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Una mística distinta
2 comentarios(Escrito con motivo del 29 de abril, fiesta de Santa Catalina de Siena)
A lo largo de la historia ha habido santos y santas que no sólo han combatido las malas costumbres de sus contemporáneos, sino también las malas posturas o actitudes de los pastores. ¿Nombres? Bernardo de Claraval, Antonio de Padua, o Catalina de Siena, por citar algunos. Esta sencilla mujer, casi analfabeta, tuvo la valentía de corregir al mismísimo obispo de Roma. Hoy es considerada una mística. Mística, o sea, seducida por el misterio de Dios. Pero esta seducción no la apartaba del mundo, ni le hacía adoptar actitudes resignadas. Al contrario, le hacía adoptar actitudes proféticas. Juan Pablo II alabó el “filial atrevimiento de Catalina de Siena”. Y añadió: “en la historia de la Iglesia no han faltado hombres y mujeres consagrados a Dios que, por un singular don del Espíritu, han ejercido un auténtico ministerio profético, hablando a todos en nombre de Dios, incluso a los Pastores de la Iglesia”.
Este siglo XXI, testigo ya de tantas tragedias, está necesitado de místicos. Porque la mística no es un fácil consuelo que nos evade de la historia, sino un encuentro con Dios que nos impulsa a buscar vías de paz a través del diálogo, la reconciliación y la justicia. Esta es la mística que necesitamos en el siglo XXI. Catalina de Siena es un buen recordatorio que nos invita a ser cristianos con los ojos y los oídos bien abiertos. Nos recuerda que la contemplación de las cosas divinas está estrechamente unida a la preocupación por la mejora de la sociedad y la búsqueda de la paz. Y finalmente, nos llama a ser profetas que invitan “incluso a los Pastores” a adoptar actitudes evangélicas, a preocuparse de los pobres, a alejarse del boato, a avergonzarse –lo decía Bernardo de Claraval- de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión.