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Vocación: ¿y eso qué es?
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Vocación parece una palabra muy sonora, con uve de valor, porque vale mucho. La palabrita viene del latín y quiere decir “llamada”. La gente asocia eso de la vocación con monjas, curas y frailes y, a veces, les preguntan: ¿tienes vocación?
Si es llamada, la vocación no es un tener. Y si es llamada no es solo propia de frailes, monjas o curas. Alguien te puede llamar para que te cases con él. El matrimonio es una buena vocación. Para el cristiano, detrás de todas las llamadas está Dios, que nos llama por medio de los hermanos, de la historia, de la vida. Un buen cristiano que quiere casarse, debería pensar: “Dios, a través de mi novia -o de mi novio- me llama para que me case con ella o con él”. Dios me ha regalado a esta chica o este chico para que haga con ella o con él un proyecto de vida y de amor y, para que juntamente, seamos testigos de su amor en el mundo.
Además de la vocación al matrimonio, hay otras: el sacerdocio y la vida consagrada son las más conocidas. ¿De qué modo me llama Dios al sacerdocio o a la vida consagrada? Por teléfono seguro que no. Desconfía de esos que oyen voces divinas. Dios habla de muchas maneras: habla a través de los acontecimientos, habla cuando conoces a un sacerdote, a una monja o a un fraile, que te atraen por su modo de celebrar o de predicar, o por su entrega al estudio o a la oración; quizás por su dedicación a los pobres o por su modo de acoger a niños, ancianos o personas vulnerables. Cuando eso ocurre, esas vidas se convierten en pro-vocación. ¡Son importantes las provocaciones! También Dios habla cuando rezas o cuando necesitas un espacio de silencio para pensar lo que vas a hacer con tu vida.
A través de los acontecimientos de tu historia, de las personas que conoces, a través de tus silencios meditativos y orantes, quizás Dios te está diciendo: tu podrías ser un buen sacerdote, o una buena religiosa; o quizás te dice: tu podrías ser un buen padre o madre de familia, pero de una familia misionera. O podrías formar una familia y emplear parte de tu tiempo para colaborar a fondo con la parroquia en tareas caritativas, catequéticas u organizativas.
¿Y cómo sé yo que Dios me dice eso? Garantías no hay. Pero te lo dice cuando te lo preguntas. El mero hecho de preguntártelo es ya una llamada de Dios. Te lo dice cuando te apasiona el Evangelio y te apasiona dar a conocer a otros esta estupenda noticia. Te lo dice cuando sientes deseos de fraternidad y quieres formar parte de una comunidad monástica o de una comunidad parroquial, que serán la más maravillosas del mundo en tu imaginación, pero luego en la realidad tendrás que ir construyendo cada día, con sus momentos de esfuerzo y también sus alegrías y delicias. Porque es una delicia vivir con los hermanos. Tendría gracia que Dios te llamase por medio de este escrito.
Ser cristiano es algo muy serio y comprometido. Ser cristiano es saberse amado por Dios y vivir en el amor para Dios y para los hermanos. Si de pronto eso de que ser cristiano es algo muy serio te ha hecho pensar, es que a lo mejor Dios te está llamando. No tienes vocación. La vocación no es tener, es responder. Es decir: “Aquí estoy Señor, porque me has llamado, me has seducido, y me he dejado seducir”. Naturalmente, no hay buena seducción si uno no se deja seducir. Porque la vocación es una cuestión de amores. Y solo la entienden los que entienden de amores.