Jul
Predicar con limitaciones
2 comentarios¿Cómo anunciar hoy el evangelio de Jesús, esa buena noticia de que todos somos hijos de Dios y, por tanto, hermanos, esa noticia que debería unirnos y lograr que todos viviéramos abrazados? No es fácil, porque desde los inicios de la historia, esa noticia se ha anunciado a personas limitadas y, en definitiva, egoístas, o sea, a personas pecadoras. Las buenas noticias no pueden contenerse ni ocultarse. Pero junto con el anuncio puede aparecer el rechazo y la hostilidad. El libro de los Hechos de los Apóstoles relata las dificultades que tuvo el anuncio de la resurrección de Cristo en una sociedad tan pluralista como la actual, aunque el pluralismo se manifestase de otra manera. Dificultades por parte de todo tipo de autoridades: judías, romanas, religiosas e intelectuales.
Leídos en la distancia algunas de las reacciones que cuenta el libro de los Hechos pueden resultar divertidas, aunque detrás de la diversión está la tragedia. El libro (13,50) cuenta que las señoras devotas, distinguidas y principales del lugar, o sea, ricas, elegantes y beatas, suscitaron una persecución contra Pablo y Bernabé. ¡Para que se fíen ustedes de las apariencias de piedad y elegancia! En otra ocasión (26,24), Pablo, hablando de la resurrección de los muertos, fue increpado por el gobernador Festo que le dijo: estas loco, Pablo, las muchas letras te hacen perder la cabeza. No sé si las muchas letras o la mucha fe, pero el hecho es que esa fe fue calificada de locura, que es uno de los mejores modos de descalificar.
Conclusión: no nos cansemos de hacer el bien, de anunciar el evangelio, de ser testigos. A pesar de nuestro pecado y de nuestra limitación. Jesús era consciente de las limitaciones de Pedro cuando el encarga ser el “primado”, o sea, el primero, el que se pone al frente de la tarea del anuncio. Eso sí, para ser el primado es necesario que antes le diga y le repita que le ama, que le ama más que nadie, no para convencer a Jesús de su amor, sino para que Pedro se convenza a sí mismo de que sin amor no hay evangelio, ni hay anuncio de buena noticia, ni hay primados, ni han nada. Sin amor sólo hay caos, por mucho superior eclesiástico que se quiera ser. Ahí está el error, en querer ser superior. El evangelio solo puede anunciarse siendo inferior, ocupando el puesto del servicio, que es lo propio de los que aman.