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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Mar
2009

Sorpresas episcopales

3 comentarios

La noticia saltó a la prensa y provocó un gran revuelo porque el obispo de Olinda y Recife se apresuró a declarar que, según el derecho canónico, estaban excomulgados la madre y los médicos que ayudaron a abortar a una niña de 9 años, embarazada de mellizos de cuatro meses, tras haber sido violada desde la edad de seis años por su padrastro. Parece chocante: no hay pena canónica contra el violador.

 

El obispo de Nanterre es el primero en reaccionar, enviando una carta pública a su colega brasileño, en la que manifiesta su desacuerdo con la declaración de excomunión. Otros obispos se han manifestado después en línea similar, entre ellos el conocido teólogo y obispo auxiliar de Roma, Rino Fisichella.

 

El obispo de Nanterre manifiesta desde el principio su oposición al aborto como supresión de una vida; lo que no comparte es la excomunión como forma de condena pública, pues añade dolor al dolor, provoca sufrimiento y escándalo en muchas personas, y no contribuye a la curación y conversión, sobre todo del primero que necesita convertirse que es el violador al que, como he dicho, la excomunión no le afecta. El obispo francés insinúa que estamos ante un caso límite, un embarazo de alto riesgo que pone en peligro tres vidas, puesto que un útero de nueve años no se dilata indefinidamente.

 

Traigo a colación la postura del obispo de Nanterre porque es importante qus se sepa que la Iglesia es plural y que, en ella, no todo es intransigencia; y que hay casos límite, en los que el pronunciamiento episcopal, caso de ser necesario, debe ser expresado con mucha delicadeza. Estando, por principio, a favor de la vida y de la dignidad humana. Pero se puede estar a favor sin condenar, sin posturas viscerales. Y se puede estar en desacuerdo desde la comprensión y el perdón.

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Bernhar
18 de marzo de 2009 a las 14:08

De este penoso caso, lo que más me interesa es que otros obispos entren en considerar la decisión de un colega. Me suena a poner en práctica la comunión colegial de los obispos y, por extensión, la verdadera comunión dentro de la Iglesia. Hay muchos cristianos, sobre todo entre los jerarcas, que piensan en la comunión como un sometimiento a criterios externos, objetivos y heterónmos sin más reflexión. No fue así en los primeros siglos de la Iglesia, donde la comunión se alcanzaba tras arduos debates y, en ocasiones, tras sínodos y concilios, no por decisiones unilaterales de una supuesta autoridad vertical. La comunión es horizontal, la verticalidad sólo la pone el Espíritu Santo que, por cierto, actúa en horizontal. Bienvenidas sean estas intervenciones, de ello se sacará un gran provecho en este nuevo mundo que se está abriendo. También la Iglesia debe adaptarse, pero es muy curioso que la adaptación a los nuevos tiempos venga de la recuperación de los orígenes, porque en ellos está la verdadera comunión. Bernardo

Desiderio
18 de marzo de 2009 a las 17:54

Bueno, me parece fantástica esta noticia. Esto me da que pensar que la situación de la Iglesia ante distintas cuestiones, sobre todo morales, es tanto menos que delicada. Entiendo que se deben enunciar principios a los que atenerse de forma generalizada: ¡sería absurdo atender caso a caso! Ahora bien, sin entrar en esa casuística que más que justa a mi entender sería perjudicial, no todos los casos particulares son iguales, y por lo tanto no a todos los casos se les debe tratar de la misma manera. Creo que esto es lo que ha ocurrido -o está ocurriendo-, y doy gracias de que efectivamente haya sido así. Por otro lado, he de decir que esta ha sido mi experiencia personal en un par de ocasiones. Independientemente de las obligaciones morales dictadas por la Iglesia, cuando me he acercado personalmente con un planteamiento un tanto transgresor, justificado por otra parte, me he encontrado con una comprensión que he de reconocer que me sorprendió gratamente.
Entiendo que en este sentido hemos de ser comprensivos. Creo que es lógico que la Iglesia dicte normas generales, pues no olvidemos que habla a millones de fieles. Ahora bien, en los casos particulares, debe corresponder a sus ministros más cercanos el saber disponer en cada caso lo más correcto, el saber adaptar esa norma general para que no se convierta en una inaplacable actitud disciplinaria, sino más bien para que sea un acto caritativo y de amor y ayudar así a esa persona a estar más cerca de Cristo, que en definitiva es de lo que se trata.

Ugarte
20 de marzo de 2009 a las 00:10

Yo pienso con infinita pena en esa chiquilla violada desde los seis años con su embarazo de mellizos, con la presion de la madre y su terrible miedo y dolor físico; me imagino el "ambiente" donde esa criatura debe vivir y etc. ¡¡¡Y ENCIMA EXPULSADA DEL SENO DE SU MADRE LA IGLESIA!!!....Terrible.
Por supuesto que no acepto el aborto, quede claro. Hoy solo me duele esa niña.En tan cortísima vida ya ha acumulado más dolor, humillación, afrenta, explotación, abuso, pobreza, exclusión etc, etc. etc. que yo en la mía.
Siempre nos queda agarrarnos firmemente al Corazón de Cristo y gritar con toda el alma.
¡Cuánto jaleo se traen últimamente los señores obispos, Dios mio. No sé si el Pastor de Olinda y Recife tuvo ocasión, tiempo y ganas de ir a vsitar a esa familia, a esa niña y habló con ella y le explicó de por menudo todos sus pecados hasta hoy y que por ser tan pecadora era echada fuera de la Iglesia de Cristo. Porque supongo que lo habrá hecho como buen Padre que será.
Pobre ovejilla fuera del todo del rebaño, ahora sí que cualquier malvado puede hacer de ti y contigo lo que le venga en gana...
Nauseas y gritos de dolor.
Ugarte.

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