22
Feb
2007Feb
Tentaciones de Jesús
4 comentariosRelatos como el de las tentaciones de Jesús dan credibilidad a sus autores. Estos textos, que leemos al comienzo de cuaresma, son una construcción literaria. Razón de más para decir que manifiestan la credibilidad de los evangelistas. Pues, puestos a crear relatos que buscan retratar la globalidad de lo que fue el personaje Jesús de Nazaret, lo lógico es que sus autores, siendo como eran amigos y admiradores del retratado, y escribían para sus amigos y admiradores, hubieran buscado otros temas que mostrasen rasgos enaltecedores en vez de mostrar la debilidad de su héroe. Las tentaciones que los tres evangelistas sinópticos colocan al comienzo del ministerio de Jesús se repiten en la cruz: “que baje ahora de la cruz y creeremos en él, que se salve a sí mismo si es el Hijo de Dios”. En el fondo de todas estas tentaciones subyace una pregunta: ¿cómo debe Jesús realizar su misión, cómo implantar el Reino de Dios? Según el tentador, por medio del poder, que siempre parece muy eficaz. Según Jesús por el amor y la comunión, corriendo incluso el riesgo de no verlo nacer.
A muchos cristianos les cuesta aceptar la realidad de la tentación en Jesús. Piensan que ese tipo de relatos tienen una función pedagógica: son un estímulo para que los creyentes no nos dejemos llevar por la tentación, pero en realidad no dicen nada sobre Jesús, porque a él la tentación no le afectó. Craso error. Porque entonces Jesús deja de ser uno de tantos, uno más entre los humanos. Y si deja de ser como nosotros, deja de comprender desde dentro nuestra situación. Y si no comprende, no puede salvar. Jesús fue tentando porque podía ser tentado. Vino “en una carne semejante de la del pecado” (Rm 8,3). Venció la tentación porque no es algo inevitable y puede ser vencida si uno se apoya en Dios. No cometió pecado. La cuaresma comienza por presentarnos a un Jesús solidario con nuestras tentaciones, con nuestros puntos débiles. Eso nos ayuda a comprender que nuestra debilidad puede ser camino para encontrarnos con Dios. También en la tentación es posible ver a Dios.
A muchos cristianos les cuesta aceptar la realidad de la tentación en Jesús. Piensan que ese tipo de relatos tienen una función pedagógica: son un estímulo para que los creyentes no nos dejemos llevar por la tentación, pero en realidad no dicen nada sobre Jesús, porque a él la tentación no le afectó. Craso error. Porque entonces Jesús deja de ser uno de tantos, uno más entre los humanos. Y si deja de ser como nosotros, deja de comprender desde dentro nuestra situación. Y si no comprende, no puede salvar. Jesús fue tentando porque podía ser tentado. Vino “en una carne semejante de la del pecado” (Rm 8,3). Venció la tentación porque no es algo inevitable y puede ser vencida si uno se apoya en Dios. No cometió pecado. La cuaresma comienza por presentarnos a un Jesús solidario con nuestras tentaciones, con nuestros puntos débiles. Eso nos ayuda a comprender que nuestra debilidad puede ser camino para encontrarnos con Dios. También en la tentación es posible ver a Dios.