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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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15
Abr
2019
Jesús pudo morir de muchas maneras
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cruzluminosa

Estamos terminando el año jubilar con motivo de los 600 años de la muerte de San Vicente Ferrer en Vannes. En estos días de semana santa puede resultar interesante una reflexión que ofrece el santo a propósito de la muerte de Jesús y su sentido salvífico.

Usando una expresión del Nuevo Testamento, el santo indica que Cristo murió por nuestros pecados. Pero hace notar que se puede morir de muchas maneras. Más aún, que Cristo, desde el principio de su vida, estuvo en constante peligro de muerte. Poco después de nacer, Herodes quiso matarlo, y con ese propósito envió soldados para que mataran a todos los niños de la ciudad de Belén y sus alrededores. Según el evangelio de Lucas, al comienzo de su ministerio, en la sinagoga de Nazaret, la gente quiso despeñarle. Una tercera vez estuvo en peligro de morir, esta vez apedreado, según cuenta el cuarto evangelio en el capítulo 8. Comenta agudamente el santo: con cualquiera de esas muertes hubiera salvado al mundo entero, pero no quiso morir de esta forma.

¿Cuál es la ventaja (ventaja salvífica, claro) de la muerte en cruz? El santo parte del texto de Lc 1,42 cuando Isabel le dijo a María: bendito el fruto de tu vientre. Relaciona entonces el árbol del paraíso con el madero de la cruz, calificándolo de árbol de la cruz. Recuerda, además, una leyenda según la cual la cruz estaba clavada en el mismo lugar del árbol del paraíso. Y comenta: así el fruto que Adán y Eva arrancaron del árbol, volvió a su lugar. Arrancar el fruto (lo que hicieron Adán y Eva) sería signo de la desobediencia, del despreció a Dios. Jesús, fruto bendito de Dios, vuelve a unirse al árbol, signo de la divinidad, y así une y reconcilia a la humanidad con Dios.

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12
Abr
2019
La cruz revela pecado y amor
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crucificado06

La cruz de Cristo es revelación. Revela pecado y amor. El pecado del ser humano y el amor de Dios. ¿Cuál es el pecado del ser humano? El pecado original, lo que está en la base y en el origen de todo pecado, es el rechazo de Dios, el preferirse uno a sí mismo prescindiendo de Dios. Cuando la criatura se considera dios, no sólo equivoca su verdad, sino que también se pierde. Cierto, el ser humano ha sido llamado a ser como Dios, creado a imagen de Dios. Pero sólo puede ser Dios con Dios, sólo puede divinizarse por gracia. Este pecado original, a saber, el rechazo de Dios, en la Cruz de Cristo se manifiesta como el pecado del mundo. El pecado del mundo es rechazar a Jesús, al enviado de Dios, al perfecto revelador de Dios. La Cruz es ante todo manifestación del pecado del ser humano. Lo que cae sobre Cristo crucificado no es un castigo de Dios, es el pecado de la humanidad. Son los hombres los que rechazan a Jesús.

Pero la Cruz es también manifestación del amor incondicional de Dios. El amor de Dios no está condicionado por nada, ni siquiera por nuestros pecados. Por eso, Dios ama al pecador. La prueba de que Dios nos ama, dice san Pablo, es que siendo nosotros todavía pecadores, Cristo entregó su vida por nosotros. Dios no nos ama cuando somos buenos, ni cuando nos proponemos ser buenos. Nos ama siempre. Porque su amor es incondicional. Lo que en la Cruz se revela, junto con el pecado del mundo, es el amor de Dios, más fuerte que el pecado. Y, por tanto, se revela que en la Cruz el pecado ha perdido todo su poder. El pecado nunca resulta vencedor. El mal tiene un límite. El amor no tiene límites.

En la Cruz de Cristo, Dios nos llama a conversión, sigue reclamando nuestro amor. Porque sólo cuando nosotros acogemos su amor puede haber salvación. Ya que la salvación es encuentro. Y no hay encuentro sin reciprocidad. En la Cruz, Dios sigue llamando, reclamando con más fuerza que nunca, nuestro amor. La cruz no es el precio que Dios exige para reconciliarse con los humanos, es la suprema manifestación de un amor que, precisamente por ser incondicional, no responde al mal con el mal. Responde con el bien. Lo que en la cruz de Cristo se manifiesta es un amor (el de Dios) más fuerte que el pecado (el de los que crucifican a Jesús).

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9
Abr
2019
Nuestra casa común
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casacomun

Provocado por un comentario que me llegó a propósito de la primera de estas dos recientes entregas sobre la casa, añado un tercera sobre nuestro planeta tierra, nuestra casa común. Del cuidado de la casa común han hablado los últimos Papas, no sólo Francisco (en su encíclica Laudato si’), sino también Juan Pablo II y Benedicto XVI, amen de algunos líderes de otras religiones. Se trata de un asunto urgente, pues en el cuidado de esta casa nos jugamos literalmente la vida, la propia y la de nuestros hijos. Está en juego nuestra vida, pero lo más doloroso en este “juego”, si se me permite jugar con las palabras, es que los primeros perjudicados son los más pobres y los que más ayuda necesitan. Los habitantes de los países ricos todavía tenemos medios para cuidar el ambiente y “disimular” los males que le provocamos, pero este disimulo no es posible entre los pobres. Nosotros contaminamos el agua y tenemos medios para “purificarla”. Los pobres carecen de tales medios.

El cuidado del planeta tiene muchas derivaciones y consecuencias que van más allá de lo puramente ecológico. La seducción del dinero que produce productos perniciosos como, por ejemplo, las armas de guerra, es una de las principales causas de la degradación ambiental y, por supuesto, de la degradación humana. Los residuos radiactivos de las centrales que contribuyen a garantizar nuestros elevados consumos de energía eléctrica, requieren sistemas de aislamiento. Los más seguros son muy caros. Por eso, en algunos lugares, se los almacena a gran profundidad. Más barato, pero menos seguro. Lo barato aumenta los riesgos.

No se trata de tomar postura contra el progreso y contra la técnica. La técnica puede contribuir a mejorar la vida humana. El ser humano puede y, en ocasiones, debe modificar la situación de la naturaleza, pero sin olvidar que sigue dependiendo esencialmente de ella, como se observa cuando se destruyen las condiciones necesarias para la vida. El objetivo humano, por tanto, es emancipar al hombre de la naturaleza sin destruir la propia base ecológica. La tierra es nuestra morada, una prolongación de nuestro cuerpo; es el pan de cada día; es también belleza y bondad para el corazón humano. Y todo eso, como don recibido. No para dominar o explotar, sino para cuidar y amar. La técnica como tal no es mala. Puede serlo cuando no conoce ninguna prioridad ética, o se usa exclusivamente al servicio de la sociedad de consumo y no en provecho de la persona humana.

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7
Abr
2019
Dos pecadores, una acusada
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aultera

El evangelio de este quinto domingo de cuaresma comienza de forma muy irónica y llamativa: se insiste por dos veces en que estamos ante una mujer sorprendida en adulterio, sorprendida en flagrante adulterio. Si la sorprenden en el acto del adulterio, eso significa claramente que la sorprenden con otro. ¿Dónde está el otro?, ¿por qué el otro no es detenido?, ¿por qué no van a por él si se ha escapado?, ¿por qué no es acusado? Ya sería el colmo de la ironía pensar que el otro, porque sin otro no hay adulterio, estaba entre los dispuestos a apedrear.

Los fuertes, si son culpables, en muchas ocasiones, saben como ocultarse. Además, tienen muchos medios para defenderse. Por su parte, los débiles (no importa si son varones o mujeres, ancianos o niños) suelen ser considerados más culpables que los fuertes. Los débiles, en ocasiones, cargan con las culpas ajenas y, casi siempre con las propias. Los débiles no tienen quién les defienda. Y mucho menos, si son culpables. Esta mujer tuvo la suerte de que allí estaba un valiente, un valiente que no necesitaba arma ninguna, le bastaba la fuerza de su palabra. Ese que en otra ocasión fustigaba a los que se fijaban en la paja en el ojo ajeno y no veían la viga en el propio.

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5
Abr
2019
Personas para la casa
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rosaenjardin

En el Evangelio encontramos esta clave: para ganar la vida hay que entregarla. No se trata de perder la vida, se trata de ganarla. El secreto está en que quién la guarda egoístamente, aislándose y creyéndose autosuficiente, equivoca su verdad y, por eso, se pierde. La soledad absoluta, además de imposible, es inmoral. La soledad absoluta es la absoluta destrucción del individuo. Estamos hechos para la comunión, pero hay tanta más comunión cuanto más fortalecida está la persona. Paradójicamente, la persona se fortalece en la buena comunión. Individualidad y apertura, autoposesión y comunicabilidad, son dos dimensiones fundamentales y primarias de la persona. El yo y el tú se implican mutuamente. En último término no podemos olvidar que el hombre es un tú para Dios y que en la comunión con Dios y con los hermanos llega a plenitud nuestro ser personal, ser que es irrepetible y relacional a la vez.

El problema con el que hoy nos encontramos es que hay pocas casas donde las personas construyan comunión y, por tanto, donde la comunión construya a la persona. Muchas casas (familiares y religiosas) ya no son lugares de encuentro, sino de paso. Se pasa allí un tiempo, pero no se con-vive, pues los intereses y el corazón están en otros lugares.

De ahí la nostalgia que a todos nos embarga de encontrar “la casa de mi amigo”. Esa casa en la que, tal como cantaba Ricardo Cantalapiedra, había alegría y flores en la puerta, en la que todos ayudaban a todos y nadie quería mal a nadie. Porque allí había un amigo que a todos repartía vida y amor, que no tenía nada suyo. En esa casa entró demasiada gente y con ella entraron leyes, normas y condenas. Entonces hizo frío, ya no había primavera. Por eso, algunos se fueron de la casa en busca de las huellas del amigo.

En el fondo todos buscamos esas huellas, para que en nuestras casas se coma el pan y beba el vino, sin leyes ni comedias. Aceptando con realismo nuestros límites, como dice el Papa en Amoris Laetitia, pero escuchando “el llamado a crecer juntos, a madurar el amor y a cultivar la solidez de la unión, pase lo que pase”.

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1
Abr
2019
Casa para las personas
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siluetapuerta

Los humanos, al contrario de los animales, nunca se han adaptado del todo a la naturaleza. Siempre han buscado o construido lugares en los que poder vivir con mayor intimidad, espacios separados de otros espacios en los que otros también vivían en intimidad. Casi siempre estos espacios eran habitados por varias personas unidas por lazos de amor. Se trataba de casas en las que se reunía una familia, unida no sólo por el amor, sino también por lazos de sangre. Este es el sentido más primario de la casa. En la casa hay personas interrelacionadas. Alguien que esté fuera de la relación no es bien acogido y debe buscarse otro lugar para vivir.

La casa, por tanto, remite al amor. Como hay amor y relaciones más allá de la familia, a lo largo de la historia los seres humanos han construido casas para estas relaciones más amplias. Así, por ejemplo, hay casas en las que se reúnen los que tienen determinados intereses comunes. La casa está preparada para responder a esos intereses. En algunas ocasiones el común interés de los habitantes de la casa puede conllevar a que, personas no unidas por lazos de sangre, también hagan su morada en un mismo espacio. Ese sería, por ejemplo, el caso de las comunidades religiosas. Los que entran en esas casas religiosas para vivir de forma estable de por vida, forman un tipo de familia, unida por lazos de amor. Sólo que sus intereses no son los propios de una familia unida por lazos de sangre, sino de una familia unida por la fe en el Señor Jesús. En cualquier caso, también aquí se trata de vivir una relación amorosa, de modo que quién está fuera de tal relación no se siente bien acogido en la casa.

Las personas son las que construyen el espacio familiar. Pero no es menos cierto que el espacio familiar está al servicio de las personas. Un espacio que destruye a la persona no es una casa. La casa está al servicio de la persona. Más aún, la persona se hace persona en la casa, en un espacio de amor y de relación. Porque los humanos somos constitutivamente seres relacionales. Cierto, también somos seres “personales”, o sea, únicos e intransferibles. Esta doble marca del ser humano, individual y relacional, o dicho con una terminología más técnica, hipostática y extática, produce en ocasiones tensiones y dificultades.

Las dificultades se resuelven cuando uno comprende que la identidad se construye en la relación amorosa, en la apertura al otro, en el salir de uno mismo para abrazar y acoger al otro. Insisto, las dificultades no se resuelven con cualquier relación, pues las hay perversas y destructoras, sino en la relación amorosa, una relación que construye y potencia lo individual, y lo capacita para existir.

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28
Mar
2019
Egipto bíblico y Europa de hoy
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emigracion

Se diría que, en la Biblia, Egipto tiene mala fama. En realidad, el Egipto bíblico tiene sus cosas buenas y sus cosas menos buenas. Es un lugar de acogida y de rechazo, algo parecido a lo que ocurre hoy en Europa. La historia de los israelitas en Egipto es un recordatorio de nuestra propia historia.

Egipto fue el lugar de la primera gran emigración de israelitas, esa emigración que comenzó con Abrahán, un arameo errante que iba en busca de un buen lugar donde vivir. Se estableció en Egipto, donde sus descendientes encontraron trabajo. Algunos incluso prosperaron tanto que llegaron a ocupar cargos importantes en el gobierno del imperio, como José. Cierto, Egipto también maltrató a los trabajadores israelitas, tanto que terminaron marchándose de un lugar que resultaba para ellos inhóspito. Algo parecido ocurrió más tarde con la más famosa familia de la Biblia, la de José, María y Jesús. Ellos también encontraron refugio en Egipto cuando sus vidas corrían peligro. Luego, no sé sabe bien por qué motivo, regresaron a su país de origen.

Es posible ver en el Egipto bíblico una imagen de lo que ocurre en muchos países de Europa. Hay personas que no tienen trabajo, que malviven en sus países de origen y buscan en Europa techo y pan. Esos trabajadores contribuyen a la prosperidad y bienestar de los países que los han recibido. Hay otras personas cuyas vidas corren peligro en los lugares donde viven, y también buscan en la “cristiana” Europa un lugar de acogida, un lugar seguro en el que poder vivir. Pero, en casi todos los países de Europa también hay situaciones de rechazo al emigrante. Quizás olvidamos que muchos de nuestros antecesores (españoles, italianos, irlandeses, polacos, etc.) tuvieron que emigrar, buscando techo y pan en América.

La emigración es un fenómeno propio de la humanidad. Desde siempre los seres humanos han buscado tierras nuevas donde poder comer, y cielos nuevos donde maravillarse. En los albores de la humanidad actual, Europa acogió a los primeros humanos procedentes de África. Todos somos mestizos, y deberíamos ver la emigración como algo normal. Cierto, es necesario regular este importante fenómeno, como también hay que regular otros derechos de las personas. Y ayudar a los países pobres o en guerra para que, en sus tierras, pueda haber trabajo y paz.

Hubo un tiempo en que Europa creyó que el mundo era suyo. Son muchos los nacidos en otros continentes cuyos abuelos o bisabuelos son europeos. Estos abuelos viajaron en una dirección contraria a la que ahora quieren viajar algunos de sus nietos. Desgraciadamente, parte de esta Europa que creyó que el mundo era de todos y, por tanto, también de Europa, ahora proclama que Europa sólo es de los europeos.

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24
Mar
2019
Jesús de Nazaret, referencia universal y permanente
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martiresirlandeses02

Una de las cosas más llamativas de la vida del profeta Jesús de Nazaret era que su persona y su doctrina no dejaban a nadie indiferente, hasta el punto de que sobre él se tomaban las posturas más extremas: según unos, actuaba por el poder de Satanás; otros decían que era el poder de Dios el que le sostenía. Este tipo de afirmaciones sólo las provocan las personas más llamativas y sorprendentes. La persona de Jesús ha trascendido su momento histórico. También hoy sigue siendo una bandera discutida. De modo que, en ocasiones, sin que los creyentes lo provoquen, Jesús se convierte en punto de referencia, de comparación o de controversia en boca de personas no creyentes o indiferentes (a veces simpatizantes con el cristianismo y a veces no tanto).

En una plaza de La Habana se puede encontrar un pequeño monumento a los mártires irlandeses que lucharon por la independencia de su país. Fue en 1981 cuando un grupo de prisioneros irlandeses hicieron una huelga de hambre en Irlanda del Norte, reivindicando la independencia de esta provincia aún británica. 10 de ellos murieron. Pues bien, en este monumento hay una inscripción en la que, tras homenajear a estos hombres capaces de morir por sus ideas, se formula siguiente pregunta: “al lado de este ejemplo, ¿qué fueron los tres días de Cristo en el Calvario, símbolo durante siglos del sacrificio humano?”. Resulta cuando menos llamativo que para exaltar el sacrificio de los mártires irlandeses la mejor comparación que se encuentra es la del sacrificio de Cristo. Cierto, parece que en esta comparación salen mejor parados los irlandeses. Esto me parece secundario, al lado de la referencia que se busca para resaltar la heroicidad de unos patriotas.

Lo cierto es que de esos mártires irlandeses solo quedan vagos recuerdos en algunos lugares, mientras que el recuerdo de Cristo tiene una universalidad indiscutible. Por otra parte, no hay que reducir la obra de Cristo a lo ocurrido en su pasión. Pues este final de su vida cobra sentido a la luz de la globalidad de todo lo que fue e hizo. Es el conjunto de la vida de Cristo lo que explica y da sentido a su pasión y a su resurrección. Es la vida de aquel que “pasó haciendo el bien” lo que se manifiesta en la hora de su muerte. No son tres días al lado de los 60 de la huelga irlandesa lo que hay que considerar, sino la vida entera de Jesús.

Los cristianos también comparamos el martirio de los testigos de Jesús con el martirio de Jesús. Pero no pretendemos sustituir a Jesús por ninguno de sus testigos. Jesús es punto de referencia universal, referencia que permanece, mientras los comparados con él se olvidan. Ahí está la grandeza de Jesús de Nazaret: es referencia universal y permanente, porque algo había en su persona que trascendía incluso las circunstancias de su propia vida.

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22
Mar
2019
En La Habana un joven me enseña un tesoro
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albertomagno

El domingo segundo de cuaresma celebré la Eucaristía de las siete de la tarde en la Iglesia de San Juan de Letrán, en La Habana. Como vengo haciendo en los últimos nueve años, estaba allí para impartir un curso de teología. Antes de comenzar la celebración, vino a la sacristía un joven de 16 años y me enseñó un libro antiguo y algo viejo que él consideraba “un tesoro”. Ante mi sorpresa este libro era el Misal dominicano de 1958, traducido al castellano y editado bajo la dirección del que ha sido uno de los mejores Provinciales de la Provincia dominicana de Aragón, el P. Miguel Gelabert Sansó (aclaro: el P. Miguel y yo no somos familia).

Este Misal ha servido a muchas generaciones de dominicas y dominicos (de todas las ramas) para seguir mejor la celebración eucarística. Antes del Concilio Vaticano II, cuando ya se empezaba a reclamar la traducción, al menos, de las lecturas de la Misa, para que los fieles pudieran entenderlas, en algunas Iglesias de la Orden, un seglar, desde el púlpito, leía el texto en castellano, tomado de ese Misal, mientras el sacerdote proclamaba en voz baja el texto latino. Yo era un niño y recuerdo perfectamente este hecho, así como quién era el lector castellano de una determinada Iglesia.

El joven habanero que, ante mi emoción, me enseñaba el Misal, cuando le dije que tenía en sus manos algo muy valioso, no sólo cultural y religiosamente, sino incluso económicamente, me dijo: en un mercado de libro antiguo de La Habana hay un ejemplar de ese Misal y lo venden por 200 dólares.

Las imágenes del Misal son de un famoso delineante y grabador valenciano de la época, Fernando Cabedo Torrents. En este post reproduzco una de sus imágenes, la de San Alberto Magno.

A veces uno, sin buscarlo, se encuentra con situaciones que le resultan gratas y son un motivo para dar gracias a Dios por la gente buena que ha conocido.

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19
Mar
2019
Poesía que toma partido
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soldetraspeña

21 de marzo: día mundial de la poesía

Si Dios es el mejor poeta y el ser humano (como dije en otro post) es su mejor poesía, se comprende que este ser, creado a imagen de Dios, sea también poeta. El ser humano es poesía y es poeta. Como poeta debe tomar partido por la mejor poesía, la poesía divina. Por eso, la creación poética no puede ser nunca neutral, como dice Gabriel Celaya. Debe tomar partido por los pobres y los golpeados. Una poesía concebida como “lujo cultural”, es brillo superficial sin consistencia alguna, distracción fácil que además miente.

Los actuales poetas españoles tienen muy claro que su creación no es evasión, sino compromiso por una humanidad mejor y más justa. Algunos de ellos hacen poesía religiosa, a veces explícita y otras implícitamente. Uno de esos poetas, Antonio Praena, que además es teólogo, y puede ser considerado como un “ministro-puente”, como un hacedor de puentes que busca unir lo profano con lo sagrado, porque todo lo profano procede de lo sagrado, acaba de editar una recopilación de poesía religiosa, bajo el título de: “La luz se hizo palabra. Poesía Judeocristiana contemporánea en España”.

En esta antología se encuentran buenas aproximaciones a las grandes preguntas del ser humano sobre Dios y sobre sí mismo. Una de las grandes preguntas sobre Dios es su silencio. Puesto que “es duro no tener testigos de lo hermoso”, el poeta se pregunta si “el cielo está vacío”, si en la cruz “no hay más que un cuerpo a punto de apagarse”, o si el momento del amor positivo “es siempre una excepción”. O peor aún, si el problema de Dios en Cristo es “no haber venido a tiempo”, como le reprocha Marta cuando la muerte de Lázaro. Pero en Cristo es también posible descubrir un Dios solidario “que quiere participar de esta pesadilla”. “Un Dios que se hace pobre entre los pobres… contra todo pronóstico”.

Por otra parte, con Dios o sin Dios, con silencio o palabra, siempre nos queda el misterio de lo humano, el bien y el mal que hacemos y nos hacemos. Exista o no exista Dios, ahí está la vida que siempre nos reclama, a veces ruidosa “donde redoblan claxons de calles atestadas”; otras veces silenciosa. Una vida donde importa que “un hombre, valga lo que un hombre”. Puesto que “ser es solo ser ante los otros”. Hasta la biología lo confirma: “la fuerza del varón” que diría Unamuno, o dicho a lo directo: el pene “me dice que estoy hecho para el otro”. La poesía se ocupa de lo humano, porque lo humano es divino. Y hay que preservarlo.

Por ser tan grande, por ser divino, el ser humano es un misterio: “sabemos lo que somos, mas no con quién alcanzaremos ser lo que desconocemos que somos”. Misterio porque es antes regalo: “no te has dado la vida, te precede”. Por eso el humano tiene muchas preguntas, aunque pocas respuestas; muchos deseos, aunque pocas certezas; muchas ambiciones, aunque pocos resultados. Es un ser en búsqueda. La poesía es uno de los mejores testimonios de esta inacabada búsqueda: “dicen que no tenemos esperanza, pero en la frente llevamos una punta de fuego”. Porque, a pesar de todos los pesares, “tenemos sed de Ti”. Por eso, vivir en este desierto “es confiar en que tu mano existe y acompaña nuestro santo abandono”.

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