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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Jun
2009

Todos estamos en la lista de Dios

7 comentarios

Un o una comentarista de este blog ha escrito: A veces nos creemos tanto lo de hijos favoritos que pensamos que somos hijos únicos. Su gracia llega a bautizados y no bautizados. Todos estamos en "la lista de Dios", sin acepciones. Para Dios todos somos "sin papeles".

El comentario se presta a muchas reflexiones: Dios no hace acepción de personas, a todos ama por igual. Y cuanto más conscientes somos de este amor, mejor tratamos a nuestros hermanos, sobre todo a los más desamparados, entre los que se incluyen los que no tienen esos tristes papeles que, a los que sí los tienen, les convierten en ciudadanos de segunda, pero al menos legales.

 A propósito de este mal pensamiento de creernos únicos que, a veces, invade a los creyentes de todas las religiones, recuerdo el chiste de este visitante del cielo que, tras recorrer un montón de salas llenas de gente, terminó visitando una muy alejada de las demás, en la que estaban sus hermanos de congregación. Al preguntar al guía por el motivo del alejamiento, se encontró con esta respuesta: “es que esos se creen los únicos habitantes del cielo y les hemos puesto lejos de los demás para no desilusionarles”.

Teológicamente hablando la “elección” (de Israel o de la Iglesia) no es ningún privilegio. En todo caso comporta mayores responsabilidades, porque cuando uno es consciente del favor divino tiene mayores motivos para estar agradecido y su infidelidad resulta más difícil de entender. Lo que pudiera parecer un privilegio es la estrategia del amor: cultivar a uno para, a través de él, llegar más fácilmente a todos. Pues, según la Biblia, el mismo Dios que sacó a Israel de Egipto es el que saca a los filisteos de Caftor y a los arameos de Quir (Am 9,7). Israel no tiene que jactarse de su elección, ya que Dios ejerce igualmente su solicitud sobre los demás pueblos. Egipto junto con Asiria e Israel serán objeto de la misma bendición (Is 19,21-25). Yahvé cuenta entre sus fieles a Egipto y Babilonia, a filisteos, tirios y etíopes (Sal 87). Vamos, que todos los pueblos son pueblos de Dios. Mejor aún: no hay más que un solo pueblo de Dios. Por eso todos somos conciudadanos.

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lola
10 de junio de 2009 a las 10:31

Pienso que en esto de los hijos de Dios pasa como con los hijos de la tierra, debemos crecer. El niño pequeño es celosos , lo quiere todo para el y no quiere compartir nada ni siquiera a su padre, a medida que maduramos comprendemos que nuestro padre es de todos y amamos mas a nuestros hermanos. Del mismo modo hemos de madurar en nuestra relacion con Dios, y no nos sentiremos unicos sino que lo que haremos sera darnos, y compartirlo todo,

FRAY BENITO
10 de junio de 2009 a las 18:47

Jesús le ensaña a la Samaritana que lo importante,es adorar en espíritu y en verdad.Jesús va a lo profundo,a lo que está en lo interior,allí donde generamos la ENTREGA o la RESISTENCIA a Dios.La conversación con la Samaritana alcanza tonos de confianza,Jesús se da a conocer a aquella mujer: "YO SOY".
Los discípulos también se sorprenden al ver a su Maestro conversando con una mujer y peor aún ¡samaritana!. Jesús supera todos los prejuicios y tabúes.raciales o sexuales,y se muestra una vez más como un hombre extraordinariamente libre. Jesús no pone excusas,acepta la invitación de los excluidos y se queda,permanece dos días con aquellos rezagados/as samaritanos,en esos dos días podemos suponer que Jesús y sus discípulos comieron,bebieron,charlaron,como acostumbro Jesús en su ministerio. Mujeres,niños/as extranjeros,pobres,leprosos,victimas de enfermedades que les generaban exclusión eran despreciados. Jesús hace la diferencia con esos que estaban en los lugares de "abajo". En nuestro tiempo muchos andamos con sed,para algunos es la sed de la libertad,,de inclusión,afectividad, de trabajo que garantice salario,realización personal, ética en los estados, en la estructuras eclasiales,sed de sentido de la vida,de ser amados/as,de predicaciones,de liturgias de comunidades de fe sin exclusión. No importa sexo,credo político,color de piel,formas de vestir,que tengas papeles o no los tengas,hábito o corbata.Lo importante es si creemos en Cristo Jesús,en sus enseñanzas y damos la cara por ellas en ambiente hostil. "Todos nosotros,judíos o griegos,esclavos o libres,nos hemos bautizado en un sólo Espíritu,para conformar un solo cuerpo............."1Cor Fray Benito,op-

Bernardo
10 de junio de 2009 a las 19:49

Todos somos conciudadanos, como bien dices, pero nuestra ciudadanía no es la de los imperios, contra los que todos los profetas se sitúan, y mucho menos la del imperio romano, nosotros somos ciudadanos del Reino a cuya mesa se sentaran gentes venidas de oriente y occidente. El mensaje cristiano en este es plenamente universal, con una universalidad que no elimina sino que supone las particularidades, porque la mejor manera de ser universal es pertenecer a una tradición. Todas esas bobadas liberales de ser ciudadanos del mundo, sólo sirven para justificar la destrucción de los pueblos con sus peculiaridades, para poner el mundo al sercivicio de la globalización de la muerte y la miseria.
Por cierto, no les voté, pero me alegro que Europa de los Pueblos-Verdes obtuviera un diputado.

J. Mondéjar
11 de junio de 2009 a las 11:18

Pensar que nuestro presidente del Gobierno español Sr Zapatero y la Ministra de Igualdad Dña Bibiana Aido, son tambien amados de Dios, a pesar del mal que nos están haciendo y del que nos harán,me ayuda a cuestionar el ¨tipo de fe¨ que tengo en Cristo.No me siento en posesión de la verdad pero lucho por hayarla, no me creo justo, pero trabajo para serlo, soy imperfecto y me amparo en la misericordia de Dios y tal vez haga todo esto porque tengo la esperanza de que Dios hará cumplir su promesa como lo hizo en nuestra historia de salvación.
La soberbia antirreligiosa de quienes nos gobiernan hacen que me sienta único en mi ambiente para seguir testimoniando mi fe y mi participacion social, para darle al César lo que es del César y a Dios loque es de Dios.

Desiderio
11 de junio de 2009 a las 15:04

Entiendo que la medida de nuestro amor a Dios es el amor que profesamos a nuestro hermano: “si no amas a tu hermano, a quien ves,… cómo…”. El problema viene cuando tergiversamos ese amor de Dios, cuando pensamos que la fe es algo “nuestro” y en consecuencia intentamos poner nuestros intereses en primer lugar, en vez de los intereses de Dios o de los del prójimo.
Yo creo que la fe es un privilegio, pero también una responsabilidad, una gran responsabilidad. Si por un lado me siento privilegiado por la gracia de la fe, por otro me siento abrumado por la responsabilidad que ello conlleva. ¿Seremos conscientes, realmente, de esa responsabilidad? ¿Seremos conscientes de lo a menudo que no estamos “a la altura de las circunstancias”? En este contexto pueden surgir todas las miserias de los hombres, todas mis miserias; pero sin duda puede surgir un destello de lo divino (me viene a la cabeza “Nudo de víboras”, de Mauriac). Y tengo claro que, en mi mediocridad, si no intentara vivir mi fe desde esa responsabilidad, desde esa apertura al otro, desde ese servicio, desde esa atención, querría decir que vivo esa fe desde mi propio yo, ignorante de la necesidad de los demás, encerrado en mis esquemas, en mi mundo,… sin entender nada. Desde el momento que por la fe excluyo al otro, es que no entiendo nada. En nuestras creencias pueden haber elementos distintos, pero ello no obsta a que el sustrato sea o deba ser para todos el mismo: la caridad.

Ugarte
16 de junio de 2009 a las 02:39


Me lo he pensado mucho antes deponerme a escribir...y aún no sé cómo decir lo que querría.
Vale:Pertenecer a la Iglesia es una "responsabilidad",no un privilegio, claro.Una responsabilidad por la que hay que tomarse en serio la Palabra de Dios cuando se nos dice: "Id y bautizad a todos los pueblos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espiritu Santo y enseñadles todo lo que yo os he dicho". Y estas palabras se nos han dicho muchas veces en estas últimas semanas.
Nuestro profesor de teología,para estimular nuestro ánimo evangelizador, el celo apostólico y tal, un día nos soltó con mucha energía: "Que sí, que todos somos hijos de Dios, todos; pero ¡que no es lo mismo ser hijo como criatura suya, que serlo por la gracia donde la misma vida de Dios, comida y bebida, encima, te corre por las venas...!"
Era su forma de decirnos,para que nos impactara, que sí, que lo más seguro será que los no bautizados, los que no pertenecen a la Iglesia, Pueblo de Dios (¿o tampoco?), son más buenos y más santos que todos nosotros, juntos y por separado y que para entrar en el cielo lo vamos a pasar canutico, pero que eso no quita a que la gracia, además de aportar una calidad de vida y una responsabilidad, te aporte nada más y nada menos que la inhabitación de toda la Santísima Trinidad en el alma porque te borra la mancha feota del pecado original, ¿o tampoco?), te regala las tres virtudes teologales,los dones del Espíritu etc. etc. etc.y todas esas cosas que antaño estudiabamos...y experimentamos.
El que ama quiere lo mejor para el amado y lo mejor es ser hijo por la gracia santificante. Esa es la responsabilidad: que todos sepan,- porque tienen derecho a saberlo,- los bienes que el bautismo nos regala. Que luego de saberlo lo rechazan, ya es su responsabilidad, pero mi amor me lleva cumplir ese mandato de Cristo.
Y no me siento, ni los que conozco se sienten mejores que los demás, pero tenemos un tesoro que queremos compartir. Y nos urge.

Jesús, presbítero escolpio
17 de junio de 2009 a las 01:40

Es impresionante nuestro Dios, me encanta esta magnanimidad y longanimidad divina.

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