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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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26
Jul
2019
Una esclavitud que suprime toda esclavitud
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Una de las claves de la enseñanza de Jesús es la reciprocidad, que es una consecuencia directa de la fraternidad: “amaos los unos a los otros”. La plenitud del amor evangélico no va en una sola dirección (el amor al enemigo, por ejemplo), siempre es bidireccional: es mutuo. En este amor mutuo, el de los unos a los otros, está el signo de los discípulos de Cristo, el gran signo para que el mundo crea.

Se diría que San Pablo lleva a su extremo la bidireccionalidad al emplear la siguiente formulación: “sed esclavos los unos de los otros por el amor”. La esclavitud, en tiempos de san Pablo, comportaba derechos absolutos del amo sobre el esclavo. San Pablo se enfrentó a un problema social con repercusiones cristianas, pues se encontró con amos y esclavos cristianos. Su contexto social no le permitía cambiar las leyes y costumbres de la época. De ahí que emplea lo que hoy llamaríamos componendas, y recomienda a los amos que traten bien a sus esclavos.

Pero, junto con las componendas, aparecen en san Pablo auténticas “bombas de relojería”, que sólo con el tiempo producirán sus necesarios efectos. Una de estas “bombas” pudiera ser la exhortación a que los cristianos sean “esclavos los unos de los otros”. Si mi hermano tiene derecho a mi servicio incondicional, yo tengo el mismo derecho sobre él. Eso significa la conversión de la esclavitud en amor absoluto e incondicional.

En una comunidad cristiana solo hay hermanos. No hay maestros ni señores. Ya lo dijo Jesús: no llaméis a nadie maestro ni director, porque sólo uno es vuestro maestro, el Padre del cielo. Esta fraternidad debe traducirse siempre en reciprocidad, llegando a lo más concreto. De ahí la exhortación de san Pablo al servicio mutuo, incluso en los detalles que requieren más humildad, esos detalles que estaban reservados a los esclavos de inferior categoría como, por ejemplo, lavar los pies al amo y señor. Si yo soy esclavo de mi hermano y mi hermano es esclavo mío, entonces los dos estamos exactamente al mismo nivel, somos totalmente iguales en dignidad, gobierno y servicio.

La clave de las relaciones entre cristianos es la reciprocidad: lo que yo soy para el otro, el otro lo es para mí. Cuando no hay reciprocidad, no hay amor cristiano. Mejor dicho: puede haber amor cristiano sin reciprocidad, es el caso del amor al enemigo. Pero ya he dicho que ese no es el ideal del amor cristiano. La plenitud del amor cristiano es el amor mutuo: amaos los unos a los otros. El mejor ejemplo de esta reciprocidad es el amor de Jesús al Padre y del Padre a Jesús: “como el Padre me amó, así os he amado yo”; permaneced en un amor como el mío. De ahí esta palabra de Jesús a sus discípulos: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

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22
Jul
2019
La flaqueza en un patíbulo
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San Pablo, en su primera carta a los Corintios, dice que la predicación de la cruz es necedad para unos y sabiduría para otros. Tomás de Aquino escribe a propósito de la necedad de la cruz: “La predicación de la cruz de Cristo contiene tantas cosas que a la luz de la sabiduría humana parecen imposibles. Por ejemplo: el hecho de que un Dios muera y que el omnipotente perezca a manos de los violentos. La misma predicación, además, presenta algunos elementos que parecen contrarios a la sabiduría humana; por ejemplo: que alguien, pudiéndolo, no huya de las humillaciones”.

No cabe duda de que la fe cristiana está llena de paradojas que chocan con la razón, aunque bien pensadas tienen una extraña sabiduría que puede abrir la razón a perspectivas nuevas. Eso que Tomás de Aquino considera un imposible para la razón, a saber, que el omnipotente perezca a manos de los violentos, el Credo lo confiesa cuando dice que el Hijo, de la misma naturaleza del Padre y, por tanto, todopoderoso como él, padeció bajo el poder de Poncio Pilato. ¡El todopoderoso sometido al pobre poder de un dictador! ¿Qué clase de todo poder es ese? Bien pensado, es el verdadero poder, que no es otro que el poder del Amor. El amor no se impone por medio de la violencia. Y el amor absoluto, sin límite ni discriminación, no puede responder con violencia a la violencia. El todo poder es el poder del amor.

Según Tomás de Aquino la cruz parece una necedad a los que piden milagros como prueba de la solidez de una doctrina o de la valía de una persona. Y nota con agudeza: en la cruz, en lugar de milagros, aparecía “la flaqueza en un patíbulo”. Hay muchos que piensan con la lógica del poder. Pero hay otra lógica, la del amor, el perdón y la misericordia. Esa es la sabiduría de Dios que se manifiesta en la cruz. En esta línea va esta reflexión de Juan Pablo II (en Fides et ratio, 23): “El verdadero punto central que desafía toda filosofía, es la muerte de Jesucristo en la cruz”. Contra un acontecimiento así “se estrella todo intento de la mente de construir sobre argumentaciones solamente humanas una justificación suficiente del sentido de la existencia”.

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18
Jul
2019
En Vietnam dicen no sin decir no
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Cada pueblo tiene sus peculiaridades culturales, todas muy legítimas y dignas. Una de las cosas que cuentan los frailes españoles que trabajan y residen en Asía, es que estas gentes “dicen no sin decir no”. Un “no” directo les parece una grosería, porque siempre hay que dejar una puerta abierta, incluso al adversario. Por eso, si tienen que negar, lo hacen a base de giros que ellos entienden perfectamente, pero que podrían confundir a uno de otra cultura. Giros del tipo: quizás, ya veremos.

Esta anécdota, que me contaban ayer tomando café, contiene una importante lección: siempre hay que dejar una puerta abierta al adversario. En primer lugar, porque así facilitamos la posible reconciliación. Y, en segundo lugar, porque así somos más justos, pues reconocemos la parte de razón que pueda tener la posición del otro.

Cuando en un coloquio o discusión, hay que manifestar el desacuerdo con otro, no es bueno comenzar por decir: “no estoy de acuerdo”, y menos aún: “no tienes razón”. Cuando se quiere ofrecer una opinión distinta o contraria a la que otro ha manifestado, lo mejor es comenzar por encontrar algo positivo en lo que ha dicho, y empezar así: “tienes razón cuando dices…”. Si empiezas así, el otro al que vas a contradecir, probablemente, te sonreirá. Y, a lo mejor, te lo has ganado. Y después de “darle la razón” en lo que la tiene, podrás añadir tu “pero”, expresar tu desacuerdo en un clima de buen entendimiento.

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15
Jul
2019
De nombres y apellidos
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marycosta

Los nombres y los apellidos merecen mucho respeto, porque son signos de identidad. Los apellidos hacen referencia directa a la propia familia. Cierto, hay nombres y apellidos que, en algunos lugares, pueden sonar de forma extraña. Yo llevo cuarenta años “pasando lista” el primer día de clase, entre otras cosas para identificar a mis nuevos alumnos y así, de paso, algunos compañeros identifican a los alumnos que para ellos son nuevos. Nunca he consentido que nadie hiciera el menor comentario “inadecuado” a propósito de algún nombre o apellido.

Hay lugares geográficos en los que algunos apellidos se repiten con relativa frecuencia. Quizás sea un signo de un parentesco entre las familias de ese lugar con el mismo apellido, que se remonta a muchas generaciones. Digo todo esto a propósito del apellido del nuevo Maestro de la Orden de Predicadores, el filipino Gerard Timoner, una persona cercana y de trato agradable. Su apellido me resulta muy familiar. El pasado domingo me acerqué a él y le pregunté si sabía de la existencia de un ciclista llamado Guillermo Timoner. Para los que no lo sepan, se trata de un deportista mallorquín, que competía en ciclismo en la modalidad de pista y fue seis veces campeón del mundo en la prueba de medio fondo. Actualmente tiene 93 años.

Pues bien, el Maestro de la Orden sabía perfectamente de quién le hablaba. Entonces le dije: este deportista nació en Felanitx, un pueblo muy cercano al mío. Y este apellido es relativamente frecuente por aquellos pueblos de Mallorca. Entonces, el Maestro sonriendo me dijo: “pues habrá que ir allí para encontrar mi árbol genealógico”. De ninguna manera estoy diciendo que el Maestro tenga antecedentes mallorquines, aunque nunca sea sabe. Lo que digo es que su apellido es propio de tierras mediterráneas. Nada más. Casualidades de la vida, que seguramente no significan gran cosa.

Por cierto, estoy recibiendo correos y mensajes que manifiestan su alegría y su satisfacción por el nombramiento del P. Timoner. Espero que su magisterio responda a las expectativas.

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11
Jul
2019
El gobierno de Vietnam envía flores a los dominicos
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floresvietnam

La mayoría de mis lectores sabe que estoy participando en el Capítulo General de los dominicos, que se celebra cerca de Saigón. Es posible que muchos hayan leído las crónicas del Capítulo que se publican en nuestra página.

En este país no cristiano hay un florecimiento vocacional, que afecta a todas las instituciones religiosas. La actitud de las autoridades socialistas con la cuestión religiosa ha cambiado para bien en los últimos años. En una de mis crónicas contaba que el primer día del Capítulo vinieron las autoridades del estado, encargadas de los asuntos religiosos, para expresarnos su bienvenida y sus buenos deseos. Los representantes de los dominicos y del estado intercambiaron palabras de mutuo agradecimiento. Las autoridades para darnos la gracias por haber escogido este lugar para celebrar nuestra reunión, y nosotros para agradecer las facilidades dadas por el Estado.

Para darse cuenta del cambio, yo recordaba que, cuando hace 25 años, el Maestro de la Orden vino a Vietnam con la intención de visitar a los frailes, no se le permitió hospedarse en ninguno de nuestros conventos, y menos aún entrar en ellos. Las cosas han cambiado para bien. Y aunque los gestos a veces sólo son gestos, es de agradecer el que, dos días después de su visita, tuvieron las autoridades al enviarnos un gran ramo de flores, cuya fotografía adjunto al post. Lo hemos colocado a la entrada de la sala de plenos.

La Iglesia siempre ha buscado tener buenas relaciones con los gobernantes civiles de todos los lugares. Las diferencias (cuando las hay) no tienen porque ser motivo de enemistad. Es verdad que la Iglesia también ha tenido dificultades. En estos casos ha procurado buscar la paz y buen entendimiento. Porque lo que los cristianos queremos es vivir en paz. Y ese el motivo por el que el Nuevo Testamento recomienda a los creyentes respetar a los que gobiernan las naciones y orar por ellos (ver Tit 3,1; Rm 13,1; 1 Tim 2,1-2).

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8
Jul
2019
Mientras rezan a bordo del avión
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Me encuentro en Vietnam, para participar en el Capítulo General electivo de la Orden de Predicadores, que tendrá lugar desde el lunes, 8 de julio, al domingo, 4 de agosto. Un mes, en el que una de las principales ocupaciones del Capítulo será elegir nuevo Superior General, denominado Maestro de la Orden. Esa elección tendrá lugar el sábado, día 13.

He viajado a Saigón con la compañía QatarAirways. Dicen que tiene fama de atender bien a la gente. En clase turista, al menos, yo no he notado mucha diferencia con otras compañías. Todo muy normalito. Pero algo me ha llamado la atención. En las pantallas del avión, junto con el plan de vuelo, aparecían una serie de anuncios. Uno de ellos decía en árabe y en inglés (por cierto, los únicos idiomas en los que se daban avisos y en los que hablaba la tripulación, cuando bastante más de la mitad del pasaje éramos españoles): “Please stay seated while praying on-board”. O sea: “por favor, permanezcan sentados mientras rezan a bordo”. También era llamativa la insistencia con la que aparecía este anuncio.

Es claro que el anuncio iba dirigido a los creyentes islámicos, para rogarles que, si tenían que hacer sus oraciones, no se pusieran de rodillas, mirando hacía La Meca, como suele ser práctica habitual en ellos. Aún así, sorprende que una compañía aérea ofrezca consejos sobre cómo hay que rezar, porque implícitamente está dando por supuesto que muchos de sus pasajeros lo van a hacer. Y lo van a hacer, no porque haya un peligro, sino porque eso es lo más normal para un creyente. Tener en cuenta las prácticas religiosas de las personas a las que uno se dirige, es un signo de respeto y de consideración. En el anuncio de esta compañía aérea hay una lección que muchas entidades (por decirlo de forma genérica), podrían aprender.

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4
Jul
2019
La paz siempre vuelve a su procedencia
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rosadepaz

Cuando Jesús envía a sus discípulos de dos en dos, a todos los lugares donde debía ir él (Lc 10,1), les dice: “En la casa en que entréis, decid primero: paz a esta casa. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros” (Lc 10,5-6).

Jesús envía a sus discípulos en son de paz. No podía ser de otra manera, dado el contenido del mensaje que debían anunciar. Sería contradictorio anunciar de forma beligerante un mensaje de amor. Porque van en son de paz no llevan dinero (Lc 10,3), así no pueden chantajear a nadie: el mensaje debe ser acogido libremente. Tampoco aceptan dinero: sólo aceptan la comida que les dan (Lc 10,7); así no se aprovechan de nadie. La misión de paz de los discípulos es de una gratuidad total.

La paz se da incondicionalmente. Una paz condicionada es un negocio: yo te doy, y a cambio tú me das algo. Por eso, donde no hay hijos de paz, también hay que desearles y darles la paz. Naturalmente, como no son hijos de paz, no solo la rechazarán, sino que probablemente nos atacarán. También entonces hay que darles y desearles la paz. Puede parecer una operación inútil (ya que no la aceptan) y hasta peligrosa (ya que posiblemente os agredirán), pero es la operación más útil y más necesaria, ya que esta paz rechazada vuelve a vosotros. O sea, el bien nunca se pierde. Más aún, el primer beneficiario del bien que se hace, es uno mismo. El bien siempre vuelve a su punto de partida. Siempre vuelve como rebote del punto de llegada. Si el punto de llegada es bueno, vuelve en forma de agradecimiento. Si el punto de llegada es malo, el bien vuelve a su procedencia en forma de alegría y satisfacción por el bien otorgado, vuelve como reconocimiento de la bondad del dador.

Construir la paz nunca es una pérdida, siempre es una ganancia. A quién más y primero beneficia la paz es al constructor de la paz. Esta es una de las claves del mensaje de Jesús: el que da, nunca pierde, siempre gana. Ganar dando: no un dinero rápido que siempre se pierde, sino una vida en abundancia, que nunca se pierde.

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30
Jun
2019
Lázaro resucita y muchos no creen
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tumba

Hace ya un tiempo publiqué un post titulado: “Lázaro, ¿murió o no murió?”. Sigo pensando lo mismo que entonces dije a propósito de esta pregunta tan directa. Hoy quiero enfocar la cuestión desde otra perspectiva: ocurriera lo que ocurriera, lo cierto es que el narrador se ve obligado a constatar que algunos de los que presenciaron el sorprendente hecho, lejos de creer en Jesús, le denunciaron ante las autoridades. Y éstas decidieron darle muerte.

Con este relato sucede lo mismo que con otros hechos menos llamativos aparentemente, pero igualmente significativos: nadie discute que Jesús realiza curaciones de enfermedades, que entonces eran atribuidas a posesiones diabólicas. Lo que importa, tanto a los que simpatizan con Jesús como a los que no creen en él, no es tanto el hecho cuanto el “poder” con el que realiza el hecho. Sus enemigos no niegan los hechos, pero buscan una explicación que descalifica a Jesús, llegando a lo peor: expulsa los demonios por el poder de Satanás. Dígase lo mismo de la “resurrección” de Lázaro: sólo convenció a los ya convencidos, o a los que le miraban con simpatía. Por eso, lo de menos es la pregunta de si murió o no murió. Lo único que importa es qué postura se toma ante Jesús. Según cuál sea la postura, los hechos y palabras de Jesús se interpretan de una u otra manera.

La pregunta adecuada para comprender el relato de Lázaro, sea cual sea su sustrato histórico, es: ¿qué quiere decirnos el evangelista? Y lo que quiere decirnos no es si Lázaro estaba en coma más o menos profundo, sino que Jesús es el señor de la vida y de la muerte, que Jesús tiene poder de vencer a la muerte. Pero este poder no se manifiesta en lo ocurrido con Lázaro, se manifiesta en la resurrección de Cristo. Lo ocurrido con Lázaro es un signo anticipatorio, que anuncia el dato bueno y definitivo, a saber: que Cristo, al contrario de lo que ocurre con Lázaro, al resucitar, “ya no muere más”, la muerte no tiene dominio sobre él, porque ha entrado en el mundo definitivo de Dios.

Lo ocurrido con Lázaro es signo de una realidad mayor, que siempre se nos escapa. Como todos los signos es un hecho ambiguo, susceptible de ser interpretado de muchos modos. Por eso no se impone. Como no se impone puede no suscitar la fe, sino la incredulidad y el rechazo, como de hecho así ocurre. Para que los signos que Jesús realiza produzcan el efecto deseado se requiere la fe. Fuera de la perspectiva de fe, el signo puede significar cualquier cosa.

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26
Jun
2019
La soledad absoluta, ¿imposible e inmoral?
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A propósito de uno de estos artículos que entrego con regularidad, y en el que afirmaba que “la soledad absoluta, además de imposible, es inmoral”, un amable lector me escribió un tanto sorprendido y hasta un poco molesto, diciéndome que era muy importante que aclarase esta afirmación, dado que, en la Iglesia, hay personas, como por ejemplo los eremitas, que viven una vocación de silencio y soledad. Y, por tanto, esas personas pueden sentirse descalificadas con mi afirmación.

A veces, hay frases que llaman la atención a alguna persona, por la situación vital en la que se encuentra. La sorpresa que provoca la frase puede impedir leerla debidamente contextualizada. La soledad absoluta de la que yo hablaba era la del egoísta que todo lo centra en sí mismo, olvidándose de los demás y considerando que todo lo que no está en función de su “yo”, no tiene la menor importancia. En el artículo que provocó la reacción del lector, afirmaba que las personas estamos hechas para la comunión y que, en la comunión con Dios y los hermanos se encuentra nuestra mejor realización personal. Pero hay muchas maneras de vivir esa comunión con Dios y los hermanos. En la oración y la soledad, un cristiano puede vivir la comunión de los santos. Porque si no la vive, no es un buen cristiano. Por tanto, por mucha vocación cristiana a la soledad que tenga uno, nunca puede dejar de vivir este artículo del Credo, la comunión de los santos, que no se refiere sólo al más allá, sino también al más acá.

Pero hay más. Pues por muy solitaria y aislada que sea la vida de una persona, no puede prescindir del todo de los demás. Por ejemplo, la electricidad que hay en una ermita es posible porque hay personas que se ocupan de que ese servicio funcione. Si el eremita no tiene electricidad, necesitará cirios, que seguramente habrá confeccionado otra persona. Y el pan, o la harina para elaborarlo, que alguna vez el solitario debe buscar, también es posible gracias a que alguien se ocupa de venderla o distribuirla. Siempre dependemos, de un modo u otro, de los demás. En este sentido, la soledad absoluta es imposible. Y si esta soledad encierra a uno en sí mismo, de modo que no es capaz de abrir su puerta cuando alguien llama pidiendo socorro, en nombre de su dedicación a la oración o la contemplación, entonces es una soledad inmoral. Porque el cristiano siempre está abierto al prójimo y no digamos al prójimo necesitado. Estamos hechos para los demás.

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22
Jun
2019
Ciudades con puentes y ciudades con muros
0 comentarios

muro

Desgraciadamente, en este mundo abundan ciudades y lugares con muros de separación. Basta pensar en lo que fue la ciudad de Berlín hasta lo que precisamente se conoce como “la caída” de su muro. Actualmente hay dos muros tristemente famosos: el que separa a Israel de Palestina, y el que está en la frontera de Estados Unidos con México y los países del sur de México, sin olvidar el muro que tenemos en España en las ciudades de Ceuta y Melilla. El Papa, más como una advertencia que como una realidad, ha utilizado una imagen para calificar a los constructores de muros: “los que construyen muros, ya sean de alambres o de ladrillos, terminarán convirtiéndose en prisioneros de los muros que construyen”. Digo que es una advertencia, porque la realidad es que el muro pretende dejar prisioneros, o sea, cerrar el paso a los “otros”, a los indeseables, a los pobres, a los sin pan. Y proteger a sus constructores ricos, egoístas e insensibles.

Hay ciudades con muchos puentes. Un ejemplo puede ser la ciudad de Valencia: son muchos los puentes que unen ambas orillas del cauce del río que separa la ciudad. No cabe duda de que estos puentes son importantes para que la ciudad esté bien comunicada. Pero lo importante no son los puentes materiales, aunque ellos pueden ser un buen signo. Lo importante son los puentes que construimos en nuestro corazón. Y, por supuesto, los muros que levantamos en nuestro corazón. Los puentes y los muros que importan son los psicológicos, los afectivos, los que unen o separan a las personas. Los buenos puentes y las buenas carreteras no son las del asfalto, sino las del amor.

Los puentes y los muros hoy tienen muchos nombres: barcos que ayudan a los náufragos en el mar Mediterráneo, o barcos que no pueden ayudar porque los gobiernos les impiden salir de los puertos en los que están varados, leyes que favorecen la vida buena de los pensionistas o de los que necesitan medicinas, comedores y albergues sociales, caritas parroquiales, pisos para inmigrantes y muchos nombres más. En España y fuera de España. También los puentes y los muros tienen autores con nombres de buenos y de malos políticos, que impiden la entrada de ayudas a su país o que fomentan rencores innecesarios dentro del propio país.

Muros, puentes; encuentros y desencuentros, este es el sino de la humanidad. Una humanidad en la que todos estamos sometidos a múltiples solicitaciones. Y no todas buenas. De ahí la necesidad de alzar la voz para que cada vez haya más puentes y menos muros, para que cada vez haya más ciudades lo más parecidas posibles a la “ciudad de Dios”. Evidentemente, no a la “ciudad de Dios” que dibuja la película brasileña del mismo nombre, ambientada en un barrio donde abundan los robos, las peleas y enfrentamientos diarios con la policía, sino la “ciudad de Dios” de la que hablan san Agustín y la carta a los hebreos.

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