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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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4
May
2020
El otro virus que nos espera
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despuésvirus

Ahora que parece vislumbrase un final del confinamiento, aunque sea gradual, es oportuno preguntarse qué pasará después. Costará un poco volver a la normalidad. Una cosa parece segura: lo que inmediatamente nos espera es una gran crisis económica, consecuencia de la crisis sanitaria. Por tanto, habrá más pobreza, más paro, más personas en situación de necesidad. Ahí es donde la Iglesia (y sus instituciones) tendrá mucho que decir y mucho que hacer. Quizás el virus sea controlado, pero lo que va a seguir sin control son las necesidades ajenas.

Estas necesidades nos recuerdan que hay un virus que nunca desaparece, por desgracia, el virus que fomenta el poder y la corrupción, el virus del ansia de riqueza, el virus de la sexualidad descontrolada. Ese virus se ha manifestado durante la crisis sanitaria, en la que ha aumentado el consumo de pornografía y de drogas, el poder mal gestionado, y multitud de estafas e intentos de robo, algunos utilizando el nombre de “Caritas”. Si después de la crisis sanitaria viene una crisis económica, este virus al que acabo de referirme, se desatará con toda su fuerza maléfica.

Los cristianos conocemos el antivirus: el compartir, la compasión, el amor, el desprendimiento, la generosidad, las palabras positivas, en fin, el amor evangélico. ¿Seremos capaces de repartir ese antivirus, siempre necesario y siempre escaso? Lo que parece que ha ocurrido con algunos ancianos, que no han sido debidamente atendidos, es una seria llamada de atención. La vida vale por sí misma y valen todas las vidas. Y, si alguna debe ser especialmente cuidada y atendida, es la vida frágil o la que nadie quiere.

 Además de la crisis económica que nos espera, es posible que haya intentos de aprovechar la coyuntura para restringir nuestras libertades: ¿podremos seguir reuniéndonos, llenar iglesias o locales, viajar libremente, deberemos utilizar siempre o casi siempre mascarilla, estaremos más controlados, incluso a través del teléfono móvil, tendremos que ofrecer explicaciones de a dónde vamos y de con quién estamos, la entrada de inmigrantes será todavía más restrictiva? Me temo que más de un político pretenderá, en nombre de la real o supuesta seguridad, que paguemos el alto precio de la libertad. También ahí, nuestras comunidades eclesiales podrán jugar un papel profético.

Una cosa más. Es posible que, una vez que se levanten las restricciones, tengamos que adoptar algunas medidas en nuestras liturgias, como darnos la paz sin tocarnos o abrazarnos, o comulgar en la mano y, en aquellos grupos en que se comulga bajo las dos especies, hacerlo por intinción. Si así ocurre, habrá que ir con mucho cuidado con los fundamentalismos baratos que seguramente van a aflorar. Para algunos el modo de comulgar parece más importante que la propia comunión.

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30
Abr
2020
¿Dónde está Dios en esta pandemia?
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Diosenpandamia

La pregunta: ¿dónde estaba Dios en Auschwitz, el famoso campo de concentración nazi?, se repite, de una u otra forma, cada vez que ocurre una desgracia que nos desborda. ¿Dónde está Dios en esta pandemia que sufrimos?

La pandemia es una más de las muchas desgracias que han aparecido desde los comienzos de la humanidad. Es una consecuencia de nuestra naturaleza finita. El mundo tiene sus límites. La limitación, el “no ser dioses”, es el precio de la vida. Pero, por suerte para nosotros, hay un Dios que dirige la historia y los acontecimientos. Pero no lo hace interviniendo y coartando nuestra libertad, porque entonces sería un Dios no consecuente con la maravilla del ser humano libre que ha creado. Dios siempre actúa a través de “causas segundas”, dicen los teólogos y repite el Catecismo de la Iglesia Católica. O sea, actúa a través de la inteligencia, la bondad y la libertad humanas.

¿Dónde está Dios en esta pandemia? En el esfuerzo de tantos médicos y sanitarios que, con pocos medios, jugándose a veces la vida, han hecho lo posible por curar a los enfermos. En la solidaridad de muchos cristianos que se han ayudado entre ellos y han ayudado a los demás. En la inteligencia de los especialistas que están buscando una vacuna. En la disciplina de tantas personas que han quedado confinadas en sus casas. En la oración serena de las monjas contemplativas. En la pena de quienes no han podido despedirse de sus seres queridos. En la sensatez de nuestros Obispos al dispensar el precepto dominical e invitarnos a la prudencia y a obedecer a las autoridades civiles. Ahí está Dios, ahí está su Espíritu de sabiduría e inteligencia.

¿Será posible que los creyentes no nos demos cuenta de eso? Pero, ¿qué catequesis y qué formación religiosa hemos recibido, si no nos damos cuenta de eso, y pensamos en castigos estúpidos, indignos de un Dios amigo, (“amigo”: a ver si nos enteramos), amigo de los pecadores. No he dicho de los cumplidores, he dicho de los pecadores.

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28
Abr
2020
Lo originario del pecado: no aceptar la limitación
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límites

El ser humano no es Dios. Como no es Dios, necesariamente es finito. Todo ser humano es limitado. Si no acepta su limitación, no acepta su realidad. Y si no acepta su realidad corre el riesgo de perderse. Querer ir más allá de la propia realidad, de las posibilidades que uno tiene, no es superarse a sí mismo, es perderse. Paradójicamente, la finitud hace posible la relación y el encuentro. La relación es el modo que tenemos los humanos de ir más allá de nosotros mismos, superando la finitud.

Según el relato del Génesis, Dios al crear al ser humano a su imagen, le invito a vivir y ser feliz y, al mismo tiempo, le advirtió contra las malas consecuencias de ir más allá de sus límites. Hay una palabra de Yahvé, frecuentemente citada en su segunda parte. Pero la segunda parte sólo tiene sentido a la luz de la primera: “de cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio”. La comida es símbolo de la vida: de cualquier árbol puedes comer. Disfruta de la vida. Pero cuidado, la vida tiene límites: hay un árbol del que no puedes comer. Pretender ir más allá de tus posibilidades, la avidez de tenerlo todo (el bien y el mal) sin control alguno, eso no da más vida, conduce a la muerte. El vino es bueno, pero el exceso de vino no da más alegría, sino que embrutece; el sexo es bueno, pero fuera del contexto del amor, no da más placer, sino tristeza.

En el relato bíblico aparece una astuta serpiente que empuja a los humanos a decidirse contra la advertencia que Dios les había dado sobre su límite. Y lo hace suscitando la desconfianza (Dios miente), activando la imaginación (“seréis como dioses”) y provocando vanas ilusiones (“se os abrirán los ojos”, “no moriréis”). Esta serpiente representa la propia ambición y avidez humanas, que no tienen límites.

En el origen de todo pecado está, entre otras cosas, el no querer conformarse con lo que uno tiene. Pues si se conforma, cobra conciencia de que la superación sólo es posible con la ayuda de otro. En el ser humano, creado a imagen de Dios, hay una aspiración al infinito, un deseo de divinidad. Pero esta aspiración no puede conseguirla con sus propias fuerzas, sólo es posible por gracia. Cuando el humano se encierra en sí mismo y pretende conseguir con sus fuerzas lo que supera sus posibilidades, esta pretensión le enfrenta con Dios. El gran error del humano no es querer ser “como Dios”. A eso ha sido invitado. El error está en querer ser dios sin Dios, en querer divinizarse por su cuenta, en prescindir del dador de la vida en plenitud. Porque la plenitud está en la salida, en el encuentro, en la relación.

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24
Abr
2020
Deseo de verdad o abuso de poder
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verdad

“¿Tu verdad?  No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela“ (Antonio Machado).

Mi verdad, en algunas ocasiones, puede ser falta de información, en otras puede ser un prejuicio. Y, en otras, y eso es lo que parece más grave, puede ser una justificación de mis acciones que, con todas las cartas boca arriba, me dejarían muy mal parado. Y nadie queremos quedar mal parados. Por eso nos esforzamos por presentar mi verdad como la verdad.

En todo ser humano hay un deseo de verdad. La prueba está en que muchas veces mentimos, pero no nos gusta que nos mientan. Este deseo de verdad necesita purificarse constantemente, porque, como acabo de indicar, muchas veces presentamos como verdad lo que en realidad es una búsqueda de justificación. Para purificar el deseo de verdad se requiere humildad, capacidad de escucha. Aunque no esté de acuerdo con el otro, quizás en lo que dice hay algo de verdad. Y si hay algo de verdad, el amante de la verdad debe acogerla.

El evangelio de Juan dice que la naturaleza del demonio es “ser mentiroso”. Identificarse con el demonio es peligroso. Por el contrario, Jesús es la Verdad y, por eso, dice la verdad. Vivimos en un mundo en el que hay demasiada mentira. En todos los terrenos, no sólo en el de la política. Uno de los espacios donde la mentira abunda más es allí donde hay poder (del tipo que sea, pero poder, que es algo distinto de autoridad: autoridad es capacidad de arrastre y de convencimiento). Quién tiene poder suele aferrarse a él y defenderlo a toda costa. Y el coste, en muchas ocasiones, es la verdad. El poder engaña, no de una forma burda, sino manipulando, tergiversando la realidad. Tiene la extraña habilidad de decir a uno lo contrario de lo que dice al otro.

El deseo de verdad se manifiesta allí donde hay voluntad de diálogo, voluntad de escucha, de compromiso, de consenso, capacidad de ceder y hasta de reconocer los errores El deseo de verdad conduce al bien. La verdad nunca hiere, en todo caso, purifica. Allí donde alguien queda herido “por la verdad”, seguro que no se trata de la verdad, sino de “mi verdad”. Por eso, como dice el poema de Machado, la verdad hay que buscarla juntos. Cuando no la buscamos juntos se convierte en “mi verdad”, y “mi verdad” corre el riesgo de derivar en abuso de poder.

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21
Abr
2020
Necesitamos testigos más que noticias
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llamadorpuerta

Durante la celebración de las bodas de plata de unos amigos, dije en la homilía de la Eucaristía de acción de gracias, que esa celebración no iba a ser noticia. ¿A quién le interesa que un matrimonio se haya mantenido fiel durante 25 años? Quizás al matrimonio y a sus hijos, pero desde luego a la prensa no. A la prensa le interesan las rupturas matrimoniales, sobre todo aquellas en las que los esposos buscan hacerse daño o aprovechar la ruptura para sacar de ella el máximo provecho económico.

No vais a ser noticia, les dije, porque lo noticioso son otras cosas. Noticia es que la bolsa sube o baja, pero no es noticia que una persona muera de hambre. Las cosas serias no son noticia. Por eso hay noticia cuando un matrimonio se separa. Y no la hay cuando un matrimonio se ama; no es noticia la fidelidad. Los esposos cristianos no han sido llamados a ser noticia, han sido llamados a ser testimonio. Testimonio de que el amor es posible, de que el amor es capaz de superar dificultades y momentos difíciles, testimonio de que el amor es el único camino posible para encontrar la felicidad.

Las noticias hacen ruido, es más dudoso que ayuden a pensar. También las noticias eclesiales hacen ruido. Es más dudoso que ayuden a convertir. La fe cristiana necesita testigos coherentes con su palabra y con su vida, porque el testimonio de los creyentes hace presente a Cristo resucitado. A este respecto, hay un texto del Concilio Vaticano II que me parece significativo: “En la vida de aquellos que, siendo hombres como nosotros, se transforman con mayor perfección en imagen de Cristo (cf. 2 Cor 3,18), Dios manifiesta al vivo entre los hombres su presencia y su rostro. En ellos El mismo nos habla y nos ofrece un signo de su reino” (Lumen Gentium, 50).

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18
Abr
2020
Vicente Ferrer: predicar y dar trigo
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vicentferrer

La figura de Vicente Ferrer (cuya fiesta se celebra en Valencia el lunes de la segunda semana de Pascua) es polifacética. Sin duda la característica más fundamental e importante de su vida es la predicación En estos días difíciles que estamos viviendo quizás sea oportuno recordar que nuestro predicador fue también un gran benefactor social. Lo mismo puede decirse de otro contemporáneo y paisano suyo, el mercedario P. Jofré, nacido el mismo año que san Vicente y fallecido dos años después; fue el fundador del primer hospital para dementes de la ciudad de Valencia. Juan Jofré se ocupó de los dementes, a Vicente le preocuparon los huérfanos. El contexto social de la época explica seguramente estas obras sociales de gran calado.

En tiempos de San Vicente, Valencia, como toda Europa, estaba afectada por la peste negra, una plaga venida de Asia, que hizo desaparecer entre un tercio y la mitad de la población europea. En Valencia, la epidemia, durante unos meses, provocó unos 300 muertos por día y dejó a la población completamente diezmada. La peste afectó directamente a San Vicente Ferrer. Mató a bastantes de sus sobrinos, a 9 de los 11 hijos de su hermano Bonifacio, que después de la catástrofe entró en la Cartuja. Un testimonio de la implicación directa de san Vicente en la lucha contra esta peste se encuentra en un cuadro del museo de Segorbe, donde aparece realizando una curación milagrosa en un monasterio de frailes de la Orden de San Bernardo, todos afectados por la peste y todos curados por el santo.

También hoy los cristianos están implicados en la lucha contra el virus, entre ellos muchos sanitarios (que, por cierto, más que aplausos necesitan comprensión y cuidado, pues trabajan en condiciones difíciles). Las instituciones eclesiales han puesto locales y materiales a disposición de personas y de diferentes administraciones. Los capellanes de hospitales y cementerios prestan una importante ayuda espiritual, humana y psicológica. Estos datos parece que no son noticia.

Desgraciadamente lo noticioso son las peleas entre políticos. Es lamentable que siga siendo más importante la ideología que la sanidad. Penosas son las ganas que tiene alguno de dejar claras sus “competencias”. No es momento para peleas ni para “figurar”. Para los políticos, es la hora de la responsabilidad y de la generosidad. Para los ciudadanos es la hora del discernimiento.

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14
Abr
2020
La belleza que salvará al mundo
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rosabella

Dostoiewsky se preguntaba qué clase de belleza salvaría al mundo. Buena pregunta, porque la belleza es ambigua, lo hermoso puede ser engañoso y sus encantos esconder lo inmoral.

Por su insuficiencia y ambigüedad la belleza del mundo no puede ser salvadora. Ella es la que necesita ser salvada y protegida. La belleza que salvará al mundo es la del bien y la verdad. No hay otra verdadera belleza. Pero puesto que la belleza despierta lo mejor que hay en nosotros, puede provocar la pregunta por el Misterio. ¿Por qué la rosa es bella?, se preguntaba Eckhart. ¿De dónde proviene su misterioso fulgor? Pero también es posible preguntar: ¿por qué parece más bella una rosa que un cardo? ¿Hay más belleza en un joven que en un anciano?, ¿más belleza en un campo florido que en un desierto? Ver una cosa bella depende de nosotros, de la calidad de nuestra mirada, y de nuestra decisión de hacer de todos los sitios lugares hermosos y amables.

Cuando miramos la naturaleza con ojos egoístas nos preguntamos por su rentabilidad y utilidad. La naturaleza se convierte así en un lujo para ricos y poderosos. Cuando nuestra mirada es contemplativa surgen otro tipo de preguntas que nos orientan hacia lo profundo del ser, hacia la gratuidad y el misterio de lo real y, en definitiva, por decirlo con palabras de Tomás de Aquino, hacia el “Dios hermoso, causa de la armonía y del brillo del universo”. Este Dios, Hermosura tan antigua y siempre nueva (San Agustín), nos invita a cuidar razonablemente de los recursos naturales y a una práctica efectiva de la solidaridad interhumana. El cuidado y la solidaridad se convierten así en una alabanza eterna, que produce una bella sintonía con el Autor de lo creado.

Es importante no limitar la belleza a la estética, aunque una cierta estética hay en todo lo bello. Pues la premisa de la belleza no es su valor estético, sino su capacidad de engendrar vida en el individuo. Esta distinción entre estética y belleza encuentra en Cristo una sorprendente iluminación. La tradición cristiana ha aplicado a Cristo dos textos del Antiguo Testamento solo aparentemente contradictorios. Por una parte, con el Salmista, le ha calificado “del más bello de los hombres”. Por otra, con Isaías, ha visto en él al “varón de dolores, sin aspecto atrayente, ante quien se vuelve el rostro”. La Cruz, signo del Amor hasta el extremo, es capaz de seducir y fascinar, de arrastrar a una entrega total de la propia vida. Es una Belleza que interpela. Ahí, los cristianos “hemos visto su Gloria”.

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11
Abr
2020
Resurrección de Jesús, revelación de Dios
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resucitadoalcielo

La resurrección de Jesús revela a Dios, nos dice quién es Dios. La resurrección es una Palabra de Dios sobre sí mismo. El Dios que resucita a Jesús es el Dios de la vida, de la verdad y la de justicia. Dios de la vida porque vence a la muerte. Dios de la verdad porque, al resucitarlo, da la razón a Jesús, a su vida y a sus palabras, y se la quita a quiénes le asesinaron. Dios de la justicia, porque al resucitar al crucificado, anuncia un futuro de esperanza para todas las víctimas de la historia.

Acabamos de vivir una cuaresma que ha sido para muchos una cuarentena, cuarenta días de aislamiento no queridos. El aislamiento va a proseguir después de Pascua. La esperanza de muchos cristianos y de muchas personas de buena voluntad, es que este tiempo de reclusión se termine.

La Pascua de Cristo es un motivo de esperanza. Evidentemente, su celebración litúrgica no producirá ningún resultado mágico, pero el buen trabajo de los médicos y enfermeros, la buena voluntad de muchas personas y la disciplina de muchos ciudadanos, han abierto una puerta a la esperanza de que la pesadilla del virus vaya menguando.

De pronto nos hemos dado cuenta de que hay más balas que mascarillas. ¿Seguiremos así una vez controlada la pandemia? ¿Seguirán contándonos los periódicos las mismas rivalidades y ambiciones entre los políticos, los mismos intereses de la banca en aumentar su capital, a costa de cobrar por darles nuestro dinero, las mismas guerras, las mismas dificultades para acoger a los inmigrantes, las mismas discusiones en el parlamento para aprobar leyes que, como mucho, importan a minorías ideologizadas, las mismas restricciones en gasto sanitario y social?

Yo no soy optimista, pero quiero pensar que los cristianos seremos más consecuentes con nuestra fe. Por eso, si todo sigue igual, como por desgracia probablemente así será, lo mejor que podemos hacer los cristianos es no perder el tiempo atacando las leyes permisivas que pueda aprobar el parlamento, para utilizar bien el tiempo viviendo nuestra fe con coherencia, al margen de leyes que ningún cristiano serio piensa jamás aprovechar.

Felices días de Pascua.

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8
Abr
2020
Alivio en la misericordia de Dios
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crufmarfil

En el viernes santo de este año 2020, en la que por primera vez muchos cristianos se verán impedidos de celebrar la liturgia de este día en sus parroquias y comunidades habituales, pero que será posible seguir por medios telemáticos, la liturgia añadirá a las tradicionales y solemnes preces de este día, una más. La monición dirá: “Oremos también por los afectados por la epidemia del coronavirus”. Y esta será la oración: “Dios Dios todopoderoso y eterno, singular protector de la enfermedad humana, mira compasivo la aflicción de tus hijos que padecen esta pandemia; alivia el dolor de los enfermos, da fuerza a quienes los cuidan, acoge en tu paz a los que han muerto y, mientras dura esta tribulación, haz que todos puedan encontrar alivio en tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amen”.

La oración a quién le hace bien es a nosotros. Y esta oración puede hacernos mucho bien. Nos hará cobrar conciencia de que Dios está muy presente en la aflicción de los que padecen la enfermedad. En la cruz, Dios parecía ausente y, sin embargo, estaba muy presente. Los evangelios de Mateo y Marcos han puesto en boca de Jesús crucificado unas dramáticas palabras, que son el comienzo del salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” No estamos ante un grito de desesperación, sino ante el comienzo de un salmo lleno de esperanza. El salmo presenta la figura de un inocente y perseguido, rodeado de adversarios que buscan su muerte. En esta situación, el inocente se dirige a Dios, que no responde y parece lejano. A pesar de todo, busca el contacto con este Dios, busca una relación que pueda darle consuelo y salvación.

El viernes santo, todos, desde nuestras casas, podemos unirnos sinceramente a la oración de la Iglesia y al grito de Jesús: mira Señor nuestra aflicción, alivia a los enfermos, da fuerza a quienes los cuidan, acoge a los difuntos y haz que todos encontremos alivio en tu misericordia. Aunque algunos piensen que tú no existes o que no te interesas por nosotros, los que creemos en ti sabemos bien que eres el Dios vivo de la historia y que tu principal interés es nuestro bien, aunque, a veces, también a nosotros nos resulte difícil comprender como se relaciona lo que sucede con tu inmensa bondad.

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5
Abr
2020
Sorprendente esperanza
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amanecer

En estos tiempos difíciles hay una ola de comunicación por medios no presenciales, que muestra la necesidad que tenemos de sentirnos acompañados. Y hay una ola de solidaridad, de apoyo y ayuda, que tiene su mejor expresión en la labor que hacen médicos y enfermeras. Pero también en otras manifestaciones mas sencillas, como cuando un amigo te pregunta sinceramente si puede hacer algo por ti. En muchos monasterios, las monjas, esas mujeres que cuando no se las conoce parece que están alejadas de la gente, resulta que dedican su tiempo a hacer mascarillas que luego reparten gratuitamente a instituciones y personas. Esta ola de solidaridad no sorprende demasiado, porque en el fondo todos tenemos un corazón sensible y vemos nuestra pena reflejada en la pena de los demás.

En estos difíciles momentos hay también una ola de fe en Dios, que se manifiesta, por ejemplo, en el seguimiento que tienen las muchas eucaristías virtuales, y también muchos rezos corales en los monasterios. O en las cadenas de oración, unas más acertadas que otras. Dice el refrán que la gente se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, es decir, en caso de necesidad los creyentes buscan la ayuda de Dios, lo cual es una manera de reconocer la propia limitación. Nos creemos muy poderosos y, de pronto, descubrimos que no podemos con todo ni lo podemos todo. Tampoco, pues, resulta sorprendente este despertar de la fe en medio de las dificultades.

Pero lo que sí resulta sorprendente es la esperanza. Cada día ojeamos los periódicos, escuchamos la radio, buscamos en internet noticias positivas, datos que nos permitan pensar que eso que hoy va tan mal, mañana irá mejor. Sin esta esperanza los sanitarios no se esforzarían, las personas no tomarían precauciones. La esperanza es lo que nos mueve y nos sostiene. Pero resulta sorprendente que el presente no augure nada bueno y, sin embargo, estemos luchando por un mañana mejor. Hace falta una gracia increíble para convencerse de que después de cada noche viene un amanecer.

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