Oct
Todos santos y pecadores
14 comentariosSi hoy llegase a alguna de nuestras parroquias una carta dirigida a “los santos de la comunidad parroquial”, muchos se sorprenderían y preguntarían quiénes son esos santos. Sin embargo, si el remitente fuera un tal Pablo de Tarso, se sorprendería de nuestra sorpresa. Porque san Pablo, cuando escribía una carta a sus comunidades, se dirigía a ellas y ellos con estas palabras: “a los santos de la Iglesia de Corintio” (o de Roma o de Filipos). Aquellos cristianos no eran gente irreprochable en el terreno moral; tenían sus deficiencias y pecados. Y Pablo les calificaba de “santos”. Porque la santidad no hay que entenderla desde una perspectiva moral. Santo no es la persona virtuosa, irreprochable, intacta y pura; santos son los que se han adherido a Cristo por el bautismo y se esfuerzan, con sus limitaciones y problemas, en seguirle. En esta perspectiva, el pecado tampoco se sitúa en el terreno de lo moral, sino en el de la fe. Pecador es el que no se fía del Señor, el que está lejos de él. Por este motivo, los “santos” a los que se dirigía Pablo son a la vez pecadores, gente de poca fe. Santos y pecadores, santos que están camino, santos necesitados de purificación. Un camino y una purificación que dura toda la vida.
La fiesta de todos los santos nos recuerda que la santidad no está reservada a esas y esos que la Iglesia ha canonizado. La canonización introduce en una lista canónica. Hay muchos intereses en juego en esa lista. Intereses legítimos, sin duda, pero intereses. La santidad es más amplia que las canonizaciones. Todos los cristianos estamos llamados a la santidad. En realidad, Santo sólo es Dios. Pero su bondad es tan grande que quiere que todos participemos de su santidad. Quiere que todos vivamos divinamente, de cara a él. Porque en Él está la plenitud de lo humano. Queda así claro que lo santo no se opone a lo humano, más bien lo plenifica. “El que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre”, dice el Vaticano II. Se hace cada vez más persona, más mujer y más varón, se siente mejor en su piel. La santidad une lo humano y lo divino. Es una vocación, una llamada dirigida a toda persona, aunque sólo los cristianos sean conscientes de ella.
La fiesta de “todos los santos”, bien podría también llamarse la fiesta de “todos santos” y “todos pecadores”. Porque los santos son bien conscientes de su pecado y sólo los que se reconocen pecadores están en camino de santidad.