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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

22
Sep
2010

Verbo gracioso

8 comentarios

Es posible algunos lectores del blog leyeran, en la última de mis crónicas del pasado Capítulo General de los dominicos, que en el antiguo Misal dominicano se pedía para los predicadores “la gracia de la predicación y el verbo gracioso”. Verbo gracioso, o sea, el uso elegante de la palabra. Porque las formas también son importantes. Ocurre lo mismo con los lectores en la Eucaristía: el criterio es leer bien, del mismo modo que el criterio para dirigir los cantos de la Misa es cantar bien. Porque si no se lee bien, la gente no entiende y la Palabra de Dios se bloquea. Igualmente si el predicador aburre, la gente no atiende. Y la buena noticia se desperdicia, el mensaje se pierde.

Ahora bien, el uso elegante de la palabra no es suficiente. No por oír a un buen predicador la gente se convierte. Buen ejemplo es lo que, a muchos que predican con cierta decencia, les suele ocurrir: en celebraciones a las que acude bastante gente que no suele frecuentar la Iglesia, como bodas y funerales, alguno de estos no practicantes se acerca al predicador para decirle: “si todos hablasen como usted, o si todos fuesen como usted, yo acudiría más a la Iglesia”. Cuando alguna vez se han dirigido a mí con estas palabras, me he sentido halagado, pero no engañado: las personas que eso dicen buscan justificarse ante ellas mismas y quizás ante mí por no acudir a la Iglesia.

La fe necesita testigos. Nace de la predicación. El testigo tiene que ser coherente con lo que testimonia y el predicador tiene que ser elocuente. Sólo así resultaran creíbles. Pero la credibilidad sola no garantiza la conversión del oyente. Lo que el oyente recibe no está bajo el control del testigo ni del predicador. Si la buena predicación es el camino que toma la Palabra para hacerse oír, la respuesta es responsabilidad del receptor. De modo que, oyendo la misma predicación, unos creen y otros no. Eso no quita para nada la responsabilidad del predicador, pero deja claro que la respuesta no es cosa suya. Lo suyo es solo la buena predicación. Que no es poco. Pues con ella se sostiene la fe de los creyentes, se puede hacer pensar a los no creyentes que la escuchen y quizás, a estos no creyentes, se les convenza de la seriedad de lo predicado.

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lola
23 de septiembre de 2010 a las 12:00

Es cierto, si hubieran sacerdotes santos la gente se acercaria mas. Igusal que si fuesemos los cristianos santos. Lo que pasa es que somos unos mediocres, y no practicamos el amor fraterno y asi nos va. La solucion estar unidos a la vid. Y tambier buscar un templo y un horario donde algun predicador con Verbo gracioso,. P Martin podria ponernos un horario de Misas de los Templos de Predicadores y quien celebra cada Misa. Tal vez ayudaria, yo se lo diria a la gente. Esto deberia ser como el cine, yo voy a una peli buena, y aunque la Misa tiene valor por si Misma, y lo otro seria un buen sacrificio, ¿pero no lleva ya la vida suficiente dolor? no deberia ser un descanso y no un suplicio la Eucaristia. Hay que estudiar y preparase, ¿no lo hacemos todos? yo estudio sin cesar dia, noche y festivios, ¿no deben hacer ellos igual?¿no hay homilias de lios Padres? que lean eso sino saben hacerlo. Yo copiuo a lios mejores, no son investigadora, no es nada malo. Hacer cada uno su trabajo bienm es la forma de santificarse, hacer bien mi trabajo.

Letizia
23 de septiembre de 2010 a las 16:57

Cierto, "predicación graciosa " y "vida en gracia" es el binomio que hace creíble al predicador. Y eso se nota, cuando la palabra nace del interior y está abalada con la experiencia, aunque las formas no sean tan elegantes, tocan el corazón de quién las escucha. En mi ciudad, siempre me gustó escuchar a los dominicos, pero lamentablemente las jóvenes generaciones no se toman tan en serio la preparación de la homilía. De los 50 para abajo se pueden contar con los dedos... Que nadie se moleste, pero tomen nota.

homilías cibernéticas
23 de septiembre de 2010 a las 18:29

Una de las ventajas de internet es la cantidad de lugares que ofrecen buenos comentarios y homilias de la liturgia dominical de acceso libre a creyentes y no creyentes. El comentario bíblico de esta web de dominicos, una de las mejores. Un buen recurso en este tiempo de sequía en que se da poca importancia a ese cuarto de hora despues del evangelio. Ventaja es que la atención se centra en el mensaje evangélico, mas allá de los recursos del mensajero, que a veces solo introduce interferencias personales, con mejor o peor fortuna.
De seguir así van a tener razón quienes hablan de un funcionariado eclesial, referiendose al sacerdocio. O que en algunas eucaristías se oigan las homilias como quien oye llover. Saludos

josemaría esteve i pallarés.op
23 de septiembre de 2010 a las 19:35


Martín: Tienes influencias y poder para que en los templos de los Dominicos,se pongan Misas a la carta. Necesitamos poder elegir el menú y es importante saber quien es el cheff. Sería bueno un menú de régimen,para los que somos debiluchos y con poca espenta.

Si hubiera (que los hay) sacerdotes santos,habría cristianos santos (que tambien hay) nos pasaría lo que le paso al Señor.

Jesús predicando dijo cosas que incomodaron,que enardecieron y causaron ira a muchos poderosos.

Su muerte en la Cruz fue causada por quienes no soportaron las irreverencia en la predicación y decidieron acallar su voz....

unodetant@s
24 de septiembre de 2010 a las 20:55

Una vez más tienes razón o por lo menos comparto lo que piensas y escribes. Aunque no estaría mal encontrarte algún fallo y, así, ser crítico contigo. Me gustaría que algún día escribieras algo sobre movimientos como "los kikos" y esas cosas respetables pero rarísimas que uno se encuentra por ahí. Es que el otro día me llamaron hereje y ¡uf!. He ido creciendo leyéndote y estaría bien saber que piensas sobre ese tema y si no puede ser gracias de todas maneras. Un saludo.

Bernardo
24 de septiembre de 2010 a las 21:44

Efectivamente, sin quitar nada de dificultad al mensaje, hay que hacerlo llegar con la suficiente "caridad comunicativa" que decíamos en algún que otro comentario. Siempre hay que intentar que el otro entienda lo que se le quiere transmitir, de ahí la caridad, pero hacerlo sin que el mensaje se vea menguado en su esencia, de ahí la dificultad. El verbo gracioso es un puro don que unos tienen y otros no. En tu caso es evidente que sí lo has recibido y por eso perteneces a la orden de predicadores, pero en otros casos, más valdría que se dedicaran a otra cosa, que seguro que el Señor los necesita en otros asuntos.
Gracias, Martín por tu gracioso verbo.

Isabel
25 de septiembre de 2010 a las 18:43

Leo un poco tarde lo del "Verbo gracioso".Es cierto.Yo frecuento diariamente una Iglesia donde se da el caso que,sube al ambón un jóven con bastante dificultad para pronunciar,sabe leer,es decir,dice lo que hay escrito pero,no es posible entenderlo.Se lo permiten porque piensan que hacen con el una caridad que en otros sitios no se lo permiten.El chico asiste todos los días a esta Eucaristía,y bueno,todos,por amor al prójimo,nos sometemos a escucharle.Baja del ambón sumamente contento y,si falla alguno que tiene el salmo responsorial,le hace el "favor" de suplirle.Esto es diario.Me pregunto,¿hacemos caridad con él,o cometemos un error al negarles a los demas asistentes el escuchar la Palabra de Dios con dignidad?.Te agradecería una respuesta a este caso singular,Martin.

Martín Gelabert
25 de septiembre de 2010 a las 19:02

Respondo a Isabel por su expresa solicitud: Imaginemos el mismo caso, pero con un cantor. Canta muy mal, pero "por caridad" le permitimos dirigir los cantos. ¿Ocurre esto en algún sitio? Pues con los lectores lo mismo. La lectura requiere buenos lectores. La caridad está en hacerle comprender a esa persona que ella tiene sus valores, que ella es querida en su realidad, que la comunidad cristiana cuenta con ella, que ella es importante para todos, que su presencia resulta alentadora. Pero también hay que hacerle comprender, porque no hay amor más que en la verdad, que no sirve para leer, como yo no sirvo para cantar, y no sirvo para cuidar niños, ni sirvo para escribir novelas. Y no por eso soy malo o soy inútil. Una cosa es el ámbito privado, familiar, y otra el ámbito público. En la familia pueden hacerse algunas cosas que en público resultan perjudiciales para otros. Si la Palabra de Dios no se entiende, esa Palabra no llega. Y por tanto, todos perdemos el tiempo.

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