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Abr2010La castidad, asunto de todos
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Abr
Algunos comentarios realizados a mi anterior post invitan a repetir algo que ya he dicho en otras ocasiones: la castidad es un asunto de todos. No está reservada a nadie. En lo que se conoce como vida consagrada, la castidad se vive con un cierto estilo, con un voto, que no hace que se viva mejor ni peor, pero sí puede resultar un signo que recuerda a todos los cristianos su propia obligación.
No hay que confundir castidad con celibato. El celibato es una manera de vivir la castidad. Pero el matrimonio también es casto. Cuando los esposos realizan el acto conyugal hacen algo santo, limpio, un acto de entrega total, signo de un amor que nada se reserva. A mi nunca me han gustado esas recomendaciones espirituales sobre la “castidad en el matrimonio”, entendida como abstención de relaciones sexuales durante un tiempo. ¿No equivale esto a suspender por un tiempo el sacramento? Precisamente porque toda la vida matrimonial puede y debe ser casta, no conviene reservar la expresión “perfecta castidad” para referirse a los “consejos evangélicos” que profesan los religiosos. Es mejor calificar el voto de los religiosos de “perfecta continencia”. Porque la perfecta castidad también se debe vivir en el matrimonio.
Tampoco hay que confundir celibato con sacerdocio. Hay vocaciones célibes entre los seglares, por motivos religiosos, sociales o para mejor dedicarse a una determinada actividad investigadora en beneficio de los demás. En lo referente a los sacerdotes, es bien sabido que su celibato es una cuestión disciplinar más que vocacional. Pero, por muy disciplinar que sea, no puede vivirse como una “disciplina”. Me temo que muchos problemas que hoy están sobre el tapete provienen de haber vivido el celibato como imposición. Si se asume el celibato únicamente porque de otro modo no se puede seguir la vocación presbiteral, insisto, si este es el motivo, habrá que preguntarse si no nos encontramos ante un conflicto de intereses. Y cuando hay conflicto de intereses hay que optar, realizando la opción con alegría y elegancia. Si el celibato sacerdotal va unido a un sentimiento de represión, que termina en tristeza y desasosiego, esto significa que se ha hecho una mala opción.