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Feb2012El sosegador que nos sosiegue
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Feb
He pasado quince días fuera de España. Además de impartir clases de teología, he escrito alguna cosa que se publicará en su momento; he leído un libro de 370 páginas sobre el problema del mal y he tomado doce páginas de notas. Lo he leído porque tengo que preparar una conferencia con el título de: “¿El Dios chapucero? El problema del mal?”. Por cierto, compruebo desde hace tiempo que en casi todas mis intervenciones, venga o no venga a cuento, siempre surge la pregunta, que proviene de Epicuro, sobre cómo se compagina el mal con un Dios bueno y poderoso. También me he ocurrido en las clases dadas en La Habana. Cada vez estoy más convencido que esta pregunta sobre la compatibilidad entre Dios y el mal no tiene sentido. En eso, estoy con Torres Queiruga. Es algo así como preguntar si Dios puede hacer un círculo cuadrado. Si tomamos en serio la autonomía de la creatura, de ello resultan dos cosas: una, que la realidad funciona con sus propias leyes (por tanto, de entrada, hay que investigar y conocer esas leyes, sin meter a Dios por en medio); y dos, la creatura, por definición, es limitada y deficiente, de modo que es imposible que sea perfecta; luego el mal es inevitable.
Quería hablar de otra cosa. Llevo quince días sin noticias directas de España. Pero algo ha llegado a mis oídos, probablemente con pocos matices: que un obispo ha declarado que hay personas dañinas, aunque luego ha pedido perdón, pero lo han denunciado (digo yo que la denuncia no prosperará), que ni las mujeres se pueden ordenar ni los varones dar a luz, que han absuelto al expresidente de la Generalitat Valenciana, que algunos se han alegrado porque el gobierno ha suprimido (¿o ha sido solo un cambio de nombre?) la “Educación para la Ciudadanía”. Me parece que no me he perdido nada interesante. Lo sucedido parece “más de lo mismo”. Las cosas van lentas, y algunos somos impacientes. ¿La paciencia todo lo alcanza, el tiempo todo lo cura? Tengo mis dudas. Hay cosas que cambian a base de aceleramientos. La paciencia, el correr del tiempo o el tomar distancia, permite ver las cosas con menos dramatismo, pero no cambia la realidad. Y cuando estamos sufriendo (otra vez el problema del mal) algún contratiempo o situación desagradable, nos desasosegamos. El sosegador que nos sosiegue, buen sosegador será. ¿Y si cada uno fuera su propio sosegador, ya que algunas cosas tienen la importancia que les queremos dar?