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Tienda del encuentro
2 comentariosAlgunos catecismos dicen que la finalidad de la creación es la felicidad del ser humano: Dios ha creado al hombre para que sea feliz. Habría que añadir: y esta felicidad sólo se consigue cuando, de un modo u otro, el ser humano se encuentra con Dios. En esta línea podríamos hacer la siguiente lectura del relato de la creación según el libro del Génesis: con el establecimiento de un espacio vital para hombres y animales no se ha logrado aún el fin de la creación. La creación está llamada a convertirse en el espacio de Dios, en la morada de Dios en medio de sus criaturas. Dios quiere morar con ellas. Por eso la Biblia establece una conexión entre el relato de la creación y el relato del Sinaí. Del mismo modo que, al cabo de seis días de trabajo creador, Dios descansó el día séptimo, así también en el Sinaí, una nube cubrió durante seis días la gloria de Yahvé. Al séptimo día Yahvé llamó a Moisés de en medio de la nube (Ex 24,16). Y allí recibe el encargo de construir una “tienda del encuentro” en la que Dios quiere encontrarse con todo Israel (Ex 29,43). En esta tienda se descubre el sentido pleno de la creación. Sólo cuando el pueblo se encuentra con Dios, la creación alcanza su meta.
Resulta que, en este mundo, nunca alcanzamos a Dios plenamente. Por este motivo, la creación no ha alcanzado todavía su meta. Está ansiosa, con dolores de parto, anhelando una liberación definitiva. La “tienda del encuentro” de la que habla el Antiguo Testamento no es más que un símbolo de una promesa todavía no cumplida. Esta promesa se cumplirá cuando aparezca “un cielo nuevo y una nueva tierra”. El último libro del Nuevo Testamento califica de “morada de Dios entre los hombres” (Ap 21,3) esta tierra y cielo nuevos en el que el ser humano encontrará su definitivo descanso. Cuando la humanidad esté plenamente reconciliada con Dios quedará claro el sentido de la creación. Mientras tanto, el Señor está llamando a la puerta, buscando quién le abra para entrar en su casa y cenar con él (Ap 3,20). “Su casa” somos nosotros. Cuando escuchamos su voz y le dejamos actuar en nuestra vida, nos convertimos en tienda del encuentro, en lugar en el que Dios reposa. Pero una tienda que todavía anhela un encuentro mejor, más claro, más pleno.