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¿Qué belleza salvará al mundo?
11 comentariosA veces se cita así una frase de Dostoiewsky: “la belleza salvará al mundo”. Situada en el contexto de su novela El idiota, se trata más bien de una pregunta: “¿qué clase de belleza salvaría al mundo?”. La pregunta, más que la afirmación, orienta en la buena dirección. Pues en sí misma y en la percepción que el hombre hace de ella, la belleza es ambigua, lo hermoso puede ser engañoso y sus encantos esconder lo inmoral. Como advierte el libro de la Sabiduría (13,1-10) los encantos del universo pueden conducirnos a preguntar por la belleza de su Autor o podemos quedarnos en las cosas creadas, precisamente seducidos por su belleza.
Por su insuficiencia y ambigüedad la belleza del mundo no puede ser salvadora. Ella es la que necesita ser salvada y protegida. La belleza que salvará al mundo es la del bien y la verdad. No hay otra verdadera belleza. Porque el bien, la verdad y la belleza son indisociables. Pero puesto que la belleza despierta lo mejor que hay en nosotros, puede provocar la pregunta por el Misterio. ¿Por qué la rosa es bella?, se preguntaba Eckhart. ¿De dónde proviene su misterioso fulgor?
Cuando miramos la naturaleza con ojos egoístas nos preguntamos por su rentabilidad y utilidad. La naturaleza se convierte así en un lujo para ricos y poderosos. Cuando nuestra mirada es contemplativa surgen otro tipo de preguntas que nos orientan hacia lo profundo del ser, hacia la gratuidad y el misterio de lo real y, en definitiva, por decirlo con palabras de Tomás de Aquino, hacia el “Dios hermoso, causa de la armonía y del brillo del universo” (II-II,145,2). Este Dios, Hermosura tan antigua y siempre nueva (San Agustín), nos invita a cuidar razonablemente de los recursos naturales y a una práctica efectiva de la solidaridad interhumana.
(Escrito antes y publicado con ocasión del encuentro de Benedicto XVI con los artistas en la Capilla Sixtina este pasado sábado).