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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

28
Mar
2010
El sufrimiento como don
7 comentarios

El dolor y el sufrimiento son más amplios y abarcantes que sus aspectos antropológicos. La carrera de la vida es posible gracias al sufrimiento, la lucha y la muerte. La lucha y la muerte son elementos constitutivos de la creación continua de vida.

Muchos científicos explican el sufrimiento en términos biológicos. El sufrimiento es una adaptación evolutiva. La capacidad de sufrir eleva la posibilidad de supervivencia y reproducción de los organismos complejos. El sufrimiento tiene valor adaptativo porque advierte a los seres vivos dotados de sistema nervioso de que pueden correr peligro. Y estas alarmas ayudan a vivir el tiempo suficiente para transmitir los genes a las generaciones siguientes. Por otra parte, si los organismos nunca murieran, en un pequeño planeta como el nuestro no habría sitio suficiente para que existieran y evolucionaran nuevas y más complejas especies de vida. La muerte de innumerables organismos ancestrales es una necesidad absoluta desde el punto de vista biológico. Sin extinciones es improbable que los mamíferos, los primates y la vida humana hubieran llegado siquiera a surgir.

Antes de relacionar el sufrimiento con la culpa y el castigo, hay que entenderlo como un don. Esto debería llevar al creyente a pensar que el sujeto último del sufrimiento de la vida es Dios. En Jesucristo se revela un Dios que, por ser Amor, no retiene su categoría de Dios, toma la condición de lo inferior a él, se contrae y se retira para que otros puedan ser. Y, en virtud de su inagotable solidaridad, participa en la historia del sufrimiento, no limitado al ser humano. La lucha de la vida es la lucha del propio Dios. La esperanza del cristiano es que este sufrimiento del que Dios participa un día será asumido en una nueva creación, hacia la que según la fe, avanza un mundo que la ciencia nos ha descubierto hoy como todavía no terminado.

De entrada el sufrimiento no es, por tanto, expiatorio; tampoco es una tragedia. Son los dolores de parto de una nueva creación.

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26
Mar
2010
Actitud creyente ante una Iglesia pecadora
12 comentarios

La carta del Papa a los católicos irlandeses no ha calmado las aguas revueltas. Cada día aparecen nuevos casos de maltrato de menores. En estos momentos se está apuntando a la responsabilidad de las más altas instancias, lo que ha forzado al Vaticano a declarar que la Congregación de la Fe no avaló ningún encubrimiento. Estoy convencido que “desde arriba” se actuó de buena fe, buscando defender el prestigio de la Iglesia, aunque en la práctica tal actuación ha conducido a evitar las responsabilidades penales. Y al olvido de las víctimas. Una vez que eso ha salido a la luz, la credibilidad de la Iglesia se resiente.

Pero la fe no tiene que resentirse. Lo dije en un post anterior. Añado otras consideraciones. Se pregunta Tomás de Aquino quién tiene más mérito al creer, el creyente sencillo que no se entera de las dificultades que se levantan contra la fe, o el consciente de tales dificultades. Evidentemente el segundo, porque consciente de las dificultades, no abandona la fe. En línea similar: ¿quién tiene una fe más adulta y firme, el que prefiere no enterarse del pecado de la Iglesia o el que es bien consciente de que en esta Iglesia abundan los pecados, ambiciones, desvaríos, y sin embargo no la abandona? Evidentemente, el segundo.

Hay quien, cuando oye que la Iglesia es pecadora, replica: pecadores son los individuos. Pero entonces, en paralelo, habría que decir que los santos son las personas y no la Iglesia. Contrarréplica: la Iglesia es santa porque está permanentemente santificada por el Espíritu. De acuerdo, pero si necesita que el Espíritu la santifique es porque necesita convertirse. Solo los pecadores necesitan ser santificados. La Iglesia precisa ser santificada porque es pecadora.

El pecado se comprende, se perdona, y hasta se tapa. Todos somos pecadores. Lo grave de la situación actual no es el pecado, sino el delito. No todos somos delincuentes. El delito hay que denunciarlo, so pena de convertirse en cómplice, pues va más allá de la responsabilidad personal y entra en el terreno del daño que se hace a personas indefensas. Por tanto, exige reparación y cargar con las consecuencias del daño cometido: el que escandaliza a un pequeño, más le vale que le cuelguen al cuello una rueda de molino y lo hundan en el mar (Mt 18,6).

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25
Mar
2010
Muchos no pueden ser pocos
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¿A qué problema ideológico me refiero al decir que no convendría mal entender el cambio de traducción litúrgica, si es que así ocurre y cuando ocurra, de la sangre “derramada por todos los hombres” en sangre “derramada por muchos”? El peligro vendría si se entendiera que “muchos” no son “todos”. Me dicen, no lo he podido comprobar, que algunas introducciones que se están ya preparando para las nuevas ediciones del Misal en países americanos, insisten en que la sustitución de “todos” por “muchos” tiene una razón teológica: de hecho la redención no llega a todos, porque para que llegue se necesita la colaboración humana.

Cierto, la obra salvífica de Cristo no puede olvidar la libertad humana. Dios no salva al que no se deja salvar. La cuestión es: ¿y cómo sabemos nosotros quién se deja o no salvar? No lo sabemos. Al hacer intervenir la libertad humana no hay que pensar que la mayoría rechazan la acción de Dios en sus vidas. Así se ha creído durante mucho tiempo. San Agustín, por ejemplo, pensaba que eran más los condenados que los salvados. Desde este presupuesto resultaría que la sangre derramada “por muchos” sería en realidad derramada “por pocos”. A los que así piensan, aunque no se atrevan a explicitarlo, les encantará el cambio de traducción, pero será a costa de una cierta incoherencia. Porque mientras muchos pueden ser todos, y en todos encuentra el muchos su mejor realización, es claro que muchos no pueden convertirse en pocos, porque dejan de ser muchos.

Por tanto, con una u otra traducción, hay que dejar bien claro el alcance universal de la obra redentora de Cristo. Lo dijo muy bien el Concilio Vaticano II: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien al misterio pascual de Jesucristo”.

Final con un poco de humor: recuerdo un chiste de Mingote, en el que una señora con rosario, poco después de acabado el Vaticano II, le decía a otra señora: “Ya puede decir lo que quiera ese Concilio, que al final nos salvaremos los de siempre”. Es de esperar que “los de siempre” seamos, como dice el Apocalipsis, una multitud inmensa que nadie puede contar.

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23
Mar
2010
Sangre derramada ¿por cuántos?
7 comentarios

La Congregación para el Culto Divino parece que prepara una nueva traducción de los textos litúrgicos de la Eucaristía. Una de las variantes que posiblemente más llamará la atención será el cambio de las palabras sobre el cáliz. Me dicen que la expresión “sangre derramada por vosotros y por todos los hombres”, será sustituida por: “sangre derramada por muchos”. A mi parecer este cambio tiene motivos de sensibilidad cultural y motivos lingüísticos. Lo que no me gustaría es que, aprovechando un cambio sin duda conveniente, se colasen motivos ideológicos que desvirtuasen el sentido correcto que tiene la expresión actual: “sangre derramada por todos los hombres para el perdón de los pecados”. Si es “por todos” entonces deben estar incluidos los que matan a Jesús. El también muere por sus enemigos.

Digo una palabra sobre las buenas razones que avalan el posible cambio y dejo para otro post lo que he calificado de motivos ideológicos que no serían buenos compañeros del cambio. Una razón es de sensibilidad cultural. “Los hombres” (palabra relativamente frecuente en la liturgia eucarística) tiene un sentido genérico, incluyente, pero podría entenderse de forma excluyente. Dados los recelos que hoy suscitan estas cuestiones es bueno buscar una expresión que evite todo asomo de exclusión y que, además, no parezca recargada, como podría ser “seres humanos”. “Derramada por muchos” parece que cumple con la condición.

Hay otra razón de tipo linguístico. El término griego “polus” (utilizado por los evangelistas) significa muchos o multitud. Dicen los entendidos que la mentalidad semita desconoce los términos absolutos. “¿Cuánta veces he de perdonar?, ¿siete?”, pregunta Pedro a Jesús. Siete es un número de plenitud. Pedro quería decir algo así como “muchas veces”. Jesús le responde elevando el nivel de la plenitud y dice: setenta veces siete. Evidentemente, no 490, sino siempre. Pero al no disponer del vocablo “siempre” se hace necesario utilizar un circunloquio. Ocurre lo mismo con la sangre derramada por muchos. Traduciendo “polus” por muchos, como ya se hace en traducciones del Misal a otras lenguas modernas, se gana en precisión lingüística y no se desvirtúa el pensamiento evangélico: todos son muchos.

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20
Mar
2010
Sentimientos del Papa: vergüenza y remordimiento
14 comentarios

El Cardenal Cañizares ha resultado polémico, al manifestar que las informaciones sobre abusos sexuales de algunos clérigos son, en realidad, un intento de distraer la atención para que la Iglesia no hable de lo único importante, que es Jesucristo. Por una parte, me alegro de este recordatorio sobre lo esencial, porque a veces parece que algunos discursos de la jerarquía dan a entender que lo fundamental son las cuestiones de bioética. Pero, por otra, no hay que olvidar que la coherencia entre fe y vida de los cristianos –y sobre todo de aquellos de los que siempre se espera un plus de excelencia- hace creíble o increíble la fe. Un Jesús anunciado por delincuentes nunca puede ser el de los evangelios.

De ahí la oportunidad de la carta de Benedicto XVI a los católicos irlandeses. Los términos utilizados son significativos: desazón, injusticias, gravedad, respuestas y procedimientos inadecuados, debilitamiento de la fe, pérdida de respeto por la Iglesia, insuficiente formación humana en seminarios y noviciados, preocupación fuera de lugar por evitar escándalos, vergüenza y remordimiento, responder ante Dios y ante los tribunales, someterse a las exigencias de la justicia, fracaso y graves errores episcopales. Se nota que estamos ante una carta de un Pastor triste y avergonzado. El Papa reconoce que los abusos sobre los niños han repercutido en el debilitamiento de la fe y en la falta de credibilidad de la Iglesia. Y con gran realismo dice: “que nadie se imagine que esta dolorosa situación se resuelva pronto”.

La pregunta que cabe hacerse ante una carta así es si las medidas de tipo espiritual que, con toda razón, propone el Papa, serán suficientes para evitar problemas futuros. El tiempo lo dirá, pero no hay que descartar que en el futuro haya que plantearse medidas de tipo estructural. De todos modos, bienvenido sea este reconocimiento de culpas y propósito de la enmienda. Y una última cosa: lo que se dice para Irlanda, vale también para España. Con eso no quiero decir que las situaciones sean iguales. Pero sí quiero decir que todos debemos estar muy atentos y precavidos para no caer en la tentación.

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19
Mar
2010
San Romero de América ha vuelto
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Hace 30 años lo arrebataron. Y ha vuelto para quedarse. Esa es la opinión de los obispos salvadoreños, que unánimemente esperan verle pronto canonizado. Muchos creyentes ya le consideran un modelo de vida cristiana. A Monseñor Oscar Romero la muerte no le pilló de sorpresa. Era consciente de que anunciar el Evangelio con coherencia y valentía, en una situación de injusticia y opresión, podía llevarle al martirio. Como así fue. Precisamente porque su causa de canonización es la un mártir se le va a dispensar el milagro que los cánones piden para hacer posible la ceremonia. El milagro, en su caso y en todo cristiano, es el testimonio de una vida acorde con el Evangelio.


Para disfrute de los lectores he seleccionado algunos textos de Monseñor Romero. Uno muy apropiado para este año que la Iglesia dedica al sacerdocio: "Qué hermoso será el día en que cada bautizado comprenda que su profesión, su trabajo, es un trabajo sacerdotal; que, así como yo voy a celebrar la misa en este altar, cada carpintero celebra su misa en su banco de carpintería; cada hojalatero, cada profesional, cada médico con su bisturí, la señora del mercado en su puesto..., están haciendo un oficio sacerdotal".


Los otros son representativos de la luz que aporta la fe a la situación de pobreza de tanta gente de entonces y de ahora: "Una Iglesia que se instalara solo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor". "Aún cuando se nos llame locos, aún cuando se nos llame subversivos, comunistas, y todos los calificativos que se nos dicen, sabemos que no hacemos más que predicar el testimonio subversivo de las bienaventuranzas, que le han dado vuelta a todo para proclamar bienaventurados a los pobres, a los sedientos de justicia, bienaventurados a los que sufren". "Muchos quisieran que el pobre siempre dijera que es "voluntad de Dios" vivir pobre. No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices".

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17
Mar
2010
Dios abraza lo inaceptable
5 comentarios

El amor divino encarnado en Cristo puede conferir a las personas una inaudita conciencia de su propia valía. Pues este Dios es el que desciende al ámbito de lo que está perdido y se identifica con lo alienado y olvidado. Esto nos permite pensar que Dios acepta aquellas partes de nuestra personalidad que hemos expulsado de nuestra conciencia porque nos resultan dolorosas e inaceptables, o porque suscitan en nosotros un profundo sentimiento de vergüenza.

 

La afirmación de fe de que Cristo descendió a los infiernos es una imagen de hasta qué punto aquellos que carecen de esperanza pueden verse sorprendidos con su visita. No deberíamos, pues, tener motivo alguno para avergonzarnos de nosotros mismos, ya que el amor infinito e incondicional de Dios nos acepta aún a despecho de lo que a nosotros nos parece inadmisible. Dios “nos amó cuando éramos pecadores” (Rm 5,8), porque él es “generoso con los ingratos y malvados” (Lc 6,35). Si nos empapáramos por completo de la confianza en un Dios así, podríamos afrontar con paz nuestra historia, aún aquella que no nos gusta. Nos liberaríamos de la deprimente tendencia a suprimir partes de nuestro ser.

 

Por supuesto, toda esta reflexión se aplica no solo al ámbito personal, sino al de nuestras relaciones con los demás, y a nuestra manera de mirarlos y considerarlos. En el seguimiento de Cristo, amigo de prostitutas y pecadores, también nosotros deberíamos tener una mirada no solo compasiva para con gente social y religiosamente despreciada, sino sobre todo una mirada positiva, capaz de ver en ellos el reflejo de un Dios solidario con todas y todos, para el que todo es aceptable y todo puede ser abrazado por su amor renovador.

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15
Mar
2010
¿Voces del más allá?
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Voces del más allá. O del más acá. ¿Cómo saberlo? Hace unos días me referí a un exorcista italiano que afirma que por los palacios de la Santa Sede pulula el demonio. ¿En qué fuentes se basa para hacer tamaña acusación? Según él, en la mejor: se lo confesó el propio demonio durante los exorcismos. No es la primera vez que leo que el demonio mantiene conversación con el exorcista. Uno de la diócesis de Madrid también ha relatado sus charlas con el demonio. Unos dicen hablar con el demonio y otros con la Virgen o con el propio Cristo. De vez en cuando llegan a mi casa unos folletos atribuidos a no sé que monja que cuentan escenas no relatadas en los cuatro evangelios canónicos, que según la cuentista se las escuchó al propio Jesús. Todo muy divertido.

 

Del mismo modo que la credulidad es un mal sucedáneo de la fe, las ganas de entrar en contacto con el más allá es un mal síntoma de un deseo mal encauzado de contactar con la trascendencia. No hay encuentros directos con el más allá. A Dios nadie le ha visto jamás. Y a Cristo resucitado solo le encontramos a través de mediaciones. El que quiera encontrarle tiene un lugar seguro al que acudir: el pobre, el enfermo, el hambriento. Allí está él, si es que nos fiamos de su palabra. Lo otro, esas supuestas charlas con seres del más allá, son experiencias del más acá, que ocurren dentro de este mundo. Por tanto, son mundanas. Y seguramente tienen muchas explicaciones. No está nada claro que sean experiencias espirituales. Porque el Espíritu se expresa y manifiesta no en lo estrambótico, sino en la normalidad. El Espíritu bueno y el malo. También el malo tiene muchos medios de hacerse presente sin necesidad de recurrir a situaciones patológicas o delirantes.

 

¿Cómo se sabe que se trata de voces “del más allá”, buenas o malas? ¿Por qué lo dice el oyente? Criterio bastante débil. Entre los frutos del Espíritu santo y entre los del espíritu maligno no he encontrado nada estrambótico. Los del santo: bondad, paciencia, generosidad. Los del mal: envidias, mentiras, orgías, borracheras. Todo muy “normal”.

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13
Mar
2010
Cuando pagan justos por pecadores
8 comentarios

Escribo este post como un deshago. Lo suscita la declaración de Al Qaeda sobre los dos cooperantes españoles secuestrados. Me alegro de que los traten bien, pero no creo que haya que agradecerlo. En todo caso exigir que los suelten cuanto antes. Justificar la acción contra los dos cooperantes porque España participa en las guerras de Irak y Afganistan y no digamos porque España gobierna en “Al Andalus”, parece propio de mentes que tienen un extraño concepto de lo humano. Para denunciar eso ¿hace falta dañar a dos personas que posiblemente estén en contra de esas guerras y que, en todo caso, estaban en África para hacer el bien? ¿No es eso hacer pagar a justos por pecadores? ¿No es expresión de una injusticia que no solo devuelve mal por bien, sino que hace pagar el mal al inocente?

 

Los presupuestos son importantes. Porque hacen posible e imposible los supuestos, los facilitan o dificultan. En materia religiosa, los presupuestos son una clave para entender la legitimidad de una religión. ¿Cómo puede resultar creíble un Alá clemente y misericordioso desde la violencia e injusticia de sus adeptos? Ya sé que los creyentes en Alá ni leen este blog ni les importa lo que yo digo. Pero a mí me encantaría escuchar de la boca de alguno de ellos su desacuerdo con eso que ya denunciaban los profetas de Israel, a saber, lo implicado en este refrán: “los padres comieron agraces y los hijos padecen la dentera”. No sé Alá, pero según Yahveh cada uno debe pagar por su culpa.

 

¿Cómo cambiar esa dinámica de odio, de acciones y reacciones, réplicas y contra réplicas? El cristianismo no puede declararse inocente de este círculo de odio y violencia. Pero hay indicios suficientes para afirmar que el cristianismo ha comenzado a hacer su propia autocrítica. Es posible que, desde fuera, alguno vea ahí una prueba de la debilidad del cristianismo. Por el contrario, yo pienso que ahí está su fuerza y que, si otros le imitasen, serían más fuertes.

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11
Mar
2010
Todo el mundo muere
9 comentarios

Un alumno de la Facultad de Teología me envía un trailer de la película “La cinta blanca”. La escena es sobrecogedora. Plantea la eterna pregunta que, en uno u otro momento, todos nos hacemos, incluso cuando queremos evitarla. La pregunta por nuestra propia muerte. Porque no solo se mueren los otros. Me muero yo. Uno deja de ser niño cuando descubre esta tremenda realidad. Y, de entrada, no la acepta. Protesta. Como protesta el niño del trailer.

La mujer que dialoga con el niño ofrece una solución, que es la que hoy ofrece la medicina y la técnica, a saber, retrasar el problema. La gente se muere de vieja, por tanto el niño no tiene que preocuparse, él todavía dispone de mucho tiempo. Pero de pronto el niño descubre que la longevidad biológica no es la solución que busca, pues todos mueren, y pueden morir en cualquier momento, incluidos sus seres más queridos, y finalmente, él mismo. La muerte se convierte así en el enemigo, en lo no deseado y, sin embargo, en la única llegada segura e infalible.

La resistencia del niño ante la muerte nos conduce a pensar en el empuje y la fuerza de la vida. No hace mucho escribí un post sobre el suicidio. El suicidio no manifiesta la fuerza de la muerte, sino el deseo de vivir mejor. Quién se suicida lo hace porque no soporta lo insoportable de la vida, no soporta lo que le mata en esta vida. Para que desaparezca lo que le mata, se mata él. ¡Ya quisiera él vivir, pero de otra manera! Siempre queremos vivir. Pero ¡mejor!

El temor a la muerte supone el deseo, ontológicamente previo, de continuar viviendo. Este empuje de la vida y el temor a la muerte serían manifestación de que el ser humano se trasciende y pretende ir más allá de sí mismo. ¿Por qué no vivir siempre? “Tan gratuito es existir como seguir existiendo siempre” escribió Miguel de Unamuno. Si pensamos en serio en lo gratuito que es el vivir, quizás este pensamiento nos pueda llevar no solo a la acción de gracias, sino a la esperanza de que el mismo poder que ha hecho posible la vida, pueda también hacer posible la resurrección. El poder de la vida que, para el cristiano, es en definitiva, el poder de Dios.

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