19
Dic
2006Dic
¿Qué tendrá el ser humano?
2 comentarios¿Qué tendrá el hombre para que Dios quiera hacerse hombre? Sólo encuentro una respuesta: el ser humano tiene una dignidad sin igual, una capacidad para lo divino; por eso, Dios ve reflejada en el hombre su propia imagen. Así se explica que no codicie su categoría de Dios, que no le importe despojarse de sí mismo para tomar la condición humana (Flp 2,6-7), pues al hacerlo en realidad se encuentra con lo más propiamente suyo: “vino a lo suyo” (Jn 1,11). A lo suyo, y no a lo nuestro, pues lo nuestro es lo más propiamente suyo. Cuando Dios viene a nuestra casa en realidad viene a su casa. Por eso se encuentra tan a gusto.
Hay un peligro. Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron (Jn 1,11). No le recibimos cada vez que negamos la fraternidad. Cuando no queremos ver a los africanos que duermen bajo el puente del viejo cauce del Turia en Valencia. Cuando no acogemos a los sudamericanos como lo que son en su sentido más biológico: nuestros propios abuelos que un día emigraron y hoy regresan a casa. A la suya, y no sólo a la nuestra. Cuando no respetamos la vida del anciano o del enfermo.
¿Qué tendrá el hombre para que Dios quiera hacerse hombre? Una enorme riqueza, un gran poder que no puede guardarse para sí, porque si lo guarda lo pierde. La riqueza divina que nos habita la tenemos para derramarla a manos llenas. Porque rico no es el que guarda, sino el que reparte. El que guarda es un egoísta, un solitario, con una mirada tan corta que sólo alcanza a verse a sí mismo. El hijo tiene la amplia mirada del Padre, los poderes paternos, la bondad del Altísimo, tan generosa que alcanza incluso a los desagradecidos y perversos (Lc 6,35).
Hay un peligro. Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron (Jn 1,11). No le recibimos cada vez que negamos la fraternidad. Cuando no queremos ver a los africanos que duermen bajo el puente del viejo cauce del Turia en Valencia. Cuando no acogemos a los sudamericanos como lo que son en su sentido más biológico: nuestros propios abuelos que un día emigraron y hoy regresan a casa. A la suya, y no sólo a la nuestra. Cuando no respetamos la vida del anciano o del enfermo.
¿Qué tendrá el hombre para que Dios quiera hacerse hombre? Una enorme riqueza, un gran poder que no puede guardarse para sí, porque si lo guarda lo pierde. La riqueza divina que nos habita la tenemos para derramarla a manos llenas. Porque rico no es el que guarda, sino el que reparte. El que guarda es un egoísta, un solitario, con una mirada tan corta que sólo alcanza a verse a sí mismo. El hijo tiene la amplia mirada del Padre, los poderes paternos, la bondad del Altísimo, tan generosa que alcanza incluso a los desagradecidos y perversos (Lc 6,35).