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Un Papa que defiende la vida en todas sus dimensiones
3 comentariosLa vida hay que defenderla en su totalidad y en todas sus dimensiones. Eso ha dicho el Papa Francisco en su histórico discurso en el Congreso de los Estados Unidos. Un discurso interrumpido frecuentemente por los aplausos de los asistentes. Aunque, precisamente en el momento de los aplausos, quedaba claro que entre los asistentes había división de opiniones. Cuando el Papa habló de la defensa de la vida humana en todas las etapas de su desarrollo los aplausos fueron cerrados y prácticamente unánimes. Pero cuando el Papa hizo una de las aplicaciones de este principio, a saber la necesidad de abolir la pena de muerte, puesto que cada vida es sagrada y está dotada de una dignidad inalienable, entonces los aplausos no fueron tantos ni tan intensos. Lo que ocurrió en el Congreso de los Estados Unidos es un reflejo de lo que ocurre en muchos sectores sociales y católicos cuando el Papa se pronuncia: dicen estar de acuerdo con el principio, pero no con todas las consecuencias. Es la actitud farisaica del que, en el fondo, tampoco está de acuerdo con el principio. Hace tiempo que yo mismo escribí que la Iglesia se cargará tanto más de razón en la defensa de la vida del no nacido si esta defensa va precedida y acompañada –con mayor fuerza si cabe- de la defensa de las vidas de los nacidos.
Ante las Naciones Unidas el Papa ha vuelto a insistir en la defensa de la vida. Y esta vez ha sacado otra consecuencia importante: la necesidad de abolir las armas nucleares y de luchar contra el tráfico de drogas y de armas; también contra el comercio de órganos y tejidos humanos, la explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, así como contra el terrorismo y crimen internacional organizado. Esta defensa de la vida, en muchas ocasiones, requiere de la medicina de la misericordia, otra de las insistencias del Papa. Hay sectores católicos, que solo están de acuerdo con el principio de la misericordia, pero no con su alcance universal. Por eso dicen: misericordia según y cómo. La misericordia es una traducción adecuada del amor evangélico. Y el amor evangélico es incondicional y universal, tanto que alcanza incluso al enemigo. Son significativas las palabras que al respecto dijo Francisco en Cuba: “dónde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, dónde hay rigidez están solamente sus ministros”. Ay, ay, ay: a ver si va a resultar que dónde están los ministros no está el Espíritu de Jesús.
No me resisto a terminar este post sin citar las palabras que Francisco dijo a propósito de unas mujeres que trabajan a favor de la vida, aunque a veces se han sentido incomprendidas incluso por la propia institución. Me refiero a las monjas de los Estados Unidos: “qué sería de la Iglesia sin ustedes, mujeres fuertes en primera línea del Evangelio. Les quiero mucho”. Una persona cercana me ha enviado este breve comentario a tales palabras: “la profecía primero denostada y luego alabada”.