Jun
Te amo porque soy yo
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El Dios cristiano es Amor en plenitud y perfección. En Jesucristo este Amor que es Dios se ha revelado como relación y comunión intratrinitaria. El Padre ama al Hijo, pero no le ama por lo que puede sacarle al Hijo, sino por lo que el Padre es. Y el Hijo ama al Padre, no por lo que puede obtener de él, sino por lo que el Hijo es. En la relación entre el Padre y el Hijo no sería concebible que el uno le dijera al otro: “te amo porque eres tú”. Este tipo de amor, por muy sublime que sea, es un amor utilitario, necesitado. El Padre y el Hijo se aman mutuamente, pero se aman por lo que cada uno es en sí mismo. Cada uno es “relación” de amor.
Cuando Dios ama a los hombres, no les ama por lo que los hombre son. Eso sería amarles para su propia satisfacción. No. Dios ama “porque Dios es así”, un amante que no puede más que amar, un Dios que lleva la relación inscrita en la entraña de su ser. Me ama como soy, pero no me ama por lo que yo soy. La razón de su amor está en él mismo. Dios me ama porque es Dios. Dios es iniciativa de amor hacia su creación, porque él es primeramente iniciativa de amor en sí mismo entre varios. Si Dios nos ha creado a su imagen, entonces hay que decir que nos ha creado como iniciativa de amor.
En el “yo te amo porque eres tú”, hay una búsqueda de interés o de complementariedad psicológica. Además, este amor es precario. No dura. En el mejor de los casos dura hasta la muerte del otro. Así se presenta, normalmente, el amor entre los esposos: te seré fiel hasta que la muerte nos separe. Sin embargo, la experiencia del amor es susceptible de profundizarse queriendo la existencia del otro más allá de su muerte. Y esto nos conduce a la esencia verdadera del amor humano, hecho a imagen del Amor que es Dios: te amo, te amo a ti, porque soy yo. Y por eso te seré fiel más allá de la muerte. Sólo así el amor apunta a la eternidad.