés. Más interesante quizás es el mensaje enviado por correo electrónico (algunos tenemos la desgracia de tener correos electrónicos “oficiales” y, por tanto, públicos) en el que una señora viuda de un supuesto diplomático millonario quiere hacer una gran obra de caridad para redimir sus pecados, y busca una persona buena, que sea de fiar, para enviarle una gran cantidad de dinero para repartir entre “los pobres”

El mundo de la mentira y del engaño se sirve de nuestra codicia y, cuando hemos descubierto que este pecado no conduce a nada bueno, es ya tarde. Cuento todo esto en plan “divertimento”, porque me imagino que ninguno de mis lectores ha picado (si es que le ha sucedido algo de eso). Cuando les pidan dinero “por motivos religiosos”, si no conocen a la persona, las probabilidades de que sea una estafa son enormes. Y si conocen a la persona, y están en plan generoso, asegúrense bien del destino de ese dinero. El dinero solidario mejor lo entregamos a instituciones serias, con solera y tradición, como Caritas u otras similares.

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4
Jun
2021
Mi cuerpo, mi morir por la multitud
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corpus2021

En la fiesta del “Corpus” de este año leemos el evangelio de Marcos que, probablemente, contiene las fórmulas más primitivas de la Eucaristía. Esto es mi cuerpo significa: esto soy yo mismo, con este pan me doy a mi mismo. Esta frase quiere decir: al recibir los discípulos el pan, participan de la autoentrega de Jesús. Jesús nos entrega su vida para que participemos de su vida. Las palabras sobre la copa hablan de sangre derramada por la multitud, por todos sin excepción. De nuevo se alude aquí a una vida entregada, a un morir por la multitud. La realidad significada por este binomio: mi cuerpo / mi morir por la multitud, tiene un alcance universal, va más allá del momento en que acontece: los discípulos participan de la entrega que Jesús hace de su propia vida por los demás. El que participa de la eucaristía está marcado por la fuerza reconciliadora universal de la muerte de Jesús. Así se comprende que en los grupos y comunidades eclesiales donde no hay verdadera fraternidad, no hay tampoco una adecuada recepción de la eucaristía.

La fiesta del “Corpus”, más allá de sus manifestaciones procesionales y populares, nos recuerda la indisoluble relación que hay entre eucaristía y fraternidad. Recibir el cuerpo de Cristo es formar parte de su cuerpo, recibir la sangre de Cristo es imbuirse de su espíritu de vida. La transformación sustancial que se realizó en el cenáculo está destinada a realizar un proceso de transformaciones, cuyo último fin es la transformación del mundo hasta que Dios sea “todo en todos” (1 Cor 15,28), o sea, la realidad que todo lo determine. Mediante la eucaristía, Jesús nos invita a entrar en la dinámica de esta transformación. El cuerpo y la sangre de Cristo se nos dan para que nosotros seamos transformados, convertidos en consanguíneos de Cristo. Y para que, desde nosotros, el amor de Cristo se extienda a todo el mundo, para que el amor sea la medida dominante del mundo.

Por razones históricas y motivos higiénicos (cosa que con la pandemia resulta hoy perfectamente comprensible) se ha priorizado el pan como elemento de comunión y de adoración. De hecho, la fiesta del “Corpus” recalca precisamente este aspecto. Pero no hay que olvidar que la mayoría de los binomios refuerzan una realidad que está contenida totalmente en cada de sus términos. Así, por ejemplo, decir “mujeres y varones”, o “blancos y negros” indica la totalidad de los seres humanos, pero la realidad humana se realiza igualmente en la mujer o en el varón. Cuerpo y sangre es un binomio que indica el todo de la vida de Cristo, pero este todo se significa en cada uno de los términos del binomio. La fiesta del “corpus”, celebra la presencia de Cristo en los elementos del pan y del vino, la presencia de aquel que está con nosotros de forma velada, a la espera del día glorioso en que podamos beber con él el vino nuevo en el Reino de Dios.

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