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Raíces de la cultura europea
2 comentariosDe entre los discursos que está deparando el viaje del Papa a Francia me gustaría resaltar el ofrecido al mundo de la cultura. Este discurso, sobre las raíces de la cultura en Europa, hay que situarlo en el marco de los dos acontecimientos eclesiales a los que me referí en un artículo anterior: el Sínodo sobre la Palabra de Dios y el año paulino. En efecto, tras recordar que los monasterios fueron en Europa los grandes guardianes de la cultura, el Papa nota que la intención profunda de los monjes no era crear cultura, sino buscar a Dios. Pero precisamente esta búsqueda de Dios fue también creadora de cultura. Pues los monjes sabían que en los libros de las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios estaba al alcance de todos. Por tanto, si en el texto bíblico la Palabra de Dios viene a nuestro encuentro, será necesario saber leer la lengua humana en la que Dios se expresa. Saber leer es algo más que leer, exige interpretar, conocer la mentalidad y modos de hablar de los autores bíblicos. La interpretación es necesaria para no caer en fundamentalismos, resultado de lecturas literalistas. La búsqueda de Dios exige cultura de la palabra. El deseo de penetrar en este libro, para llegar a la Palabra divina que encontramos a través de las palabras humanas, he ahí una de las bases de nuestra cultura.
El Papa se refiere a otros aspectos de la Palabra bíblica. Uno importante es su dimensión comunitaria. La Palabra abre a la búsqueda de Dios, pero es una Palabra que mira a la comunidad, introduce en la comunión de cuantos caminan en la fe. Otro aspecto importante, relacionado con la comunidad, es que la Palabra no sólo habla de Dios, sino que nos enseña a hablar con Dios. Para orar con esta Palabra, dice el Papa, se requiere la música. Tras citar dos himnos de raíces bíblicas, el Gloria y el Sanctus, afirma: “la liturgia cristiana es invitación a cantar con los ángeles y dirigir así la palabra a su destino más alto”. De este canto, que nace en los monasterios, provocado por la Palabra de Dios, dice Benedicto XVI: “De esta exigencia intrínseca de hablar y cantar a Dios con las palabras dadas por Él mismo nació la gran música occidental”.