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Ríos que han de cruzar el mar
3 comentariosJorge Manrique acuñó la idea de que “nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir”. Si el mar, como parece insinuar el texto del poeta, es imagen del caos y de la muerte, entonces no es eso lo que sostiene la fe cristiana. Según esta fe nuestras vidas no abocan en el mar sino que lo cruzan para llegar al verdadero hogar. Hay que atravesar el mar para ganar la otra orilla. Los que sucumben en sus aguas son los que no creen que el hogar está al otro lado, los que piensan que aquí acaba todo, tal como dice Jorge Manrique: “allí van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos / y más chicos”.
Para la fe cristiana el mar no es el lugar donde el río de la vida se acaba y se consume, sino el espacio que hay que cruzar para llegar a la Tierra Prometida. La carta a los Hebreos califica a los creyentes de peregrinos y huéspedes sobre la tierra, pues buscan una patria mejor. Eso tiene una consecuencia, pues si esperamos una patria mejor no resulta lógico aferrarse a patriotismos mundanos. Para el creyente, en busca de una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios, las ciudades de este mundo son lugares de paso.
Prefiero comparar la vida con una barca más que con un río. Una barca que debe atravesar el mar para llegar a esta nueva tierra en la que nuestras vidas serán transfiguradas. Cuenta la Biblia que los israelitas fueron capaces de cruzar el mar sin mojarse, de vivir sin dejarse ahogar por las cosas materiales; los egipcios, en cambio, sucumbieron a su propia abundancia y a su inmenso poder. A veces nos pasa a nosotros: podemos morir de éxito o aplastados por el peso de lo que nos sobra. Por eso, para que la travesía de esta barca que es la vida sea factible, es preciso soltar lastre, pues con exceso de carga la barca se hunde.