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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Abr
2012

Tienda del encuentro

2 comentarios

Algunos catecismos dicen que la finalidad de la creación es la felicidad del ser humano: Dios ha creado al hombre para que sea feliz. Habría que añadir: y esta felicidad sólo se consigue cuando, de un modo u otro, el ser humano se encuentra con Dios. En esta línea podríamos hacer la siguiente lectura del relato de la creación según el libro del Génesis: con el establecimiento de un espacio vital para hombres y animales no se ha logrado aún el fin de la creación. La creación está llamada a convertirse en el espacio de Dios, en la morada de Dios en medio de sus criaturas. Dios quiere morar con ellas. Por eso la Biblia establece una conexión entre el relato de la creación y el relato del Sinaí. Del mismo modo que, al cabo de seis días de trabajo creador, Dios descansó el día séptimo, así también en el Sinaí, una nube cubrió durante seis días la gloria de Yahvé. Al séptimo día Yahvé llamó a Moisés de en medio de la nube (Ex 24,16). Y allí recibe el encargo de construir una “tienda del encuentro” en la que Dios quiere encontrarse con todo Israel (Ex 29,43). En esta tienda se descubre el sentido pleno de la creación. Sólo cuando el pueblo se encuentra con Dios, la creación alcanza su meta.
 

Resulta que, en este mundo, nunca alcanzamos a Dios plenamente. Por este motivo, la creación no ha alcanzado todavía su meta. Está ansiosa, con dolores de parto, anhelando una liberación definitiva. La “tienda del encuentro” de la que habla el Antiguo Testamento no es más que un símbolo de una promesa todavía no cumplida. Esta promesa se cumplirá cuando aparezca “un cielo nuevo y una nueva tierra”. El último libro del Nuevo Testamento califica de “morada de Dios entre los hombres” (Ap 21,3) esta tierra y cielo nuevos en el que el ser humano encontrará su definitivo descanso. Cuando la humanidad esté plenamente reconciliada con Dios quedará claro el sentido de la creación. Mientras tanto, el Señor está llamando a la puerta, buscando quién le abra para entrar en su casa y cenar con él (Ap 3,20). “Su casa” somos nosotros. Cuando escuchamos su voz y le dejamos actuar en nuestra vida, nos convertimos en tienda del encuentro, en lugar en el que Dios reposa. Pero una tienda que todavía anhela un encuentro mejor, más claro, más pleno.

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Maite
10 de abril de 2012 a las 15:41

Gracias, hermano, por esta reflexión. Me ha hecho pensar que creación y Pascua están muy relacionadas. La primera creación imperfecta y frágil apunta a una creación definitiva y perfecta, a una resurrección en la que ya no se muere más, sin mal y sin dolor, sin lágrimas. Hoy he asistido a la Eucaristía y he pensado que las lágrimas de María Magdalena son lágrimas de esta vida, de los que todavía no hemos resucitado, o mejor, solo hemos resucitado por el bautismo, pero esta resurrección sacramental apunta a la resurrección real y definitiva, en la que ya no habrá signos, sino solo realidad para siempre.

Mercedes
10 de abril de 2012 a las 17:59

El mundo sería casi perfecto , si los hombres dejásemos actuar a Dios en nuestras vidas . Habría justicia , derecho , alegría y paz ..Es cierto que somos humanos e imperfectos pero haciéndole un hueco en nuestro corazon , sabiendo que está a nuestro lado , conociendo su misericordia , su lealtad y su amor para con nosostros nos iría bastante mejor . Sería un adelanto del Reino..

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