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Ver a Dios y querer dejarle
5 comentariosMe escribe un estudiante de teología planteando dos preguntas suscitadas por la lectura de mi libro La astuta serpiente, en concreto por este texto de Santo Tomás: “nadie que haya visto a Dios en su esencia, puede apartarse de él voluntariamente, en lo cual consiste el pecado”. Estas son las preguntas: 1) Satanás, antes de pecar, ¿veía a Dios en su esencia, tal cual es? De ser así, ¿cómo pudo decir “no” y rebelarse?; 2) Cuándo le conozcamos “tal cual es”, ¿seguiremos siendo libres para rebelarnos?
Comparto mis respuestas con los lectores del blog. A propósito de la primera pregunta confieso que nunca me la había planteado así. Para responderla es preferible no entrar en otras consideraciones a propósito de Satanás. Tal como está formulada, me parece que esta es la buena respuesta: la doctrina cristiana habla de la creación de los ángeles. Pues bien, también ellos fueron puestos a prueba, porque sólo así se puede responder libremente; y sólo desde la libertad es posible el amor. Los ángeles, puestos a prueba, no podían ver a Dios en su esencia (porque verle en su esencia es haber superado el tiempo de prueba, tanto para ángeles como para humanos). Por eso pudieron responder negativamente a Dios. Hubo algo, en los ángeles que pecaron, que les hizo pensar que podían “ser como dioses”, que podían equipararse a Dios, y eso es rechazar la condición de criatura y, por tanto, rechazar la situación en la que Dios les había puesto.
La segunda pregunta me parece más sencilla: Libertad y necesidad, sobre todo en el amor, no son incompatibles. En el cielo no tendremos ningunas ganas de dejar a Dios y, en este sentido, no tendremos ninguna posibilidad subjetiva de pecar, es algo que ni se nos pasará por la cabeza. Al haber hecho ya una opción definitiva, nos parecerá absurda cualquier cosa que la contradiga. Una persona puede ser capaz de muchas cosas y, en otro sentido, ser totalmente incapaz de llevar adelante alguna de ellas. En este no querer dejar a Dios es donde se demuestra la auténtica libertad y el verdadero dominio de sí. La libertad no tiene que ver con la indecisión o la indeterminación. La libertad es ser dueño de mis propios actos y se realiza también donde sólo hay una opción que me satisface totalmente, lo que conlleva que todas las otras me parezcan indignas de ser tomadas en consideración. Dice Tomás de Aquino: “cuantos han visto la esencia divina se reafirman de tal manera en el amor de Dios, que no pueden ya pecar nunca”.