Ene
Unos vienen y otros se van
1 comentariosUnos vienen y otros se van. Es ley de vida. Cuando se trata de poder suele ocurrir lo contrario de lo que dice un salmo, a saber, que al ir se va cantando y al marchar se vuelve llorando. Pero cuando no se trata de poder, sino de servicio, entonces uno nunca se va, y vive de esa alegría que, como decía Jesús, nadie puede quitarle.
En algunas idas y venidas hay acompañantes. Los que vienen y van se convierten así en multitud. Y la multitud disimula peor los sentimientos que el propio interesado. Porque entre la multitud hay intereses que son más dependientes del que viene o se va. Y al ser más dependientes son menos controlables. Por eso producen ansiedad.
Un nuevo Pastor viene a la diócesis de Valencia. Lo mejor que podemos desearle es que sea de verdad pastor y pontífice, que cuide de todos y tienda puentes que a todos unan, que cuente con todos, que sus relaciones principales sean con los pobres y necesitados, que apoye las buenas iniciativas que parroquias e instituciones puedan tener. Evidentemente, otro Pastor nos deja. Y deja una herencia, como todos los que se van. Esta herencia es de toda la diócesis. Nadie debería querer una parte para él solo. Lo digo porque el mismo día del anuncio oficial del cambio, la prensa publicaba que la considerada hija predilecta, la Universidad Católica, pretendía continuar vinculada al Cardenal. Es de esperar que con vínculos afectivos, porque si fueran jurídicos podría interpretarse como el temor de la hija a que con el nuevo padre las cosas ya no sean como antes. Seria algo así como pensar que ese nuevo padre tendrá también sus predilectos. Si así fuera, sería una pena, porque los padres deben querer a todos por igual, tratar a todos con objetividad en función de su valía y competencia. El que vale, no vale por los padrinos que tiene.