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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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5
Feb
2012
El sosegador que nos sosiegue
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He pasado quince días fuera de España. Además de impartir clases de teología, he escrito alguna cosa que se publicará en su momento; he leído un libro de 370 páginas sobre el problema del mal y he tomado doce páginas de notas. Lo he leído porque tengo que preparar una conferencia con el título de: “¿El Dios chapucero? El problema del mal?”. Por cierto, compruebo desde hace tiempo que en casi todas mis intervenciones, venga o no venga a cuento, siempre surge la pregunta, que proviene de Epicuro, sobre cómo se compagina el mal con un Dios bueno y poderoso. También me he ocurrido en las clases dadas en La Habana. Cada vez estoy más convencido que esta pregunta sobre la compatibilidad entre Dios y el mal no tiene sentido. En eso, estoy con Torres Queiruga. Es algo así como preguntar si Dios puede hacer un círculo cuadrado. Si tomamos en serio la autonomía de la creatura, de ello resultan dos cosas: una, que la realidad funciona con sus propias leyes (por tanto, de entrada, hay que investigar y conocer esas leyes, sin meter a Dios por en medio); y dos, la creatura, por definición, es limitada y deficiente, de modo que es imposible que sea perfecta; luego el mal es inevitable.
 

Quería hablar de otra cosa. Llevo quince días sin noticias directas de España. Pero algo ha llegado a mis oídos, probablemente con pocos matices: que un obispo ha declarado que hay personas dañinas, aunque luego ha pedido perdón, pero lo han denunciado (digo yo que la denuncia no prosperará), que ni las mujeres se pueden ordenar ni los varones dar a luz, que han absuelto al expresidente de la Generalitat Valenciana, que algunos se han alegrado porque el gobierno ha suprimido (¿o ha sido solo un cambio de nombre?) la “Educación para la Ciudadanía”. Me parece que no me he perdido nada interesante. Lo sucedido parece “más de lo mismo”. Las cosas van lentas, y algunos somos impacientes. ¿La paciencia todo lo alcanza, el tiempo todo lo cura? Tengo mis dudas. Hay cosas que cambian a base de aceleramientos. La paciencia, el correr del tiempo o el tomar distancia, permite ver las cosas con menos dramatismo, pero no cambia la realidad. Y cuando estamos sufriendo (otra vez el problema del mal) algún contratiempo o situación desagradable, nos desasosegamos. El sosegador que nos sosiegue, buen sosegador será. ¿Y si cada uno fuera su propio sosegador, ya que algunas cosas tienen la importancia que les queremos dar?

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1
Feb
2012
Esta Iglesia que vincula
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La fe cristiana es creadora. Reúne en el mundo a los que dan testimonio de Cristo. Los reúne como individuos, ya que dar testimonio siempre es cosa del individuo. Otros dan testimonio, pero nadie puede darlo por mí. Cristo es el contenido común de todos los testimonios de la fe. La fe, que nos reúne como individuos, nos orienta hacia una acción común en el mundo. Esta reunión, en orden a la obra común, se llama Iglesia. He leído que el primitivo nombre de la Iglesia está tomado de la vida de las repúblicas antiguas y designa a los ciudadanos convocados al consejo común. Una asamblea de individuos que toma una resolución común. Esta resolución sólo es común cuando cada cual puede actuar y expresarse libremente, dice lo que piensa y da su voto. La aparente unidad lograda desde el silencio (lo propicie el miedo o la imposibilidad de hablar) lleva siempre en sí la semilla de la división y la muerte. La Iglesia presupone la personalidad y la integridad de sus miembros. La imagen paulina de la comunidad como Cuerpo de Cristo no significa la obra hecha según el principio de la división del trabajo, sino el respeto a la libertad de la identidad de cada uno.

 

 ¿Cómo debe construirse la Iglesia sobre la base de la libertad e integridad de los individuos, que debe ser conservada? ¿Qué aspecto puede tener el lazo que vincula en ella a un ser humano con otro? Este lazo potencia la personalidad de cada uno, no anula las diferencias. Al potenciarlas convierte la Iglesia en una fraternidad de iguales “en el Señor”. La fe es el camino que convierte a los humanos en hermanos. Los vincula pasando por alto sus diferencias de sexo, edad, clase y raza. En el mundo, todas estas diferencias pueden separar y producir la enemistad entre los pueblos, la crueldad de los sexos, la envidia de las clases, las fronteras de la edad. En la Iglesia los potenciales enemigos, crueles, envidiosos y limitados, se miran unos a otros como hermanos. En ella cada uno conserva su propio rostro. La fe realiza la concordia entre personas de diversos rostros. La Iglesia es una comunidad de rostros distintos, en la que todos se ven mutuamente. Forman como un círculo, estando Cristo en cada punto del círculo. Y al estar todos unidos con Cristo, Cristo realiza el milagro de unirlos entre ellos.
 

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28
Ene
2012
Fuerza de la verdad, llama de libertad
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El Centro “fray Bartolomé de las Casas” celebró con gran solemnidad la fiesta de Sto. Tomás de Aquino. El jueves, día 26, a las 20 horas, tuvo lugar una conferencia encomendada a la Presidenta de la CONCUR (Conferencia Cubana de Religiosas/os), bajo el título de “La compasión con ojos de mujer”. La compasión, dijo la ponente, no es debilidad ni sensiblería; despierta la imaginación y llena de fuerza. Contó, al respecto, un hecho real ocurrido durante la guerra fratricida de Ruanda. Dos familias se refugiaron en la capilla de unas religiosas. Un grupo de soldados de la otra etnia fue directo a asesinarles. Una hermana salió a la puerta de la capilla y, mientras miraba al furioso pelotón, se preguntaba por dónde podría encontrar un resquicio de compasión en aquellos hombres. De pronto reconoció al jefe de los asesinos y le preguntó por su hermana, fallecida dos meses antes. Los ojos del hombre se pusieron llorosos, dio media vuelta con sus acompañantes, y aquellas familias conservaron la vida. Tras la conferencia el público hizo preguntas valientes y observaciones críticas, abogando por un mayor respeto a la dignidad de la mujer en esta sociedad con estructuras todavía muy machistas. En el Centro “fray Bartolomé de las Casas” se da la palabra y la palabra es libre.

 

Al día siguiente, viernes, a las 19 horas, se celebró la Eucaristía presidida por el Nuncio Apostólico. En su homilía hubo un párrafo que complació especialmente a los frailes de la casa, porque representaba de algún modo lo que ellos pretenden que sea el Centro: “Sto. Tomás entiende que hay destellos de verdad en todas partes, por eso el amante de la verdad la busca dondequiera que esté. El encuentro con la verdad requiere la escucha atenta de todos aquellos que, aún con posturas distintas a la nuestra, también son sus buscadores. La verdad, por tanto, lejos de encerrarnos en nosotros mismos, supone el diálogo con la cultura, la ciencia y la filosofía”. En mis oídos todavía resuena el canto de entrada, que se repitió al acabar la Eucaristía: “Domingo, tu voz en América descubre la fuerza de la verdad; Domingo, tu voz en América es llama de libertad”. Por supuesto, el Salón de Actos estaba abarrotado y los bancos de la Iglesia totalmente ocupados.

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24
Ene
2012
Soldados que ayudan a las monjas
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Tengo 35 alumnos en el curso del master de teología. Pero quiero hablar de otra cosa. El domingo presidí la Eucaristía de las 10:30 horas, en la espaciosa, iluminada y renovada Iglesia de San Juan de Letrán. Los bancos estaban llenos de fieles. Una Eucaristía participada, con ofrendas presentadas por los fieles, y muchos cantos. Me sorprendió la cantidad de “intenciones” que había, o sea, de peticiones de oración por los difuntos, que una monitora nombró antes de que yo saliera al altar. Al acabar la Misa el mayor de los dos acólitos me indicó que tenía que ir a la puerta del templo para despedir a la gente.
 

El martes celebré la Eucaristía en la Iglesia de las monjas dominicas contemplativas. Son cinco hermanas que mantienen viva la llama de la fe y que, con su sola presencia, son un testimonio de Jesucristo. Además de las hermanas, seis personas más asistían a la celebración. También fué una Eucaristía participada y con cantos. Hasta el punto de que la oración de los fieles no fué leída, sino que cada uno hizo la petición que consideró conveniente. Una de las mujeres que asistían pidió: “por nuestros niños de Cuba, sobre todo por los que vienen a la catequesis, para que sean testigos del amor de Dios entre sus familias”.
 

Al acabar la celebración me interesé por estas catequesis, que se ofrecen en el convento de las hermanas por un grupo de catequistas. Me enteré de que, además de las catequesis para niños, las hay también para adultos que quieren recibir el bautismo o la primera comunión. Porque ésta, como muchas otras, como todas, es tierra de misión. Y en esta tierra, como en muchas otras, hay personas hambrientas de Evangelio.
 

No me olvido del título del post. Resulta que el convento de las monjas está enfrente de un cuartel de soldados (o estaba, porque lo trasladaron hace unos meses). Entre las monjas y los vecinos había buena relación. ¿O alguien imaginaba otra cosa? Una anécdota de la relación entre monjas y soldados: cuando ellas necesitaban trasladar algo pesado, les pedían ayuda, y un grupo de jóvenes acudía al convento. El último traslado fué el de una imagen de la Virgen de la Caridad. Algunos jóvenes se santiguaban, otros se inclinaban. Y uno de los “portadores” comentó: “cuidado, no se vaya a caer el muñeco”. La monja que les acompañaba ni se enfadó ni se inmutó, pero dijo con una sonrisa: “no es un muñeco”. Y el soldado: “perdón, hermana, perdón”. La buena relación por delante. A partir de ahí vendrá lo demás.

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19
Ene
2012
Quince días con posibles altibajos
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Durante los próximos quince días es posible que este blog tenga algunos altibajos. No es seguro, pero es posible. Voy a estar lejos de España, por motivos de trabajo. Allí donde voy mi acceso a internet tiene limitaciones. Ya el pasado año, en fechas muy similares (última semana de enero y primera de febrero) estuve impartiendo unas clases de teología en un master organizado por el “Centro fray Bartolomé de las Casas” de La Habana, con diploma otorgado por la Facultad de Teología de San Esteban de Salamanca. Este año repito. Me traje muy buenos recuerdos. Tuve unas y unos alumnos de gran nivel y, sobre todo, muy interesados en mis explicaciones. Por eso regreso con la ilusión de encontrar un público parecido al del año pasado. He titulado el curso: "El Dios que nos busca y el Dios que buscamos". También me han pedido que ofrezca un taller de teología para ex-alumnos del Centro, que he titulado: "La dignidad de creer".

El Dios que buscamos es el que nos busca a nosotros. Hay una correspondencia entre lo que Dios ofrece y lo que el ser humano busca. Dios es la mejor respuesta a las grandes aspiraciones del corazón humano, una corazón que busca vida y amor, una vida que dure y un amor que no falle. En Jesucristo se nos ha manifestado un Dios así, un Dios que es Vida y Amor. Creer en el Dios de Jesucristo resulta así lo más humano y humanizador. Lejos de ser una ilusión alienante, resulta una opción de gran dignidad. Si alguien se nos presenta de parte de Dios, llevando una existencia totalmente entregada, y ofrece una respuesta a esos dos grandes problemas nunca resueltos del todo, que son la falta de amor y la presencia de la muerte, lo más razonable, lo más creíble, es prestarle atención, es estar atentos a los signos portadores de un amor más grande que anticipan la vida eterna en el hombre.

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19
Ene
2012
Hijos de Dios, ¿también los abortistas?
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Me escribe un amable e inteligente lector y me cuenta: cada vez que se dice que “todos somos hijos de Dios”, oigo enseguida a otros que replican: “¿cómo va a ser hijo de Dios, igual que yo, un terrorista, un violador, o una abortista? En todo caso, serán criaturas de Dios, pero nunca hijos”. Añade: los que así argumentan se basan en algunos textos bíblicos que dicen que hijo de Dios es quien cumple la voluntad de Dios. Incluso la Escritura contrapone los hijos de Dios a los hijos del diablo.

La mayoría de las grandes palabras cristianas tienen un sentido análogo, o sea, se pueden decir de distintas realidades, pero no en el mismo sentido. Así, por ejemplo, “Palabra de Dios” sólo se aplica en sentido pleno a Jesucristo, pero, igualmente decimos que la Biblia es palabra de Dios; más aún, la creación es también una palabra de Dios. Algo parecido ocurre con el término hijo de Dios. Propiamente, el Hijo de Dios es Jesucristo. Pero los cristianos confesamos en el Credo que Dios es Padre y, como repite el Magisterio reciente, Padre de todos los hombres. Por tanto, todos los seres humanos son no sólo criaturas, sino hijos de Dios. Esta filiación común de todas y todos es el fundamento de la fraternidad universal. Todos merecen mi respeto y mi consideración porque todos son mis hermanos.

En la Biblia, el término hijo se aplica a distintas situaciones: los constructores de la paz o los que aman a sus enemigos son hijos de Dios. Pero, sobre todo en los escritos de Juan y Pablo, hijo de Dios se dice de aquellos que se dejan guiar por el Espíritu de Dios. Así se quiere indicar que la paternidad divina pide una respuesta filial, puesto que la plenitud del amor está en la reciprocidad. En este sentido sólo los que aman a Dios pueden ser llamados plenamente hijos de Dios, del mismo modo que sólo los que aman al prójimo son hermanos en plenitud. Pero los que no aman, también son hijos o hermanos y yo debo considerarles y tratarles como tales, aunque ellos no se comporten como lo que son. Cosa distinta es que, según como sean o actúen mis hermanos, yo tenga más o menos confianza con ellos, o entienda que su trato es más o menos fraterno conmigo, o más o menos filial con el Padre.

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16
Ene
2012
Dios y el hombre, nidos de contradicciones
3 comentarios

Precisamente porque Dios es Todo, lo abarca todo y nada se le escapa, no puede ser delimitado ni circunscrito por nada. Y, sin embargo, el ser humano necesita circunscribirlo, no sólo para hacerse una idea de él, sino también para poder alcanzarlo. De ahí que el habla sobre Dios pueda parecer contradictoria. El Dios de Israel es el Creador del mundo, pero es también el Dios que elige un pueblo entre todos los pueblos. Por eso se le invoca bien como “Dios nuestro” o bien como “rey del mundo”. Quiere que se le sirva con temor y que se encuentre la dicha de acogerse a él (Sal 2,11-12). Allí donde la Escritura habla de su sublimidad, en el versículo siguiente habla de su humildad (Dt 10,17-18). Exige oraciones y sacrificios, pero a renglón seguido desprecia todo esto (Sal 51,18-21), y sólo quiere que se le honre con el amor al prójimo y la justicia, sin importarle que los sacrificios se hayan hecho por El. Elije a Israel como pueblo y, sin embargo, Egipto y Asiria también son su pueblo (Is 19,21-25; Sal 87). Con Jesús su reino ha llegado, pero los fieles deben pedir cada día su venida, porque todavía no ha llegado.

El hombre, creado a imagen de Dios, es también un nido de contradicciones. Su única humanidad es siempre plural, no sólo en el sexo, la raza y le lengua. El israelita y el cristiano se creen los elegidos de Dios y, sin embargo, todos los seres humanos son hijos de Dios. El creyente vive ya una vida nueva, y cada día debe progresar en la santidad. La Iglesia es una, santa y católica; y al mismo tiempo son muchas las Iglesias, todas pecadoras y con sus notas particularizantes: católico “romano”. Todo lo que le ocurre al creyente posee dos relaciones: por una parte se refiere a este mundo, pero también se refiere al mundo por venir. Por eso es del mundo, sin ser del mundo; debe amar al mundo y al mismo tiempo no apegarse a este mundo. Es señor de todas las cosas (“todo es vuestro”: Ef 1,22) y simultáneamente servidor de todos. Para él todo lo profano es sagrado, porque Dios se encuentra en todas partes; y todo lo sagrado es susceptible de ser profanado.

Somos tanto más nosotros cuanto más nos damos y nos abrimos. Porque lo que nos identifica nos viene de Otro. Si todo es nuestro, nada es nuestro. Nos define la multitud. Cuando uno quiere ser “sólo yo” se pierde. Somos uno y somos dobles, siempre referidos a otro, saliendo de nosotros mismos.

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14
Ene
2012
Interceder es solidarizarse
2 comentarios

Me escribe un lector y comentarista de este blog y me dice: “aprovechando el final de tu último post” sería bueno explicar que se entiende por “intercesión”. Y añade: mucha gente la entiende como “intentar convencer a Dios”; se diría que Dios no tiene suficiente con nuestra vida y necesita que otros se la expliquen o le convenzan de lo buenos que hemos sido. Más aún: Si, como dice el Nuevo Testamento, Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, ¿cómo entender otras mediaciones, la de los santos o la de la Virgen María?

La intercesión, la oración por los demás, no hay que entenderla como un informar o convencer a Dios de lo que ya sabe. Hay que entenderla en términos de solidaridad. Un cristiano no se concibe aisladamente, sino en comunión con los demás. Nadie estamos solos ante Dios. Por eso en el Credo confesamos nuestra fe en “la comunión de los santos”: los cristianos estamos unidos los unos a los otros por la fe y el amor. Nuestra oración recíproca no es una mercancía de intercambio y permuta, sino un signo de recíproca solidaridad, de comunión, de afecto y de interés por los demás. Al orar por una persona que nos importa, viva o difunta, expresamos nuestra cercanía con ella.

Por otra parte, al pedir a los que ya están en el cielo que intercedan por nosotros, les expresamos nuestro afecto y les decimos que “contamos con ellos”. Se lo decimos, no porque no lo sepan, sino porque así se refuerza nuestro afecto hacia ellos. En realidad, la oración a quien hace bien es al orante: al orar, él se convence de lo mucho que necesita de Dios y, en el mismo acto de orar, experimenta su cercanía; y al pedir la intercesión de la Virgen o de los santos, el orante refuerza su convicción de que está en buena armonía con ellos. Y ellos pueden ser mediadores (de nuevo en el sentido de “solidarios”) porque la única mediación de Cristo no excluye otras mediaciones (ni otras solidaridades), sino que las suscita.

Dios comparte su santidad con los seres humanos. El único santo es también fuente de toda santidad. La bondad de Dios es tan grande que puede difundirse sin menguar. Y al hacernos partícipes de su poder y de su bondad, hace de nosotros auténticos colaboradores de su obra; somos sus manos en el mundo. No sólo no tiene celos de sus manos, sino que se alegra de nuestros éxitos.

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12
Ene
2012
El más robusto (vive) hasta ochenta
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Hace unos días tuve que predicar en un funeral por una persona cercana, fallecida con 95 años. Y tomé como punto de partida de mi reflexión este número de años. Por un doble motivo. Primero, porque entre las muchas cosas que los más allegados podrían recordar, seguramente ninguno nombraría el acontecimiento más importante de su larga vida. No estoy pensando en el día de su matrimonio, ni en el día en que nacieron sus hijos o sus nietos. Pienso en algo ocurrido hace precisamente 95 años: fue bautizado. El bautismo nos hace hijos de Dios. De un Dios Padre que nos ama como no puede hacerlo ningún padre de la tierra. Por amor nos dio la vida y por amor nos adoptó como hijos. Y porque nos ama, en el momento de nuestra partida de este mundo, nos recibe en sus brazos amorosos. Pues una vez que Dios nos acoge como hijos, su amor es incansable e inagotable y supera con creces todas nuestras posibles rebeldías.

Hice una segunda consideración a propósito de la edad. Es sabido que, para el libro de los Salmos, 70 años son una edad a la que llegan pocos; los más robustos, dice el salmista, alcanzan los 80. Hoy 95 años es una edad que supera ampliamente la esperanza de vida. Pues bien, tanto el interesado, como sus seres más queridos hubieran deseado más: un año más, al menos un día más, pero lo mismo desear al día siguiente: otro día más. Porque, en este mundo, la vida siempre se nos queda corta. Nunca estamos saciados de años. Ni de años ni amores. Aspiramos a vivir siempre y a ser amados incondicionalmente. Nuestro corazón tiene una capacidad infinita. Esto de no estar nunca satisfecho con lo que el mundo nos da, es manifestación de un vacío y signo de un deseo de felicidad que sólo Dios puede colmar. Sólo Él puede llenar las más profundas aspiraciones de nuestro corazón.

Acabé la homilía con un plegaria. Pero no “por” el difunto, sino “a” aquel que ya vive en Dios. Rogué al que había dejado ya este mundo y se había encontrado con Dios que intercediera por los que todavía estábamos en camino.

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9
Ene
2012
Al prójimo como a tí mismo
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Sigo hablando del amor. Me detengo en el segundo mandamiento: “amarás a tú prójimo como a ti mismo”. Ofrezco algunas reflexiones que, de tan obvias, pueden pasar desapercibidas. La palabra prójimo significa el que en cada caso, el que precisamente en el momento de amar, está más próximo; aquel que, en este momento, haya sido lo que haya sido y sea lo que vaya a ser después, es para mí en este instante tan sólo el más próximo. De esta manera el amor al prójimo se abre, sin escapatoria posible, a todos los seres humanos. Porque el prójimo es el representante de todos: no se le ama por sí mismo, por su hermoso rostro, sino sólo porque precisamente está ahí como el más próximo. En este mismo lugar podría estar igualmente otro. Todo prójimo puede ser cualquiera. No es lícito preguntar, distinguir.
 

A este prójimo hay que amarle como a sí mismo. El “como a ti mismo” va mucho más allá de la forma restringida: haz a tu prójimo lo que querrías que hicieran contigo. Como a ti mismo indica: tú prójimo es como tú. El hombre no debe renegar de sí. En el “cómo a ti mismo” no se le dice: “eso eres tú”. No, muy al contrario. Se le pone delante un prójimo y de él, y sólo de él, se le dice: “él es como tú”. Como tú, o sea: no tú. Tú sigues siendo tú y debes seguir siéndolo. Pero a él no debes considerarlo un ello. El es un tú como tú. O sea, un yo. Precisamente por eso no puedes no amarlo.
 

Entonces, ¿por qué se me recuerda que es un deber amar al prójimo? Porque desgraciadamente el ser humano, en su egoísmo innato, tiende siempre a amarse a sí mismo. El sólo amor a uno mismo termina desembocando en el odio al otro. Sólo el mandamiento, que se presenta como sabiduría divina, me recuerda que el prójimo no es “otro”, sino un “sí mismo”.

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