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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Mar
2010

La Iglesia no cree por mí

8 comentarios

Llevamos una temporada en la que con demasiada frecuencia se van destapando casos de corrupción en los que están involucrados clérigos e instituciones de la Iglesia. Nos enteramos no por los semanarios eclesiásticos, sino por la prensa laica que, si bien tiene sus servidumbres, resulta a la postre más plural. Ese tipo de informaciones suscita en algunos creyentes reacciones de desconcierto, desagrado, irritación, pena o disgusto. Lo peor es cuando sienten que su fe se tambalea.

Cuando en este blog aludo a estos casos, suelo recibir correos de personas buenas que me aconsejan guardar silencio, para evitar el escándalo y el desprestigio. Por el contrario, yo pienso que el escándalo y el desprestigio es ocultar la verdad y no condenar los delitos. Otra cosa es el perdón de los pecados. Pero los delitos y los daños a terceros, sobre todo si de menores se trata, deben ser denunciados y condenados.

Ahora bien, estos casos no deberían dañar nuestra fe. Porque la fe es un acto personal, una relación del creyente con Dios. De mi fe solo yo soy responsable. Nadie puede creer por mi, ni siquiera la Iglesia. Creo dentro de la Iglesia y con la Iglesia, pero soy yo el que cree. Por eso los pecados ajenos no afectan a mi fe. Ni siquiera el rito suple el acto responsable del creyente. La fe exige una decisión personal. La entrada en el cristianismo, por muy marcada que esté por signos rituales, es obra de un compromiso pensado y deliberado, de un acto de libertad, respuesta a una llamada interior, un acto laborioso y a menudo doloroso, en el que uno está llevado por la poderosa atracción del Espíritu.

Nadie nace cristiano. Las circunstancias históricas han oscurecido este hecho y, en consecuencia, la religión cristiana ha podido propagarse, en ocasiones, por la fuerza de una tradición social y no por el contagio de la libertad de la fe. La fe no es una creencia, es la respuesta a la llamada personal de Cristo, a la invitación interior del Espíritu. Tener esto claro es más necesario que nunca en los momentos en que parece que lo exterior pone en crisis la fe. Si esto sucede es la prueba de que estamos ante un fe inmadura, una fe que necesita hacerse adulta.

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Respuesta personal
8 de marzo de 2010 a las 06:50

Martín, has aclarado los interogantes. La respuesta ha sido magnífica.
En algunos temas me da la sensación que no te comprometes o no quieres herir.
Látima que este blog no lo lean muchos más. Me gustaría saber el número que entra.

crisis de crecimiento
8 de marzo de 2010 a las 07:11

En que mundo viven los creyentes desconcertados, desagradados, irritados, apenados, disgustados, de fe tambaleante ?. Da la impresión que todavía están en los silenciados años del nacionalcatolicismo, con sus silencios amordazantes, su diálogo de apariencias, su “ pase lo que pase, lo importante es que no se sepa”. Son otros tiempos. ¿ Por qué no dejan sus comentarios al post en público, un espacio de contrastes ? Da la impresión que este no es un blog- sectario, monocolor, de pensamiento único, como otros en los que quizá alguien se sentiría mas en sintonía.

Es tiempo de crecer en la fe, como bien indica el blogger. Todo crecimiento supone el contraste con los otros. Es inmaduro no aceptar lo que se refleja en el espejo que muestran los otros. Y es para no gustar algo de lo reflejado : porque algunos son delitos de lesa humanidad, y hay que denunciarlos, como bien hace el blogger. ¿ O aún suscriben algunos aquellos silencios cómplices de antaño ?.

La solución no es mirar hacia otro lado. En todo caso muchos cristianos-católicos, y la red de nuevas comunicaciones no lo van a consentir. Porque somos católicos y amamos a la Iglesia .

Amor a la Iglesia también implica denunciar aquello que se aleja del mensaje del evangelio. Ser cristiano, ser católico, en un dinamismo continuo: vamos transformándonos en cristianos, asumiendo luces y sombras.

Gracias Martín Gelabert por este espacio

Catalina
8 de marzo de 2010 a las 10:08

Aun hay un escandalo mayor, es la de no predicar el Evangelio. Hay de mi si no predico el evangelio....
la gente necesita la Buena Noticia.¿ A quien interesa lo que hacen unos pobres desgraciados anclados en ellos mismos que estan ahi, en el seno de una institucion, para que se lo den todo hecho?
Eso no interesa a nadie. Ya se sabe, siempre ha sido asi, los comodones siempre han estado ahi.
Mientras las Iglesias solo estan llenas de viejos, salgamos ya a hablar a tiempo y a destiempo,
lo siento mucho pero el Camino es la Cruz, y no todos estan dispuestos a llevar la suya y miucho menos la del hermano

Oscar
8 de marzo de 2010 a las 10:35

A veces nos perdemos en asuntos menores. Gracias por orientar a lo esencial. Si la fe es un encuentro personal con Jesucristo, nadie puede ponerla en crisis, pues está firmamente fundamentada. ¿Quién nos separará del amor de Dios?

miaumiau
8 de marzo de 2010 a las 11:14

El don de la fe, implica al hombre que con sinceridad la abraza, junto con el fiel testimonio cristiano, la fe nos pone en contacto con la realidad viva, la libertad que nos da El Señor.
los casos que señalas y que de ninguna manera deben quedar silenciados, nos dicen que lejos están aquellos que vulneran la fe, observados con consternación y dolor tanta miseria!son hechos lamentables, que de ninguna manera deben influenciarnos.
deacuerdo, con el comentario, de que la solución no es la de mirar a otro lado...
la autenticidad de lo que se proclama en el Evangelio, es precisamente no ser cómplice del pecado.

Bernardo
8 de marzo de 2010 a las 12:24

Efeectivamente, la Iglesia no suplanta mi fe, pero la sustenta en ocasiones o la tambalea. La Iglesia no cree por mí, pero sí cree para mí y conmigo. He aquí el problema, si yo soy Iglesia, todo lo que esta haga me lo hace a mí y lo hago yo. Somos corresponsables de todo y si callamos en los crímenes seremos complices de ellos. Hay que limpiar y hacer público cuanto está oculto.
Siendo grave como es la pederastia, un pecado muy parecido al del Espíritu Santo, hay otras cuestiones también graves que hay que analizar, por ejemplo la "mala baba" que un religioso me decía hace unos días que se vivía en su congregación por la forma de ejercicio del poder, nada parecida al servicio que vemos en Jesús y sí muy similar a como funcionan las organizaciones humanas de la peor clase. Y no hablo de oídas. Por desgracia, todos los que tenemos vínculos con instituciones eclesiales hemos vivido relaciones de este tipo y hacen mucho daño a nuestra imagen, y peor, a la comunión.
Hay que seguir haciendo luz sobre la mentira y la injusticia, Martín, para que resplandezca la verdad que siempre es reflejo de Dios.
Gracias por seguir en esa línea, necesitamos teólogos "astutos y sencillos".

Ines
8 de marzo de 2010 a las 13:53

Cuando pecamos, siempre hay al menos una víctima. Y todos somos pecadores. Está claro que no todos los pecados tienen las mismas consecuencias nefastas, pero todos tinen consecuencias, y siempre son malas. ¿Quien tirará pues la primera piedra? A mi me parece que deben denunciarse y hacerse públicos aquellos pecados que solo pueden ser parados así, es decir, cuando el hacerlos públicos es la única forma de proteger a las víctimas, y las consecuencias de la denuncia son una reparación válida.

josecarlos
9 de marzo de 2010 a las 00:17

Realmente cuando algo nos implica aunque solo sea indirectamente intentamos relativizarlo; es un mecanismo de defensa cuya eficacia acaba resultando efímera, de ahí que sigan apareciendo casos y más casos que denuncian más de lo mismo.

Por otro lado, no alcanzo a ver la necesidad de sacar a la luz tanto trapo sucio, cuando la realidad es que la cultura en la vivimos, no tiene la más mínima intención de dejar de cultivar la búsqueda contante del placer. Si lo que se pretende demostrar es que la causa del actual hedonismo esta en un pasado reciente de constantes abusos, no parece que a medio o corto plazo esto vaya a cambiar, ya que los casos de abusos se están trasladando a otros sectores de la sociedad, incluso a las familias en las que la promiscuidad ya no es cosa de los otros, sino de los propios miembros que la integran.

Que todo esto no debe de concionar nuestra fe y que tener fe es distinto que sustentar creencias, esta claro que no es lo mismo pero se le parece; si yo voy mañana a trabajar a mi empresa y me entero de que el acoso sexual o el mobbing es denunciado unicamente en función de los intereses corporativos de la competencia, lógicamente intentaré cambiar de empresa, asique extrapolando el ejemplo al blog que nos ocupa, mi fe no se vera afectada pero mis ganas de cambiar de entorno si.

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