Jul
Sobriedad con las cosas de la Iglesia
8 comentariosEl pasado domingo, el periódico ABC repartía una pulserita de muchos colores y muchas cruces para que se la pusieran aquellos que querían defender la libertad de la Iglesia, supuestamente atacada o impedida por intolerancias, insultos, leyes que repugnan a los creyentes, retirada de crucifijos y muchas cosas más. Este mismo domingo, el periódico Levante titulaba en primera página: “La hegemonía política del PP permite a la Iglesia mejorar sus relaciones con los ayuntamientos” y en un gran reportaje de dos páginas ofrecía ejemplos de las facilidades que encuentra la Iglesia en múltiples lugares. El lunes El País, también en primera página (y el martes en páginas interiores), informaba de que la Iglesia, amparándose en no sé que ley, inscribe desde hace varios años a su nombre solares, casas, ermitas y otros inmuebles que no estaban registrados. ¿En qué quedamos, en que la Iglesia no tiene libertad o en que goza de facilidades políticas y legales?
Evidentemente, cada uno cuenta las cosas no sólo según su experiencia, sino también según su talante y su ideología. Pero un poco de sobriedad para mantener la justa medida, un equilibrio para saber valorar las cosas y no elevar a categoría universal los acontecimientos esporádicos o locales, nos vendría bien a todos. Más vale ser sobrios y no exagerar algunas cosas, positivas o negativas, porque la exageración provoca la seguramente también exagerada reacción contraria. Las cuestiones religiosas, políticas y deportivas suelen provocar reacciones viscerales. Y, a veces, estas reacciones se mudan en actitudes beligerantes y enemistades difíciles de recomponer. A mi entender, lo religioso es lo que menos justifica las separaciones y lo que, desgraciadamente cuando está mal utilizado, mayores distancias produce. Lo religioso siempre debe unir, conducir al perdón, al buen entendimiento.
Me parece justo, legítimo y necesario que los creyentes podamos vivir y disfrutar de nuestra fe sin ser molestados. Y que podamos manifestarla, como otros también manifiestan sus preferencias políticas en mítines y su alegría por la victoria deportiva en recorridos populares. En mi opinión, las discriminaciones que en España se pueden sufrir por ser creyente son mínimas, y no pueden ir muy lejos, porque las leyes garantizan derechos iguales para todos. Por esto, hoy los creyentes debemos reservar las quejas para los momentos oportunos y no hacer de la queja un estado permanente.