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Vida monástica: temas para reflexionar
1 comentariosLa reciente constitución apostólica sobre la vida monástica indica que uno de los temas sobre los que es necesario reflexionar es el de la autonomía de los monasterios femeninos. Autonomía no es autorreferencialidad. Debe estar abierta a la comunión con los otros monasterios. De ahí la importancia y la necesidad de las federaciones. A partir de ahora no podrá haber monasterios que no estén federados.
La autonomía necesita replantearse desde la plena confianza en las monjas y también desde la comunión con el carisma compartido con la rama masculina de sus Órdenes. Esta disposición abre caminos: “Se favorecerá la asociación, también jurídica, de los monasterios con la Orden masculina correspondiente”. Otro tema importante es la formación permanente, exigencia intrínseca de la consagración religiosa. Es necesario tener monjas bien formadas y con buena base teológica. Sin buena teología no hay buena espiritualidad.
La oración litúrgica y personal es una exigencia fundamental para alimentar la contemplación. La oración monástica puede ser estímulo y guía para aquellos que no sienten la necesidad de rezar, o no saben rezar, o reducen la oración a una petición en los momentos de dificultad. La oración es ante todo alabanza y acción de gracias, que no se reduce a un momento puntual, sino que abarca todos los tiempos y dimensiones de la vida. Más aún, al recitar la liturgia las horas, las monjas se convierten en la voz de todas las personas que no rezan. Y de esta forma las arrastran con ellas hacia Dios, viviendo así la comunión de los santos y siendo solidarias con toda la humanidad.
Sin olvidar la oración de intercesión por los presos, los refugiados, los emigrantes, las víctimas de dependencias, los perseguidos, los parados, los enfermos, las familias desestructuradas… O sea, una oración que de nuevo abarca a la humanidad doliente, pobre y necesitada. “Por vuestra oración, dice el Papa, vosotras curáis las llagas de tantos hermanos”. Y recordando la escena del libro del Éxodo (17,11) en la que la oración de Moisés decide la suerte de su pueblo, Francisco dice: “Hoy, como entonces, podemos pensar que las suertes de la humanidad se deciden en el corazón orante y en los brazos levantados de las contemplativas”.
La vida comunitaria, reflejo de Dios comunión de Amor, es elemento esencial de la vida monástica. De ahí la necesidad de ser constructores de comunidad (y no solo consumidores), aportando cada uno los dones que ha recibido. La vida común es un testimonio de la belleza del vivir unidos, a pesar de las diferencias, en un mundo marcado por divisiones y desigualdades. Pues las diferencias, lejos de separar, enriquecen. La vida común es también la primera forma de evangelización: “en esto, en que os amáis unos a otros, conocerán que sois mis discípulos”.
El Papa es consciente de las dificultades y tentaciones que comporta una vida así. La más peligrosa es la apatía, la desidia, la desmotivación. Por eso, importa no sólo aprender de las monjas, sino apoyarlas y rezar por ellas.