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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

13
Dic
2010
Este Papa es un artista
2 comentarios

En diferentes ocasiones Benedicto XVI se ha referido al arte como reflejo de la “belleza de nuestro Dios” (Is 35,2). No es extraño que en su reciente exhortación apostólica Verbum Domini, haya momentos que manifiestan la sensibilidad artística de su autor.

La sensibilidad musical del Papa encuentra una imagen sugerente, al comparar la Palabra que Dios ha dicho a los humanos con una sinfonía. Y nota: “la creación forma parte de esta sinfonía a varias voces en que se expresa el único Verbo”. En efecto, en la armonía del cosmos es posible ver un reflejo de su Verbo o Razón creadora: “los cielos proclaman la gloria de Dios” (Sal 19,2), sus “obras son esplendor y belleza” (Sal 111,3). Además de la creación hay otras voces en esta sinfonía, como la revelación de Dios por medio de los profetas de Israel e incluso las manifestaciones de Dios en las religiones. Pero, añade el Papa, dentro de esta sinfonía se encuentra, en cierto momento, lo que en lenguaje musical se llamaría un “solo”, un tema encomendado a un solo instrumento o a una sola voz, y es tan importante que de él depende el significado de toda la ópera. Este “solo” es Jesús, centro del cosmos y de la historia, que recapitula en sí todo lo creado.

Al tratar de la liturgia, lugar en el que la Palabra se proclama y actualiza, volvemos a encontrar la sensibilidad artística del Papa. La liturgia ofrece el marco adecuado para que alguien tan importante como Dios mismo se haga presente por medio de su Palabra, plasmada en la Escritura. En este contexto el Papa se refiere a los distintos ministerios que hacen posible la acogida y actualización de la Palabra y los califica de “arte”. Arte es la lectura de los textos de la Escritura. Arte es la homilía. Podríamos añadir: el ministerio del cantor es un arte, preparar bien el altar otro arte. La Palabra y la Eucaristía requieren de buenos artistas, para celebrar la belleza, la gratuidad, la alegría, la verdad, la bondad y la esperanza. Un artista no es un farsante. Es el que sabe extraer lo mejor y más auténtico del delicado material o de la importante tarea que le ha sido encomendada. El arte requiere dedicación, paciencia, tiempo, disciplina, estudio; y, en el caso de los artistas litúrgicos, también oración.

La Palabra debe convertirse en ineludible misión. Al final del documento, el Papa se refiere a “la urgencia y belleza de anunciar la Palabra” para que todos descubran “el atractivo del seguimiento de Cristo”.

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11
Dic
2010
Dios hecho prójimo en Jesús
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Los dos misterios fundamentales de la fe cristiana son la Trinidad y la Encarnación. Fundamentales e identitarios. El primero hace posible el segundo y el segundo revela al primero. Gracias a Jesús, Palabra de Dios encarnada, conocemos lo íntimo de Dios, no sólo que Dios ama (¡que ya sería mucho!), sino que Dios es comunión de amor (que todavía es más, porque así no puede dejar de amar).

Dios es Amor y el amor supone relación, comunicación intersubjetiva. El Dios cristiano no es soledad, es enteramente sujeto, aunque bajo el modo de la intersubjetividad. Cada persona divina es única, pero no para sí, sino en relación con las otras, unidas por un vínculo de amor que las “sujeta” entre sí como en uno solo. Este no estar clausurado sobre sí mismo, sino abierto dentro de sí a la donación y la entrega, hace posible extender esta donación fuera de sí, hace posible la creación y la comunicación de Dios con otros seres que no son Dios. Gracias al Verbo, el hombre existe desde siempre en la mente de Dios. Más aún, Dios no existe sin el hombre, porque “el Padre nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo” (Ef 1,4). El cristianismo es incompatible con todo monoteísmo que encierre a Dios en sí mismo, apartado del mundo.

El Dios de la Biblia no es el Dios único de los monoteísmos en general. Es el Padre de Jesús, que sale al encuentro de su Hijo en la Cruz, un Dios que nos da un Hijo tomado de entre nosotros, al mismo tiempo que sacado de su seno, y que derrama su Espíritu en nosotros para convertir nuestra historia en su morada eterna entre los hombres. El Dios de la Trinidad es el Dios que, desde siempre, se hace nuestro “prójimo” en uno de nosotros. Ahí se encuentra la verdadera identidad de un Dios creído en tres personas.

Jesús nos invita a proyectar nuestra mirada sobre su intimidad en Dios, sobre su “manera de ser” en Dios, cuando prescribe “que todos sean uno como tú Padre estás en mi y yo en ti”. La relación entre el Padre y el Hijo configura un nosotros humano con el nosotros divino y como un nosotros divino. “Persona”, humana o divina, no se dice más que en plural. El “ser persona” se vive en un juego de relaciones con el otro.

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9
Dic
2010
Cuerpo y alma
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Todavía se escucha en boca de predicadores y catequistas un discurso dualista que supone que algo de tipo espiritual, distinto del cuerpo, llamado alma, es lo que constituye esencialmente a la persona, porque, por una parte, esta realidad llamada alma puede existir independiente del cuerpo (y así ocurriría supuestamente en el lapso de tiempo que hay entre la muerte y la resurrección del cuerpo) y, por otra, cada alma habría sido creada directamente por Dios. No habría entonces ningún problema en aceptar que el cuerpo fuera el resultado de la evolución desde del mundo animal. Al respecto conviene dejar claras algunas cosas:

1) la persona no es una entidad física a la que se le ha añadido un alma, una mente o un espíritu, sino una unidad psicosomática dotada de facultades físicas, mentales y espirituales; lo físico y lo mental son dos modalidades del mismo evento psicosomático;
2) por tanto, “cuerpo” no es algo distinto y menos opuesto a “alma”, sino una dimensión del ser humano que le permite relacionarse con el mundo y con los otros seres humanos;
3) hay una permanencia del mismo yo humano a través de los sucesivos cambios físico-químico-biológicos de la materia corporal;
4) el hombre goza de una dignidad superior a toda otra realidad mundana, pues tiene capacidad de sostener un diálogo con Dios. En este sentido se puede decir que tiene un algo, un “alma” que lo hace distinto del resto de las criaturas;
5) en la creación del ser humano la intervención de Dios no hay que plantearla como si Dios interviniera en algún momento de forma más especial que en otros; el ser humano es resultado de la evolución en todas las dimensiones físicas y mentales de su ser;
6) los padres son, en cada nacimiento, los mediadores y transmisores de la “imagen de Dios” en cada ser humano;
7) según la fe católica, con la aparición del hombre aparece un ser que tiene una especial relación con Dios, un ser que se sitúa de forma distinta a todos los otros seres en relación a Dios, una única criatura a la que Dios ama por sí misma. Y esto es una novedad radical que ningún estadio evolutivo justifica. Es un acto gratuito que se sitúa en un plano distinto al de la biología o la evolución. Y además determina todo el ser del hombre, otorgándole una dimensión divina, aunque no sea analizable científicamente.

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7
Dic
2010
María, orgullo de nuestra raza
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Es posible pararse en la letra de los dogmas. Pero, dado que los dogmas nunca agotan la realidad a la que apuntan, es posible ir más allá de ellos y buscar, en los dogmas sobre María, no un motivo de fácil admiración, sino una llamada a una exigente renovación. El dogma de la Inmaculada nos orienta sobre una serie de aspectos propios de toda relación del creyente con Dios. La figura de María aparece así como el más acabado ejemplo de lo que es y debe ser cada cristiano

El dogma recuerda que María, como todos los creyentes, fue redimida. Todos necesitamos de Cristo para salvarnos. El dogma de la Inmaculada de ningún modo niega la universalidad de la acción salvadora de Cristo. Sin Cristo ninguno podemos alcanzar la santidad ni llegar a Dios. El dogma lo deja muy claro: María fue redimida, sí, necesitó de Cristo. Ella pertenecía a la comunidad humana de personas que, en razón del primer pecado, se convirtieron en radicalmente incapaces de alcanzar la salvación.

Por otra parte, el dogma es expresión del amor de Dios a María. Pero el amor de Dios a una persona no excluye a ninguna otra. Dios ama a todos con todo su amor, a todos por igual. A veces pensamos que Dios ama más a unos que a otros, más a los justos que a los pecadores. Es una triste manera de entender a un Dios que en Jesucristo se revela como Amor y nada más que Amor. Amor incondicional. En Dios no hay más ni menos amor. Sólo hay “su” amor. Somos nosotros los que, al amar egoísta y limitadamente, proyectamos en Dios nuestros pequeños amores, incapaces de comprender un Amor sin límites, que ama a quien no se lo merece.

La fiesta de la Inmaculada nos orienta no sólo a la verdad del amor de Dios a María y a todos nosotros, sino a la necesidad de responder a su amor, para alcanzar así la plenitud de la amistad. Y ahí es dónde María aparece como el más acabado ejemplo de correspondencia al amor de Dios. Ella acogió incondicionalmente la Palabra de Dios y acogió el Amor de Dios. Y así es la más acabada manifestación de lo que supone la fe: amar a Dios con todas las fuerzas. De este modo se convierte, como dice la liturgia, en “orgullo de nuestra raza”. En una de las nuestras se ha manifestado hasta donde puede llegar un ser humano en su entrega a Dios.

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5
Dic
2010
Nacimiento de Dios
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No pienso sólo en el nacimiento de Jesús al decir nacimiento de Dios. Sin duda, el acontecimiento de la Encarnación de Dios en el hombre Jesús de Nazaret es la entrada en el tiempo del Verbo de Dios: el Verbo se hizo carne, como se dice de todo niño que viene al mundo. Pero este nacimiento se desdobla en varios acontecimientos estrechamente relacionados que también pueden calificarse de “nacimiento de Dios”. Según la carta a los Hebreos, la elevación de Cristo a la derecha del Padre fue su introducción en el santuario de Dios, que le dijo: “Tu eres mi Hijo, hoy te he engendrado”. Más aún, esta partida de Jesús es el tiempo de la venida del Espíritu, derramado sobre toda carne, para la siembra de la vida divina, para reunir a los hijos de Dios dispersos y llevarlos a la gloria, constituyendo así “el cuerpo total” de Cristo.

Con la resurrección de Cristo se anuncia la gloria de los hijos de Dios, cuando Dios sea “todo en todos”. Podemos y debemos calificar este acontecimiento final como el definitivo nacimiento de Dios en todos y cada uno de nosotros. Aún podemos añadir un último significado, porque el creyente de hoy recibe la revelación en una cultura distinta de la de los primeros cristianos. Esta nueva cultura, como reconoce el Concilio Vaticano II, bajo algunos aspectos le permite comprender y expresar mejor la revelación, le obliga a pensar a Dios en función de una nueva situación, le inspira un lenguaje nuevo sobre Dios. Es necesario que Dios siga naciendo hoy en nuestra cultura y en nuestras vidas para que la revelación, ocurrida en otro tiempo, sea acogida hoy y manifieste su validez para hoy.

El que desde el comienzo de los tiempos viene al encuentro del mundo, y se hace plenamente presente en Jesús de Nazaret, sigue naciendo cada día en la Iglesia en cuanto “Dios-con-nosotros”. El nacimiento de Dios, lejos de ser un acontecimiento del pasado, es una realidad que debe hacerse presente en cada momento de la historia de las personas y es también una esperanza de plenitud futura, que llena y llenará de sentido la vida.

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3
Dic
2010
Cada religión, bendición para las otras
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Las religiones tienen un peligro: pretender apropiarse del Absoluto. Su vocación universalista está permanentemente amenazada de convertirse en totalitarismo, cuando en lugar de ofrecerse como oportunidad para todos, pretenden ser lugares únicos y exclusivos de salvación. El diálogo interreligioso supone una buena conciencia de la propia identidad, pero también un respeto a la identidad de los demás y a su “buena fe”. Solo desde este respeto es posible comprender a las otras religiones en lo mejor de sí mismas y hacer de esta escucha una posibilidad de enriquecimiento de mi propia identidad.

El judaísmo nos aporta la experiencia de un Dios fiel, que busca hacer una Alianza con su pueblo, que ningún nombre agota ni ninguna imagen representa. El Islam adora a un Dios único que trasciende todo lo representable, que ordena la jornada de sus fieles en torno a cinco oraciones diarias y llama al hombre a que se le someta, porque someterse a Dios es someterse al derecho; el bahaísmo recuerda la unidad de la raza humana por el amor; el hinduismo nos invita al respeto y la apertura a la vida, y a descubrir la esencia divina que está en todo ser humano; el budismo nos invita a despertar nuestra conciencia y a liberarnos de todo sufrimiento; el taoísmo a acoger la armonía y rechazar la agitación; el confucionismo a venerar la memoria de los antepasados; las religiones amerindias a respetar la Madre Tierra.

El cristianismo nos habla de un Dios que es Amor, que por amor ha creado el mundo, que por amor se ha hecho uno de nosotros y nos ha revelado así el carácter sagrado de todo ser humano. También sería interesante descubrir la riqueza que las posturas no creyentes pueden aportar a las personas religiosas. Por una parte nos ayudan a no olvidar que la fe en Dios es inseparable de la búsqueda de la justicia y de la lucha por la dignidad de todo ser humano; por otra nos llaman a la humildad, al hacernos caer en la cuenta de que Dios no es una evidencia, sino un “Dios escondido”.

En la medida en que las religiones sean más acogedoras y respetuosas las unas con las otras, se convertirán en una bendición las unas para las otras y en camino de encuentro entre los seres humanos.

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30
Nov
2010
Preservativo, mal menor
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Lo que Benedicto XVI ha declarado sobre el uso del preservativo en algunos casos, posiblemente represente una pequeña novedad en su enseñanza. Sin duda, la declaración no es un acto del Magisterio de la Iglesia. Aunque, ciertamente, es propia de una persona competente. Lo sorprendente es que, una vez que el Papa lo ha dicho, se han acallado muchas bocas que seguramente, si eso mismo lo hubiera dicho cualquier teólogo o catequista, se hubieran manifestado negativamente. No sería correcta esta postura: si lo dice el Papa está bien o, al menos, es respetable, y si lo dice otro está mal o, al menos, es discutible. Las cosas no son ni buenas ni malas en función de quién las dice, sino de la verdad intrínseca del asunto. Lo que hay que discutir es el asunto por sí mismo, sin prejuicios y con argumentos.

Estoy convencido de que lo dicho por el Papa no aporta ninguna novedad en materia moral. Es simplemente una aplicación de la doctrina del mal menor, aceptada por todos los moralistas y que bastantes confesores han recomendado alguna vez: "Es lícito persuadir a uno que haga un mal menor si ya está determinado a cometer un mal mayor. Y la razón es que, quien tal aconseja no pretende un mal sino un bien, es decir, que se elija un mal menor", decía San Alfonso María de Ligorio. Y citaba a San Agustín: "Si de todas maneras lo tiene que hacer, mejor que cometa un adulterio que no un homicidio, o mejor una simple fornicación que un adulterio". En materia moral hay que tener en cuenta siempre a la persona y sus circunstancias.

Me contaron un caso: una mujer casada, con hijos, buena cristiana, precisamente por ser cristiana aguanta y cuida a un marido drogadicto. Por estar convencida del valor del sacramento, no quiere abandonarlo, a pesar del sufrimiento que eso le supone. Hay momentos en que el marido pide tener relaciones sexuales, cosa que a su mujer, dada la situación, más bien le repugna. Además, es consciente de que es una irresponsabilidad quedar embarazada en las actuales circunstancias. Si no acepta la propuesta de relación sexual, el marido se pone muy violento. Ella acepta con una condición: que use el preservativo. Hay quien le dice que, en una católica, esto es inaceptable. ¿Cuál la buena respuesta? ¿Estamos ante un caso con un tratamiento similar al que se refiere el Papa?

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28
Nov
2010
¿Del barro al barro? ¡De Dios a Dios!
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Los que no saben de dónde vienen tampoco saben a dónde van. Y los que no saben a dónde van, andan perdidos por el camino. De ahí la gran importancia que tiene comenzar el año litúrgico con la mirada puesta en la escatología, en el final de los tiempos, en la definitiva venida del Señor. Lo repito cada año, pero sospecho que las inercias, las del mundo interesado en que “ya es Navidad en el Corte Inglés”, y las de muchas personas piadosas que ya están pensando en preparar el Belén, dificultan caer en la cuenta del sentido escatológico de estos primeros días de Adviento. Las lecturas de la Eucaristía de ayer orientaban claramente hacia este final de la historia y del cosmos, en el que los creyentes esperan encontrarse definitiva y claramente, sin velos y sin engaños, con Cristo Resucitado.

La ciencia dice que venimos del barro. Y lo dice con buenas razones: el ser humano es el resultado de la evolución de la materia. De ahí, muchos científicos infieren que vamos a volver al barro. Lo dicen porque prescinden de nuestro verdadero origen, unas veces por razones metodológicas y otras por razones filosóficas. El verdadero origen nos lo descubre la fe: venimos de Dios y no (o no sólo) del barro. Para volver a Dios y no al barro. El saber de dónde venimos permite conocer a dónde vamos. Y conocer la meta de nuestro camino, estar bien orientados, saber a dónde vamos, ayuda a no perderse, a reorientarse en caso de desvío y a recorrer el camino con esperanza. Así, la cuestión de nuestro origen se convierte en una verdad llena de sentido, y la cuestión de nuestro fin en la mejor guía para nuestro caminar.

El prefacio tercero del Adviento (que debería utilizarse en estos primeros días), da gracias al Padre, al que califica de “principio y fin de todo lo creado”: todo procede de Dios y todo tiende hacia Dios. Por este motivo “pasará la figura de este mundo”. Nosotros somos peregrinos sobre la tierra. Nuestra verdadera patria, nuestro destino es “un cielo nuevo y una tierra nueva”. ¿Y mientras tanto qué? Precisamente porque sabemos a dónde vamos, estamos preparados para descubrir las huellas y signos en los que el Señor se nos hace presente. Así, el prefacio afirma que este Señor que aparecerá lleno de gloria, “viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento”. Ahora, si de verdad “aguardamos su última venida”, viviremos dispuestos para acogerle en cada hermano con amor y para vivir cada circunstancia con fe.

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23
Nov
2010
La Sibila dice: "Jesús, Juez universal"
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La Sibila es un canto catalán del siglo XIII, cantado desde entonces la noche de Navidad en todas las Iglesias de Mallorca, que acaba de ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO. Este año el canto sonará con más emoción, si cabe, en toda la isla. Lo canta a capella una niña o un niño representando a las antiguas Sibilas paganas que, según decía San Agustín, anunciaban la venida de Jesús como juez universal al final de los tiempos. Es realmente llamativo que la noche en la que se celebra el nacimiento de Jesús, la tradición del canto de la Sibila recuerde que este niño vendrá un día como Juez, enlazando de esta forma con el sentido de la primera parte del Adviento que, como es bien sabido (o debería serlo), no habla de la primera venida de Jesús en Belén, sino de su última y definitiva venida, cuando “vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”.

La Sibila comienza proclamando: “el jorn del judici parrà el qui haurà fet servici”, el día del Juicio se verá quien haya hecho servicio. ¿Qué servicio? Mejor aún, ¿quién ha servido? Los que vivieron según el espíritu de las bienaventuranzas. Esos oirán: “venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me distéis de comer”. El servicio que brota del amor es el criterio de un juicio favorable. El canto de la Sibila, por otra parte, resulta de una actualidad sorprendente: advierte de las consecuencias del maltrato de la tierra, no sólo en sus mejores hijos, los seres humanos, sino también en la maravilla de sus riquezas ecológicas: “los peixos donaran gran crit, perdent son natural delit”, los peces darán un gran grito, perdiendo su natural deleite. ¿No es esto lo que ocurre actualmente, un uso indiscriminado de los recursos naturales a costa de la desaparición de preciosas especies vegetales y animales?

       

De ahí que ante el peligro de un infierno (intra y ultramundano) debido a la destrucción de la tierra y al egoísmo humano que abandona al pobre, la Sibila invoca la protección de la Virgen parturienta para que despierte nuestras conciencias: “humil verge qui haveu parit Jesus infant en esta nit, vullau a votron Fill pregar que de l’infern vulga’ns lliurar”, humilde Virgen que habéis parido a Jesús niño en esta noche, tened a bien rogar a vuestro Hijo que nos libre del infierno.

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23
Nov
2010
No nos quieren a los religiosos
12 comentarios

“(En España) no nos quieren” (a los religiosos), me repetía un bien conocido Superior General hace poco con cara triste. Benedicto XVI los va a recibir pronto. Habrá educadas quejas. El Papa ha de saber. Es importante que sepa”. Son palabras de Juan Rubio en el último número de Vida Nueva. Y es que últimamente parece que lo eclesialmente correcto es criticar a la vida religiosa. Un reciente episodio doloroso, sobre todo para los religiosos y religiosas dedicados a la enseñanza, es un borrador preparado por el Obispo de Almería, muy crítico con la educación religiosa que se imparte en los Colegios católicos.

Eso no es obstáculo para que haya grupos que censuran precisamente el supuesto adoctrinamiento que se impartiría en nuestros colegios y la presión que sobre los niños hacemos al invitarles a rezar. En Albacete la prensa ha hecho mucho ruido contra una experiencia iniciada en un Colegio de la ciudad, que ha implantado un método de oración con niños iniciado por un estupendo fraile escolapio de Valencia. O sea, palos de un lado porque no llegamos y palos de otro porque nos pasamos.

¿Nos quieren o no nos quieren? Depende de con quien te encuentras. Parece que algunos esperan de los religiosos, y sobre todo de las religiosas, no una actitud de servicio, sino una actitud servil. También tiene uno, a veces, la impresión de que a los religiosos no nos consideran Iglesia. Se diría que la Iglesia son los curas. Los religiosos, a lo sumo, somos unos buenos auxiliares, y cuando no queda otro remedio. ¡Ya está bien! La Iglesia somos todos, una Iglesia en la que hay muchos carismas y servicios, todos muy necesarios. Y antes de criticarlos, debemos apoyarlos y amarlos.

Por otra parte, la mayoría de las Órdenes y Congregaciones están bajo la protección del Papa. Si hay quejas, a él habría que dirigirse. Por cierto, no parece que el Papa opine que la vida religiosa está en decadencia. En una de sus últimas declaraciones al respecto, la calificó como necesaria para la Iglesia. ¿Que está en crisis? Depende de cómo se mire, de a dónde se mire y a qué se refiera uno. Quizás, aunque en algunos sitios no lo parezca, está en crisis de crecimiento. El crecimiento que comporta ilusión, esperanza, ganas de vivir y de trabajar.

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