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Mar2010El sufrimiento como don
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Mar
El dolor y el sufrimiento son más amplios y abarcantes que sus aspectos antropológicos. La carrera de la vida es posible gracias al sufrimiento, la lucha y la muerte. La lucha y la muerte son elementos constitutivos de la creación continua de vida.
Muchos científicos explican el sufrimiento en términos biológicos. El sufrimiento es una adaptación evolutiva. La capacidad de sufrir eleva la posibilidad de supervivencia y reproducción de los organismos complejos. El sufrimiento tiene valor adaptativo porque advierte a los seres vivos dotados de sistema nervioso de que pueden correr peligro. Y estas alarmas ayudan a vivir el tiempo suficiente para transmitir los genes a las generaciones siguientes. Por otra parte, si los organismos nunca murieran, en un pequeño planeta como el nuestro no habría sitio suficiente para que existieran y evolucionaran nuevas y más complejas especies de vida. La muerte de innumerables organismos ancestrales es una necesidad absoluta desde el punto de vista biológico. Sin extinciones es improbable que los mamíferos, los primates y la vida humana hubieran llegado siquiera a surgir.
Antes de relacionar el sufrimiento con la culpa y el castigo, hay que entenderlo como un don. Esto debería llevar al creyente a pensar que el sujeto último del sufrimiento de la vida es Dios. En Jesucristo se revela un Dios que, por ser Amor, no retiene su categoría de Dios, toma la condición de lo inferior a él, se contrae y se retira para que otros puedan ser. Y, en virtud de su inagotable solidaridad, participa en la historia del sufrimiento, no limitado al ser humano. La lucha de la vida es la lucha del propio Dios. La esperanza del cristiano es que este sufrimiento del que Dios participa un día será asumido en una nueva creación, hacia la que según la fe, avanza un mundo que la ciencia nos ha descubierto hoy como todavía no terminado.
De entrada el sufrimiento no es, por tanto, expiatorio; tampoco es una tragedia. Son los dolores de parto de una nueva creación.