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Sebastián Fuster: tristeza y esperanza
16 comentariosMe acabó de enterar. Y siento la necesidad de expresar mi tristeza por la partida de Sebastián Fuster, mi admiración por su vida y mi esperanza en la resurrección. Estoy convencido de que son muchos los que comparten estos sentimientos.
Fuster nos ha dejado el día de la fiesta de Santo Domingo, del que fue un hijo fiel, un varón apostólico, como quiso Domingo que fueran sus hijos, consciente (como se decía de Domingo y puede decirse de Fuster) de que "la condición para ser verdaderamente miembro de Cristo era darse totalmente y con todas sus energias a ganar almas para Cristo". Si el darse es signo de unión con Cristo, podemos estar seguros de que Fuster estaba muy unido a Cristo.
Fuster sabía escuchar y, por eso, sabía comprender. Escuchar a Dios a través de la oracion y del estudio. Era un enamorado del Misterio Trinitario, que es como decir del Dios de Jesús. Y escuchar a las personas, a tantas y tantos que se acercaban a él, buscando comprensión, respuestas, consuelo, afecto. Era un gran trabajador. Nunca le ví sin hacer nada, y sin tener siempre un montón de cosas por delante. Se levantaba pronto. Dedicaba las primeras horas del día a leer. Era un lector apasionado de Tomás de Aquino y Vicente Ferrer, pero también de los mejores literatos y pensadores que en este pasado siglo XX han buscado en la noche oscura, luchando con el Misterio. Estas lecturas le ayudaban a comprender mejor las dificultades de tanta gente para acercarse a Dios.
Fuster fue amigo de los jóvenes, con los que compartió tantos ratos de oración, muchas dudas y algunas rebeldías. Fue un profeta apasionado por la justicia y la verdad. Ejerció cargos de responsabilidad, pero nunca le ví aferrarse al poder. Escribió obras de teología y de divulgación. Fue profesor en el Seminario de Valencia y catedrático de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer. Realizó una gran obra social en uno de los barrios mas pobres de Valencia.
Ahora está con Dios. Siempre lo estuvo, porque fue un hombre de fe. Pero ahora lo está en un eterno presente, sin velos, sin preguntas, en la alegría y la claridad.